30.12.06

la verdad no es mimética

Llovía. Salí a la calle a sentir las gotas. Heladas. En un charco busqué mi reflejo, acribillado por las gotas de agua - violentas, grises -. Era como un espejo roto; un espejo improvisado rompiendose infinitamente, astillándose sin llegar a quebrarse. Pensé: mi biografía.

27.12.06

la época enhebra sus metáforas

Un reloj - muy grande, de madera, sobre la pared del living de la deshabitada casa de mis abuelos - tan pesado que me sorprende cada tanto (de día prácticamente no existe: es un mero objeto que rinde su función utilitaria, pero de noche...), me petrifica en la habitación y creo sentir los pasos de alguien que sigilosa y monótonamente - pero voraz, implacable - se aproxima (por el ritmo, por la sequedad, por la manera en que retumban en el ambiente, por la forma en que rebotan en mi cabeza entiendo que esos pasos no pueden tener buenas intenciones). Y después, con todo suspendido (yo mismo vuelto un objeto inmóvil, tan perseguido que debo asumir la pose protectora de quien persigue) notar que se trataba del reloj, y sonreír para mí con suficiencia, para disimular, para disculpar mi ridiculez, para no tener que darme cuenta de que tenía razón.

24.12.06

Sí: las cosas se vengan representando el teatro de nuestra futilidad.


fireworks


Ahora, el espectáculo del cielo de nochebuena. Aislado, en un rincón de la familia, me apoyo contra el marco de la ventana abierta con el gesto del quien por fin respirará y siento: ese cielo como un signo, una incadescente metáfora ofrecida ante mí para arder los velos que median las dispares cosas aquí abajo: ya no el ritual oriental - eso es parte de lo perdido: lo que se toma de otra cultura nunca es el ritual, sino el gesto vaciado de contenido, la mueca -, sino estallidos furtivos que interrumpen un instante intrascendente del silencio, y fugaces episodios lumínicos que rayan el cielo - como un niño que patalea o como un ahogado que se niega - hasta diluirse en la llana oscuridad del universo: así todas las ansias humanas, cargando los cuerpos en el esfuerzo de dar sentido a la casualidad de estar vivos, hasta perecer en las fosas comunes del polvo, gastados, en el tránsito inútil, por los vientos que surgían - como siempre - contra los pasos que quisimos dar.

Encender un cigarrilo me protege: me da tiempo para decirme "esto es apenas una impresión"; como todo.




*


18.12.06

conspiración en la oscuridad





(...) Mucho se ha discutido acerca de la irresoluble respuesta a ala pregunta: ¿mientes? Pero pregúntale a alguien que está a tu lado, muy quedo para no despertarle: ¿duermes? Si responde que está durmiendo, miente. Pero puede responder con el juego del sueño, que no es mentir, sino jugar a la mentira. Hay una gran diferencia, porque éste es un juego de amor. La pregunta en sí es un juego de amor, ya que supone que el otro no duerme, aunque toma todas las precauciones para no despertarlo. Por otra parte, es una única y misma pregunta: ¿me amas?, ¿mientes?, ¿duermes? Y la respuesta: sí te amo; sí, miento, sí duermo, también es paradójica. Pero no es mentirosa. Sencillamente viene de otro mundo, que no es la verdad del primero. “Sí, duermo; sí, miento; sí, te amo” atestiguan un sonambulismo maravilloso y, a fin de cuentas, una gran lucidez sobre las relaciones que establecemos con la realidad en el sueño, en la mentira o en el amor.




en Cool Memories
Baudrillard


///


(Así es como creo que funciona el texto: la esencia de las ficciones (su distancia de la verdad y de la mentira; su desesperación erótica; su estado híbrido entre vigilia y sueño; etc) – por lo menos en el caso de Ínfimos Urbanos - yace inscripta en este fragmento que, por supuesto, habla de otra cosa) (para encontrar algo es imprescindible estar buscando otra cosa).

15.12.06

preciosa fugacidad





Si alguna vez llego a tener verdadera confianza en lo que escribo, no volveré al papel. Ya no lo necesitaría: sería como hacer de la voz que hallé (en mí: que logré, que trabajé) una artesanía. Buscaré los vidrios empañados, o escribiré en la arena lo que tenga que escribir.

*

Todo lo que dura es vanidad. Y siempre, en algún momento, se vuelve falso. La palabra no merece extenderse más allá del instante en que tiene sentido. Su fugacidad es preciosa: la salva de envilecerse, de pudrirse, de falsearse. En el momento en que la vibración del sonido de la palabra se agota, la palabra ya no existe. Y la verdad, ya no es posible. Y si existe es como cadáver, y si hay alguna verdad, es la verdad del otro. La tratarán justamente como a un cadáver: la abrirán, la escrutarán, la indagarán, la cortarán, etc para intentar penetrarla. Pero si logran que diga algo, será algo sobre un muerto. O sobre todos los hombres, sobre cualquiera.

10.12.06

remains

Al menos murió Pinochet.
Eso hace más digno al día de mi cumpleaños (casualmente, el día de los derechos humanos).


*
La tv emite todo tipo de imagenes con respecto a su fallecimiento (gente alegre, gente triste, recortes de diarios de las últimas semanas, de las últimas décadas, y algunas escenas dispersas de la historia chilena) y termino viendo, en un desafortunado zapping, declaraciones de prensa de Pinochet a mediados de la década del 70. Me disculpará Pacino, pero este señor (con sus deformidades externas e internas) nació para encarnar a Ricardo III. Tal vez si lo hubiésemos subido a las tablas nos ahorrábamos los costos de la realidad.


*

Cuando la tecnología me lo permita (mi pc palmó, y la página web donde almaceno canciones se niega a funcionar) habrá aquí, en lugar de esta queja, una canción (te recuerdo, Amanda) de Victor Jara.

vanitas







/ 25 /





*
He decidido este experimento: escribir hasta cumplir 25 años. Son las 6.14am; hace un rato llegué a mi casa, pasé un tiempo sentado en el inodoro, pensando en lo que hubiese tenido que ser mi vida. La noche fue amable: una cena con mis dos mayores amigos, cercanos desde los tiempos de la infancia. Tengo ahora 24 años; cuando deje de escribir habré pasado la frontera del cuarto de siglo. No tengo nada para decir. Las cosas que digo usualmente son cosas que pensé o adquirí alrededor de los 15 años. Desde entonces no hago más que repetir, reformular, reestructurar. No tengo nada para decir pero dormir... ya es demasiado temprano para dormir. Y quedarme solo conmigo, azarosamente recapitulando las escenas de mi vida sería tortuoso. La penitencia de escribir al menos me obliga a rehuir la inmediatez de mi calvario.

*
Artaud considera a la poesía, y al arte en general, como vida concreta que se vuelve trascendente. Estas palabras mías, en cambio, son efimerías.

*
Del amor nunca entendí nada. Hablé mucho, vanamente. Puedo decir, del amor, cosas tristes. Y también puedo decir algunas cosas bellas. Pero nunca entendí nada. Las cosas que dije, las dije por mera devoción poética. Nada más. Los resultados de mis análisis racionales del amor son apenas una mueca de desesperación. Porque nunca entendí nada. No entendí nada de los beneficios del amor, no supe nunca por qué me quisieron; no entendí tampoco las cosas que me desolaron.
*
Mi último cumpleaños en Buenos Aires: eso también me predispone un poco hacia la tristeza. Las cosas que se acercan son una delicada despedida.
*
Muy rica la picada en Recoleta; bien – aunque debió estar más frío – el licuado de banana en costanera sur. Hubiese preferido cualquier otra cosa que no fuese un sábado: toda la gente dando vueltas, ocupando la noche, privándome de la quietud.
*
Dato para mí: es la primera vez, desde mis 18 años, que paso mi cumpleaños sin estar en pareja. La soltería me sienta bien: gozo de sus libertades, de su egocentrismo, de su versatilidad. Lo que me cansa es la desesperación.
*
" my shoes are gone
my life spent "


*
Grave: Borges publicó a los 24 años. Ese era el límite que secretamente me había impuesto. Con eso me excusaba ante mis padres: ¿qué pretenden de mí si Borges –¡BORGES! – recién publicó a los 24 años? ¿Dónde me esconderé ahora?
*
Amanece. Los primeros autos manchan el canto de los pájaros en la ventana. Pronto, mi vereda se cubrirá de sol: veré el amarillo tenue, derramado sobre mi persiana cerrada.
*
El cine comercial de este año ha sido terrible. Si no fuese por el festival de cine independiente (ver cinco películas por día; Kitano maravilloso) hubiese sido una pérdida total. Lo único memorable: El tigre y la nieve, de Benigni.
*
Harto del mapa de fracasos románticos que implica cualquier viaje en colectivo por Buenos Aires. Gracias a mi imprudencia topográfica, desparramé mis romances, mis deslices, mis estériles ansias por todas partes y ahora, vaya por donde vaya, me cruzo siempre con alguna mancha de sangre (por lo general, mía) que de inmediato me retrotrae a un tremendo repertorio de recuerdos pasados y pisados.
*
Me predispongo a escribir mal (en la medida de lo posible) estos fragmentos inconexos. Es apenas una precaución: no quisiera confundir este ejercicio terapéutico con Literatura.
*
Panfleto (la presencia gatuna que habita mi casa) es mi única compañía, fuera de este texto y este precario sándwich de jamón con mayonesa (todos los demás duermen). Con ellos soportaré el tránsito de edad.
*
He recibido, a modo de regalo, cosas completamente absurdas (algunas en estricta contradicción con mis principios ideológicos). Me conocen poco. Al menos yo me regalé dos libros (el Kafka de Deleuze/Guattari; La teoría estética, de Adorno).
*
Es cierto, hice un poco de zapping. ¡Qué culpable me siento cuando hago zapping! No necesariamente en el momento, porque estoy preso de la hipnosis televisiva; pero después, cuando cuento el tiempo que se desvaneció... cuánta culpa.
*
Bostezo, miro la hora. Tengo todavía 24 años: habrá que seguir escribiendo.
*
En el desorden de mi escritorio (colosal caos el de mi habitación; suelo ser desordenado, pero desde que me enteré de mi mudanza, he perdido todo ánimo organizatorio: dejé de usar cajones, está todo fuera, por el piso, los libros apilándose, las hojas medio escritas, los discos, programas de obras de teatro, la botella de vino que compré hace 4 meses para abrir en alguna ocasión especial) encuentro Teorema, de Pasolini, que saqué de la biblioteca del living para decirle a una muchacha, por teléfono, quien era el traductor (Pezzoni; porque ella justo lo había comprado, barato, en Plaza Italia), y quedó aquí, como todo, haciendo bulto. Y ahora pienso qué fue lo que pasó con esta muchacha (la de la Noche Glaciar), por qué ella, en ningún momento, sintió por mí nada más que una lejana simpatía, una dispensable proximidad. Siempre creí que juntos la hubiésemos pasado deliciosamente (eramos tan... no sé; me pareció que estábamos cerca...) y en cambio ella va y se enamora de un tipo con el que estaba ensayando Hamlet (no por el tipo per se, sino porque ella lo confunde con Hamlet: claro, ¡si tenían las mismas líneas!) y no ve en mí más que un desdichado escritor proclive a las tristezas, exasperadamente verborrágico y con un peculiar sentido del humor. Ahora ya se desilusionó del tipo con el que ensayaba Hamlet (evidentemente el tipo no supo sostener el rol en la vida real), pero lo que pudo ser nuestro fue apenas un espejismo mío (exhausto de peregrinar desiertos) y, fuese lo que fuese, naufragó.
Además, es algo que ya me había prometido: salir con actrices, nevermore.
*
¡Qué mal, qué mal me ha hecho leer Los Subterráneos; cuánto daño me ha hecho Kerouac!
Espero que mi prosa se reponga pronto.
*
Cuando tenía 17 años, en el Aeropuerto de Río de Janeiro, gasté mis últimos reales en una reproducción enmarcada de La noche estrellada, de Van Gogh. La he puesto en la biblioteca frontal, sobre un libro de Rilke, y cuando levanto la vista de la escritura, siempre recaigo en ese terrible y precioso paisaje de inquietos vientos e incendiadas estrellas.
Recuerdo esto por otra cosa: haber sentido el declive de mis potencias físicas al tiempo en que mis facultades sensitivas profundizaban su agudeza; de allí sólo saqué heridas, y alguna errante frase lúcida. Y brotó en mi mente aquella frase de Vincent, que le escribía a su hermano: “acaso para un artista la muerte no sea l más difícil”.
*
Ah, Vincent, que también decía: “estar herido de muerte y de inmortalidad”.
*
¿Es esta la mejor manera de cumplir 25 años? Pienso en Blanchot: ¿estamos realmente seguros de que la escritura no pertenezca al mal? No sé, no sé... pero qué otra cosa podría hacer. ¿Acostarme, y recibir la sentencia del tiempo en medio de un sueño?¿Ir a caminar por ahí? No con este cansancio. Pensé también en una gran manifestación eyaculatoria: recibir los 25 en medio de un orgasmo. Pero me pareció demasiado aparatoso. Seguiré escribiendo, tomando y escuchando un poco de música (rotular eye movement).
*
Entre este párrafo y el anterior me lavé los dientes, apoyado en la ventana mirando la calle vacía del domingo que empieza. Me doy cuenta de que la luz que dejé encendida ya no es necesaria, y la apago.
*
Después, me doy cuenta de que lo que no es necesario es el día: bajo la persiana y enciendo otra vez la luz.
*
Se enciende la alarma del equipo de audio. Me levantaba ayer a esta hora, tomaba el tren en la estación Flores, iba a mis clases en el museo de Bellas Artes, una muchacha que suele almorzar conmigo me decía que prefería no almorzar conmigo, que tenía que irse y yo me sentía abandonado (como siempre que no me siento amado, idolatrado, admirado, requerido: de la tranquilidad es de lo que no tengo noticias, salvo en las lecturas felices, o las siestas mecidas con música).
*
¡El vino que compré hace 4 meses para abrir en una ocasión especial, muerto de risa!
*
Mi padre me regaló una bella lapicera de pluma (Cross, de oro y plata; se desliza sobre la hoja con suavidad etérea). Cuando llegué a mi casa, después de cenar con él en un restaurant de Boedo (noche de lluvia), vi que en el manual de instrucciones (es una lapicera muy compleja) había una dedicatoria de mi padre. Era muy tierna y conmovedora (no la transcribiré); y al mismo tiempo estaba cargada de tristeza, de conciencia de finitud. Me quedé pensando mucho insomnio en eso.
*
Justo suena el precioso verso:
make my make believe believe in me

*
Tendré que comparecer – alguna vez – ante el tribunal de la literatura: oh...todo lo que he hecho de mí: devaneos torpes, vanidad incisiva, pura nada llenando páginas.
*
...pura nada llenando páginas simplemente para que mi soledad tuviese alguna relevancia, para que todo no sea una pérdida, para no ser los demás....
*
Me entero de que Munch nació un 12 de diciembre; me digo para mí: con razón pintaba esas cosas, con razón esa melancolía desesperada.
*
La única disculpa que tienen estos fragmentos inertes, de pobre trama y triste desarrollo es la indulgencia de su humanidad.
*
La verdad es: no tengo ganas de hacer un balance de sumas y saldos. Perdí algunas cosas, gané otras. Hubo cosas que terminaron, y otras cosas que empezaron; incluso hay bastante que ha sobrevivido el tránsito del año. Hubo películas, mujeres (que me dejaron de llamar, que empecé a conocer), una novela, nocturnas conversaciones con amigos, salpicadas notas en el piano prestado de mi habitación, el placer táctil de mis libros y canciones para mis estados de ánimo. Monedas más, monedas menos.
*
Qué molestia esto de decir yo, de tener que cargar con mi cuerpo a través del texto...
*
Tal vez mi mano sigue trazando frases como siguen creciendo las uñas, el pelo de un muerto.
*
Bueno, ya está: tengo 25 años. No concibo una mejor manera de estrenar mi edad que durmiendo hasta que decline el día.



/-/

___________
la fotografía: selfportrait as a young artist
o selfportrait as a young ghost
por Debret Viana

7.12.06

un ensayo apologético


















preámbulo al manual del mentiroso estético






Quizá la verdad alcance el precio de una perla que luce más durante el día, pero no alcanzará el precio de un diamante que brilla más bajo luces variadas. El mezclarle una mentira tiene que agregarle encanto. ¿Duda alguien que si se quitaran de la mente de los hombres las opiniones vacuas, los cálculos erróneos, las mimadas fantasías y cosas análogas, no quedaría la mente de algunos hombres como pobres cosas hundidas llenas de melancolía y desanimadas, algo desagradable para ellos?
Bacon
Ensayos





I
Es que tal vez clamar por la verdad es la traición- tender la mano y que detrás grite el ansia de la verdad: ahí es donde empieza la traición-. Entrar en la verdad es darse a una lógica ajena. Es decir: no sé lo que quiero decir pero sería como decir: la verdad es como ingresar en un sistema de cosas al que habría que subordinarse. Sería necesaria una correspondencia ciega con las tensiones homogeneizantes para lograr pertenecer a la verdad. Porque lo cierto es que adherir a una verdad inmediatamente bloquearía el desarrollo libre de las características subjetivas e individualizantes.


II
l...a verdad la verdad la verdad ....la verdad.
(Apunte para otro día: buscar La verité, de Sade, robar líneas de allí)


III
Mentir sería abrir una herida en la linealidad del tiempo. Como la sangre que brota de la herida y se derrama libremente lo que nace de la mentira es una historia. Una historia que es - desde luego - una bifurcación en la secuencia real de las cosas, algo como una senda paralela. Transitable para muy pocos (locos, esquizo, artistas) pero – y esta es su luz - no inenarrable.
La realidad continúa su irrefrenable, terrible caudal. La mentira, dicha en cualquier punto de la realidad, abre un tajo y por allí se derrama. Esa historia que inicia no se detiene: continúa su trama en otra parte. Y no es imposible que, en cualquier otro punto, evolucionada, se contacte con Lo Real: lo corte, lo mueva, lo trastorne: en fin, lo modifique.
Y también para atrás, por supuesto: las cosas no serían las mismas si creemos que las obras de Shakespeare fueron escritas por Marlowe, por ejemplo.


IV
No hablo de la mentira burda, la de los políticos, la maliciosa, la canallesca. Hablo de la mentira estética.


V
El único problema es que es difícil cargar con una existencia de mentiras. Si componemos nuestra vida a partir de un compendio de mentiras, significaría mucho trabajo lograr que no las mate la realidad y, sobre todo, que no se apuñalen entre sí (porque la mentira estética es como un gato salvaje que quiere correr libre, y no es probable que se la pueda congeniar coherentemente con otros ejercicios de fabulación). Si se consigue, es algo muy parecido al delirio. Como vivir en una novela.


VI
Es claro que no todos soportan el peso de su ficción. Tenemos, por ejemplo, el caso del francés que pretendía ser médico. Le decía a su familia, a sus amigos que trabajaba en el hospital. Salía de mañana al trabajo, pero se quedaba en bares lejanos, dormía en el auto, en parajes de la autopista. Iba incluso al hospital: cumplía sus horarios pero se quedaba haciendo nada, sentado, dormitando o leyendo revistas sobre medicina. Asistía a congresos y estaba al tanto de todos los avances técnicos de su supuesta profesión. Atendía a familiares y amigos - algunos de ellos, médicos -. Sus mejores amigos eran doctores y nunca sospecharon la farsa. Mil veces pudo ser descubierto, caminó tambaleante las fronteras de su fábula. Yo creo que, por el final, él ansiaba con desesperación que alguien le arrancara la máscara; hubiese sido su salvación. Sin embargo, la casualidad trabajó a favor de la farsa. Terminó asesinando a sus padres, a su esposa, a sus dos hijos. Era el peso de la máscara.


VII
Los hay que sí logran cargar con el teatro y se dan a esa representación. Como Jesús, o Eróstrato (Hamlet, en cambio, perece en la travesía: paga con su cuerpo).




VIII
O Swedenborg, Joan D´arc, una parte de Rimbaud, Byron, Saint Germain. Incógnitamente: Kafka y Pessoa. También Blake, Van Gough, Artaud. Y tal vez algunos asesinos seriales también. Todo es susceptible de ser tornado artístico.


IX
Hay que comprender que uno siempre es ficción. El punto es: ¿de quién? La mentira estética es un mecanismo de apropiación de los hilos ficticios de la vida. O sea: hacer nuestra, nuestra propia marioneta. Lo otro sería dejar que Lo Otro (las tensiones sociales, la mirada del otro, las corrientes de moda, las maneras y fetiches de la época, la mediatización de la vida, la buena educación, la economía, etc) conduzca nuestros pasos.


X
Imagino a ese tipo. El francés, el falso médico. Al final, yendo a menos, mintiendo mal. Queriendo que alguien descubriera su farsa para poder dejar de mentir. El no pudo entrar en su ficción: su vida se volvió la parodia de su cuento. Debe de ser desesperante no poder salirse de la máscara.


XI
O no.
Hay algún placer - tal vez un placer de artesano - en vivir en la casa que uno construye. Qué importan los materiales. Yo hablo de una mentira - de un delirio - construido con delicadeza, artesanalmente: hay que mentir hasta componer nuestra cara. Debe ser fascinante tejer un mundo y habitarlo. Como el marinero, de Fernando Pessoa.


(-)
El Marinero, de Fernando Pessoa dos puntos
En una habitación circular, símil de la torre de un castillo, tres veladoras sentadas alrededor de un ataúd. Nadie se mueve. Hablan. Hasta hundirse, hasta que todo tiemble. Una de ella cuenta que soñó con un marinero. Náufrago en una isla perdida, el marinero dejó pasar los días soñando. Soñó un mundo.
"(...) Durante años y años, día a día, el marinero erigía en un sueño continuo su nueva tierra natal... Todos los días ponía una piedra de sueño en ese edificio imposible... Pronto iba teniendo un país que ya tantas veces había recorrido. Millares de horas recordaba haber ya transitado a lo largo de sus costas. Sabía de qué color solían ser los crepúsculos en una bahía del norte (…)"[1]
Al tiempo, logró vivir en ese mundo. Un día se cansó de soñar y quiso recordar su patria verdadera. Pero ya no existía para él, no le quedaba ni un vestigio. Su única vida era su vida soñada. “Vio que no podía ser que otra vida hubiera existido... Si de ni una calle, ni de una figura, ni de un gesto materno se acordaba... Y en la vida que le parecía haber soñado, todo era real y había sido...”[2]. Y cuenta la veladora que vino un día un barco, pasó por la isla. Y allí ya no estaba el marinero.
Heridas de muerte por el relato del sueño, por su simbología, las veladoras conversan temblorosas la irrealidad de cada cosa.



XII

Para caerse en la verdad hay que producir la verdad; es decir: subjetivarse. Es decir: MENTIR (mentir como traicionar el flujo del mundo). Para construir la verdad hace falta la maquina de mentiras. Hay que mentir (erigir una ficción) hasta que la ficción nos ampare. No hacerlo significa convivir con los codos de la ficción del otro. Vivir en el mundo de los otros.



XIII

Esto parece una apología: ¡hay que estar loco!
Puede ser. La cordura civilizada es también el límite del otro (que el otro pone) - ¿dónde lo pone? obviamente: ¡sobre nosotros! -. Además, basta mirar un poco: la cordura civilizada se parece mucho a la locura. Vemos la realidad, los días, periódicos, la tv, las vidas ajenas, las vidrieras y no podemos dejar de decir: ¡esto es la locura!
Claro: es la locura del otro. (la verdad del otro)
(¿de quién? No importa de quién: ¡siempre es de otro; de cualquier otro!
y siempre pesa sobre nosotros: es lo que hay que ser - o sea,
la inercia, la muerte -)



XIV

Este viene siendo un texto largo - para el interés de un internauta-. Nadie lee textos largos. Tengo que suponer que estoy a salvo. Además, tengo fiebre. Puedo alegar desequilibrio momentáneo. Y no corregirlo.




XV

Es que la locura hay que merecerla: hay que construirla. Yo creo que debe ser desde el arte hasta encallar en la vida, rozar sus costas. Si empezamos por elementos no artísticos, si tenemos fines mezquinos, si nuestras mentiras no son nobles corremos el riesgo de terminar como el doctor francés. Es decir, que yo no me acuerde de su nombre. No como Shakespeare o Jesús. Pero yo no sería tan enfático al afirmar esto. Tal vez el orden, los materiales sean misteriosos. Como Charlotte Corday. En todo caso, será memorable. La historia rescata - de alguna manera - a los que entraron en su propio sueño (al sueño que construyen). Descreo de que el elemento artístico no participe. En todo caso, la trama de esa vida será legible como pieza literaria. O se perderá.
Invariablemente.



XVI
Lo que pasa es que hay mucha gente en mi delirio.
///



[1] Pessoa, Fernando: O Marinheiro.
[2] Idem

4.12.06

poética del intersticio


Se queda mirando las cosas que escribió. Mira la montaña de papeles, después los desparrama por el escritorio. Debret Viana se enreda con el cadáver extendido que su tinta negra va rodeando. No logra comprender qué figura delatan sus letras: lo único que intuye es la absoluta falta de significado que emanan sus horas solas, volcadas en tantos papeles. Se pregunta - desestabiliza -: ¿qué es lo que hay entre texto y texto? ¿qué es lo que sucede en ese mágico intersticio que cualquier lector siente como un vacío divisorio, una respiración, una supervivencia (de la virginidad) del papel?



Se responde - porque llueve y hace frío, y no tiene dónde llegar -, alternativamente: nada y mi vida.


Y ninguna de las dos respuestas es injusta o falsa.

2.12.06

remembering vincent


La ventana de saint-remy






Hacía falta estar en un manicomio para ver el cielo arremolinado, lleno de tristeza y presagios. La ciudad duerme silenciosa, inerme – protegida de lo que no sabe solamente por no saberlo -, y la noche tiene allí el color de la noche, su sabor sabido, su serena marea de oscuridades.


Era necesaria la ventana de un manicomio (hospital Saint-Remy) para sentir el denso influjo de los espectros que respiran detrás de las apariencias, esas corrientes cargadas de letanía: pincel que vierte furiosos símbolos del portador del pincel; como si fuese el puente por donde la sangre se derrama, de las venas hasta el lienzo, estallando en coléricos colores – ondulante ebullición - que son como gritos, que quieren salir.


Despierta la noche del artista ante los ojos diurnos de tu cuerpo, desaprendido de su más profunda intimidad.


No había que aceptar la sencilla conciliación del sueño común; esa noche había que mirar las visiones oníricas con los febriles ojos de la vigilia: soportar el costo atroz de la verdad, fluyendo de las paredes, transpiradas. Era imprescindible la ventana de Saint-Remy: no importaba que estuviese cerrada; una pintura así es un paisaje interior: sólo puede ser pintado sin el mundo, dentro del convulsionado silencio del alma desolada: elíptica tormenta.



30.11.06

callar así es como estar gritando

un poeta en la posmodernidad



Si se nace sin venda en los ojos, se ve la vida
y los hombres tal como son... y es preciso
ser una bestia inmunda para prosperar aquí,
en la basura.
August Strindberg




soy un poeta.
trabajo la fibra sutil de la materia;
delicadamente.

me tocó en suerte
una época de bullicio.
me han sustituido
los gestos exacerbados de la industria:
la tv los productos fútiles el alcohol el estruendo eléctrico de guitarras vacías las películas de acción los peinados vestidos adulterios de las celebridades

no me va bien

soy un poeta
digo la música
del interior de las cosas;
destrozo mi cuerpo
para los retratos;
proféticamente.

pero todos
se van a la fiesta me dejan solo
mojando la pluma
en las llagas ...

no me va bien

soy el poeta.
logro del verbo la textura leve de la inexistencia:
si tengo algo que decir, lo hago
hilvanando silencios,
por eso cuando hablo
es tan sutil mi voz
que creen que he muerto
que estoy roto
y se van
donde haya más ruido

yo les digo no
es poesía
pero me rehuyen como si estuviese apestado

(creen
que las cosas se mueven porque están vivas
no saben que todo l
o arrastran los vientos
que plantarse
quieto
en la furia de las tempestades
es algo...

algo)

no me va bien
un poeta

descifro la muerte
inscripta
en las ondas satelitales las hamburguesas light los café descafeinados los libros de autoayuda las pastillas para adelgazar crecer pensar coger dormir recordar olvidar
detecto
la punta mojada
de la guadaña
en el deseo falso de las multitudes
que bailan
al ritmo
de la estática
del dial

no me va bien
soy poeta

el destello de mi alma
no interesa a nadie:
vivo en un pueblo adicto
a plásticos
anestesias
lentejuelas
antibióticos

mis poderes lumínicos los uso callado
lleno cuadernos dibujo
en los vidrios empañados


llevo intacta mi vocación al naufragio

no me va bien
soy po... un clown en un tiempo desfasado

un pobre clown
el circo arde en llamas
los animales gritan desde sus jaulas
bailan al ritmo del fuego
se ubican cerca
del aire acondicionado

que demora el calor de la hoguera
debo
hacerme cargo

de la devastación

poeta
clown
etc

(...)
resisto solitariamente
para una época diferente,

sin mí.

27.11.06

la cuerdas, horizontes del silencio


Capítulo XV: Afinación de la guitarra


Tómese la guitarra y afínesela del siguiente modo: la primera cuerda será un mi, la segunda un si, y luego un sol, un re, un la, y un mi.
Ahora deje la guitarra y salga a la calle. Empiece a mirar las cosas que suceden y trate de hallar un significado o una emoción en ellas. Hágase contar algunas historias del pasado. Después, enamórese. Incurre en ilusiones, padezca desengaños. Si se actúa con paciencia, no tardará en llegar la soledad y la melancolía. No se apresure. Al principio será un poco difícil, pero al cabo de un número indeterminado de años, se estará en condiciones de pasar al ejercicio siguiente.


Capítulo XVI: Ejercicio siguiente


Cumplido el ejercicio anterior, vuelva donde dejó la guitarra, revise la afinación y con los dedos índice y mayor toque la cuerdas al aire hasta que se pudra.



del Tratado de Música y Afines
de Ives Castagnino





/.:./

acaso alguna musa perdida no conceda, en el error de la madrugada, una melodía como esta:

Tristeza - Vinicius de Moraes / Toquinho

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25.11.06

progressive fading of reality

un raye posmo


A partir de las imagenes televisivas (de la guerra, el hambre, el sobrepeso, la muerte, el tránsito, los simulacros de la vida, las oscuras premoniciones ecológicas, la beneficencia farsesca, los noticieros, las publicidades, etc-etc-etc: puro porno: la pronografía de la miseria) no me queda más remedio que exclamar - con la voz hastiada de toda mi generación -: "no tenemos derecho a tomarnos la vida en serio".

La mediatización es un proceso de frivolización (la estadística es el funeral del hecho:



sensualidad de lo táctil
vs


¿acaso no sabemos quien ha vencido? - no nos traigas tus problemitas amorosos que 3.047.566 hugandeses viven con menos de un dólar por mes - ¿acaso no sentimos, de repente, en la noche, cuando nos levantamos del sueño y vamos a la cocina por un vaso de agua, no sentimos un sutil, inexplicable escalofrío que recorre la espalda, no sentimos la violencia silenciosa del ojo de los satélites (everawake)? : no, no tenemos derecho a asumir esas caricaturas epilépticas que hacen tránsito en las avenidas como la vida (aun cuando sientas los hilos brotando desde tus muñecas, aun cuando te arrastren hacia las intratables rutinas civilizatorias): sólo nos queda la serena contemplación irónica del derrumbe, sólo nos queda el espectáculo.





/-/

only remember: la ironía no es una respuesta; es una forma de convivencia... una forma triste.

23.11.06


soul attack




veces en las que lo de adentro surge violentamente hacia afuera, desborda las fronteras y el pudor, y las aguas etéreas, la llama metafísica se vuelve enardecida carne. una epilepsia del alma. es precisamente porque estoy así que ni siquiera puedo sostener la pluma, que mis tímidos poderes languidecen...

21.11.06

the lack of...

un párrafo,
unas líneas,
una frase,
algo
algo
algo
para justificar el día
desvanecido...
(sí:
¡my kingdom for a pararagraph! -
pero a beautiful one)

20.11.06

closing time (update)

torpe prosa cierta

Empiezo a hacer pie, un poco a los tumbos, en una época complicada, donde me toca la lúgubre tarea de cerrar muchas puertas (ya explicaré, llegado el caso, - por lo menos - mi partida de Buenos Aires). Existe la tentación - siempre latente - de dejar las puertas del pasado entornadas: acaso algo regrese, tímidamente (tuve mi vida cercada de cosas rotas, desparramadas por la casa, entorpeciendome el paso, tapando la ventanas, trancado la puerta, sin el coraje de arrancarlas de una vez, sometido a ellas como a una penitencia: eran cadenas). Cuesta aceptar que los únicos que regresan son los fantasmas, evocados por las corrientes más inferiores de la melancolía. Y si no fantasmas, apenas vulgares simulacros que ejecutan torpemente los vicios de otros tiempos (D. habla de M.). Harto de la sujeción de los hilos del tiempo, de tantas cosas que ya han expirado, he decidido patear algunas, cortar otras, y llanamente romper los vetustos rastros de las que quedaban, en lugar de seguir rindiendo tributo en los altares de mi ánimo diezmado. No organizaré una apología al olvido, no se trata de eso. Es un simple salto al vacío - con todos los riesgos que esto propone - cuando las vertientes nocivas del pasado se inmiscuyen en el presente con el anhelo perverso de conducirlo. He sido un cuerpo maltrecho, viviendo de lo que fui: me bastó, durante algún tiempo, aquello que había hecho (vanas medallas) para transitar los días sin padecerlos: una vacía bolsa librada a las corrientes de lejanos vientos. Era un presente falso, lleno de espectros, de souvenires, y ahora sólo me queda violentar la presencia del pasado (no de la memoria) para recibir - abierto - lo que brote del camino, sea lo que fuese (he dejado escurrirse tanta luz... he huido tanto). Estaba en ese proceso (trancando la puerta, rompiendo las cartas, guardando las fotos, abriendo la ventana, vaciando las valijas, despertando mi deseo, quemando las agendas) cuando surgió en medio de la habitación silenciosa una metáfora (en forma de hermosa canción) que acompañó, como un bálsamo, toda la terrible procesión (justo la preciosa voz de Michael Stipe), y la hizo más leve.
A veces pienso que esto de estar vivo no está nada mal.
.

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The rain came down
The rain came down
The rain came down on me.
The wind blew strong
The summer song
Fades to memory
I knew you when
I loved you then
The summer's young and helpless.
You laid me bare
You marked me there
The promises we made.
I used to think
As birds take wing
They sing through life so why can't we?
You cling to this
You claim the best
If this is what you're offering
I'll take the rain
I'll take the rain
I'll take the rain.
The nighttime creases
Summer schemes
And stretches out to stay.
The sun shines down
You came around
You love easy days.
But now the sun,
The winter's come.
I wanted just to say
That if I hold
I'd hope you'd fold
Open up inside, inside of me.
I used to think
As birds take wing
They sing through life so why can't we?
You cling to this
You claim the best
If this is what you're offering
I'll take the rain
I'll take the rain
I'll take the rain.
This winter song
I'll sing along
I've searched its still refrain
I'll walk alone
I've given this, take wing
Celebrate the rain.
I used to think
As birds take wing
They sing through life so why can't we?
You cling to this
You claim the best
If this is what you're offering
I'll take the rain
I'll take the rain
I'll take the rain.

19.11.06

el abstracto, el abismo

Encuentro esta sentencia en el diario de Wassily Kandinsy: "cuando el mundo se vuelve un lugar espantoso, el arte se vuelve abstracto". No sé si estoy de acuerdo (creo que no: el mal arte ejerce el realismo como espectáculo de la miseria; el Arte, en épocas de bonanza, utiliza la abstracción para desenmascarar las apariencias) pero en el universo estético la adhesión racional a un enunciado es profundamente redundante y superfluo: baste con que sea una excusa para justificar mis fotografías (esas que nadie entiende por qué saco), ¿no?




en Anatomía de los pasos solo

16.11.06

key



En tanto al texto anterior:


Hay que pensar en Kerouac (la prosa que mejor entendió el jazz), en cosas como "oh el dolor de tener que contar estos secretos aunque es necesario contarlos sino para qué escribir o vivir". Los Subterráneos es también mi biografía.

14.11.06

evanescencia

Hoy toqué, con mis palabras – improvisadas y densas, casi en mitad de la calle y de la conversación, cerca del atardecer – el alma de una muchacha (el alma: me niego a rebajar mi lenguaje a la mitología moderna y decir – por ejemplo – “la conciencia de una muchacha”). Fue un instante (furtivo furtivo episodio lumínico, un rayo metafísico en el tiempo de un parpadeo), pero sentí que haber salido de mi casa (la monotonía de las paredes cada vez más grises, los souvenires del pasado que no me atrevo a quemar) se justificaba. Ver la inflexión de su rostro la calma trastabillando el repentino proceso de extrañamiento el ingreso brusco en el revés de las apariencias la máscara resquebrajada revelando los rasgos bellísimos de una niña perdida y desolada su boca entreabierta incapaz de hacer pie (todo su lenguaje roto, estéril) (encima: con lo que a mí me fascina la soledad en la mujer, la tristeza). Dejó en mí una impresión profunda -la sensación de algo: algo trascendente (en fin: algo) – (como de haber pulsado un cartílago de la música secreta del universo: dos notas armónicas que se encontraban en medio del bullicio de las avenidas las máquinas la ciudad barata orfebrería). Estaban afónicas mis potencias proféticas (meses de aridez, de lejanía; meses de silencio: abdicando de la vida y de los otros, saltando de texto en texto – protegido por las ficciones - como quien huye cruzando un campo minado) y su conmoción (la presencia violenta de su vulnerabilidad, el destello incandescente de su inocencia surgiendo entre los escombros diurnos de lo rituales gestos civilizados) ante el único instrumento que sé tocar (la cavernosa verborragia de mi soledad: el único, y desparejo, espectáculo que puedo dar; allí donde me retuerzo las venas en mil morisquetas verbales, allí donde exhibo la sangre de la oscuridad con todos los lujos de la prosa) resignificó un poco la disposición de mis sombras, mi ánimo aparcado en la angustia; y no fue solamente vanidad: fue -¡también! – el signo de que, por algún fortuito accidente, por alguna casualidad de los vientos, los velos, las máscaras, los caparazones pueden derrumbarse (al menos agrietarse hasta ofrecer una hendidura – un pasaje (efímero; ¡qué importa!, un tímido conducto) y que la prisión de la piel ceda su imperio para que el milagro del contacto (un milagro muy raro) acontezca, y alivie con su paso (brevísimo: casi no ocupa espacio en el tiempo sucesivo; que ¡menos mal! es de los tiempos el menos habitado) las llagas las llagas que la perseverancia melancólica de Lo Real hundió en lo más callado de mi deseo desierto, harto de ansia, errante entre las ruinas de un cuerpo hecho de nostalgias de lo que no ha sido, y para las lágrimas (la tinta de mi lapicera) de lo que tuvo que ser, vanamente. Hoy toqué, con mis palabras, el alma de una muchacha: hermética como era se abrió ante mí en un maravilloso desconcierto. Es una cosa fugitiva (lo que dura una ilusión antes de volverse condena); pero tiene algo de comunión, algo que redime: me deja creer que tengo un alma (como se le deja creer a un niño en la magia) y que todos los desasosiegos que empleé en labrarla no fueron totalmente estériles – no fueron solamente literatura -.

12.11.06

dos notas sobre la escritura

La tinta es para el escritor un tímido hilo (en sí toda la tarea no difiere de la esperanza de Ariadna y de la espera de Penelope). Con él va recogiendo sus heridas, e intenta imbricarlas en una trama, darles sentido. ¿Espera que haya alguien, algo (una respuesta, una recompensa) al final de ese hilo? A veces sí (es un animal iluso, se confunde). Otras veces, - más lúcido y más gastado - no espera nada. Pero aun en esto está condenado a esperar: su posición frente a la hoja en blanco es la de alguien ante una plegaria, alguien que espera; a lo que no tiene derecho es a la esperanza: un escritor debe desesperar (esto último: Blanchot).



///





Cuando la tinta adquiere el cuerpo de una letra en el papel, es una cicatriz que no sabe cómo cerrarse. Por eso cae y recae en la desesperación de seguir escribiendo: el momento cuando, al final del hilo, pueda hacer un nudo y contener toda la sangre que está perdiendo (con la que escribe). Pero el final del hilo no existe (antes que el final, cubrirá todo el cuerpo, lo sepultará como una ceremonia mortuoria). Existe la muerte, pero no el final del texto.

*

11.11.06

espacio sagrado, espacio de aniquilación



Hemos creado muchas cosas para disimularla: los espejos, los teléfonos, la conciencia, la amistad, la ilusión del amor, la literatura, la mascotas, el buen día, el qué frío que está hoy, los cigarrillos, la música, el sexo, el abuso de alcoholes y sustancias, el recuerdo, el teatro, el tránsito, el mundo virtual, la familia, la anodina erudición, etc, etc: toda una maquinaria inútil para distraer el silencio, despojarlo de sus uñas (su ansia de trascendencia).
No son más que tímidos atenuantes, subrepticias metáforas; coartadas y vanidades.


/ / /


Le hemos dado un nombre justamente porque no la soportamos. Nombrarla es una manera – leve – de atacarla. La palabra es un límite: quisiéramos darle un cuerpo a la inabordable nada para que agote sus potencias, para extraditarla de lo incesante y volverla una eventualidad pasajera, superable. Decimos “soledad” para que por lo menos haya algo junto a nosotros (aunque sea el réquiem del lenguaje). Hasta este punto no sabemos estar solos, hasta este punto tememos ser una sola cosa en el universo.


10.11.06

epígrafe tardío



Educado en esta doctrina desprolija de corregir hacia delante, los epígrafes suelen aparecer mucho después de concluido el texto. Por ejemplo, esta vez, las palabras que pensó Maurice Blanchot para aproximarse a la exigencia de la muerte en Rilke calzan deliciosamente en el impreciso ensayo sobre Hamlet:


Debemos ser los diseñadores y los poetas de nuestra muerte.




...que viene de:



... no es nuestra propia muerte, sino una que nos llega al final, sólo porque no hemos madurado ninguna (Rilke).



Muerte extranjera que nos hace morir en el desamparo de la extrañeza. Mi muerte debe volverse cada vez más interior: debe ser como mi forma invisible, mi gesto, el silencio de mi secreto más oculto. Tengo que hacer algo para hacerla, tengo que hacer todo, tiene que ser mi obra(...).
(...): dar forma a nuestra nada, esa es la tarea. Debemos ser los diseñadores y los poetas de nuestra muerte.




///
La cosas me están llegando tarde, cuando ya las he dejado de buscar. Después de todo, sólo así se puede encontrar algo: después de que la idea del desencuentro se agotó en la espera estéril.

7.11.06

una ninfa



La conocí en las puertas del cementerio. No sabía todavía que era austríaca (ese fue un encanto posterior). Llegó a mí un sonido extraño y sutil, como proveniente de una máquina celestial que nunca había visto: una terrible ninfa armada con los poderes órficos: su voz, una delicada serpiente hecha con el material con el que se hacen las nubes. Por supuesto, arrasó mis defensas (soy insalvablemente sensible a la belleza) y quedé hechizado, preso de su acto de magia (que tuvo el poder de librarme hasta de mí). Supe que así debían sentirse los que oían el canto de las sirenas y se arrastraban, tras ellas, hacia la perdición. Supe, también, que tenían razón. Las paredes del cementerio: del otro lado los muertos (o sea: un espectáculo turístico). Y aquí, de este lado, tener un alma volvió a tener sentido.
La experiencia no es algo comunicable (en eso consiste la soledad), pero fue, más menos, algo así:




*

(Más tarde me enteraría que ese instrumento se llama hang, y que es suizo, que ella tenía 23 años, que se llamaba Andrea, que suele tocar por las calles de San Telmo, que es bailarina.
Supongo que, eventualmente, nos sobrepondremos al desencuentro.)

5.11.06

sherezade


Todo escritor está obligado a ser Sherazade: con historias debe entretener la muerte, que se acerca. Dispone solamente del verbo estetizado para postergar su destino. Al final, el camino hasta su tumba es una senda de literaturas.
Por otra parte, hemos actualizado la galería de fotos Anatomía de los pasos solo;
(cosas como:

2.11.06

love story I

Nostálgico: es una semana de agobio académico; tengo cercenadas las licencias poéticas. Pero, hace mucho, este relato inauguró la posibilidad de cuentos en Infimos Urbanos. Ha pasado bastante (la prosa ha sufrido la erosión del tiempo), y como me agota el caracter efímero de un blog, su predisposición hacia la vaguedad, lo frívolo y lo fugitivo, no me parece ocioso reaccionar recuperando la primer ficción deliberada que arribó a este espacio (que no iba a ser un territorio de ficciones, que no soñaba la dicha de un lector, y que no podía preveer su montruosa desmesura) cuando las primeras tentativas virtuales principiaban, casual y perezosamente.





Diario para seguir un sueño




“... and if he left off dreaming about you...”[1]

La mujer – una buena fuente de sueños.
No la toques
Bernardo Soares



I

El trabajo me deparó las mismas cosas en su mismo sitio. Más tarde, ensayar una obra de teatro sobre un hombre que miente a su mujer para poder amarla que se extiende, se bifurca, se complica y se demora, pagar patrióticamente las cuentas, besar a la mujer que amo como un ritual mediante el cual la libro al mundo. Ya en mi casa, dedicarme a la lectura en las horas quedas; y fue cuando, mientras de fondo sonaba "Green eyes" de Nick Cave, y yo extendía mi cansina visión metafísica sobre el áspero techo de un departamento alquilado, quedé dormido y apareciste vos.



II
Me quedan ahora ramas oscuras que solo sinuosamente me permiten entrever piezas sueltas del sueño. Íbamos en un auto, con otras gentes sin rostro, que yo no conozco pero trataba como íntimos. Regresábamos de una suerte de fiesta -y es raro soñar con fiestas porque yo nunca asisto a ellas: con violencia me aburren, me cansan -. Vos preguntaste la hora. Era de noche, y alguien respondió las seis y cuarto. Decidiste bajar del auto y yo entendí que era temprano para llegar a tu casa y que preferías caminar un poco. Acepté que esa era la avenida Acoyte, aunque en nada se asemejaba. Pensé en bajarme del auto a unas cuadras, pensé en alcanzarte. Lo que supe, de repente, fue que ya te había encontrado, y era en un callejón oscuro y lleno de árboles de hojas opacas que se estremecían como lluvia y muros grises de una antigüedad y una tristeza milenaria: estabas ahí, frente a mí, esperando. Yo te dije que recién entraba a las 9, pero pensaba en cómo iba a hacer, porque sabía que en el trabajo debía estar a las 7. Vos dijiste que teníamos tiempo, - ¿querés tomar algo?-.



III
Lo siguiente que recuerdo es que era un claro día de sol, pero era el mismo día. Caminábamos juntos vos y yo -tenía que ser la tarde- por parques preciosos que la arquitectura de Buenos Aires no se ha permitido. Pienso ahora que ya he visto en otros sueños[2] el parque laberíntico por el que cruzamos sin perdernos, ni darnos cuenta del riesgo, ni de lo que habíamos encontrado: esa inconsciencia la del romance. Había visto esos parques, pero nunca esa laguna redonda, perfecta, quieta, nunca esos puentes de piedra, anacrónicos, que decoraban nuestras conversaciones con un contexto bastante siglo XIX (sus novelas, por supuesto).



IV

La espesura de las paredes del parque era profunda; cada tanto escuchábamos un rugido que se alzaba en la lejanía y ya sabíamos hacia dónde no teníamos que dirigirnos, porque detrás de ese estruendo feroz había una bestia que nos quebraría de un solo zarpazo. No nos parecía terrible, sino parte del paisaje. Era como reparar en qué dirección vendrían los autos en una avenida vacía. Nos detuvimos cerca de una fuente vasta pero superficial. Miramos las estatuas que se movían en el centro de ese acuario, cumpliendo incesantemente sus dos o tres gestos rituales. Vos te apenaste un poco al recordar que ellos habían sido hombres alguna vez, antes de que la piel se les secara hasta volverse de helada piedra. Yo te consolé mal, diciéndote que ellos no eran sino una metáfora precaria de cada espectador. Exhibían la impenetrable piedra hacia almas cerradas con el mismo material. Estas cosas las dije con tristeza, y no con mi usual cinismo. Tal vez por ese tono en mi voz, te acurrucaste en mi pecho, tiernamente.



V
Sé que hablamos de todo. Sin embargo, ignoro si es que no recuerdo las cosas que dijimos o si en el sueño yo acepté ya haber hablado de todo. Vos estabas rodeada de un aura divino[3]. A mí las cosas se me confunden un poco, y recuerdo que era de noche, que yo tenía que irme. Algo había pasado -tal vez algo se había roto- y vos me decías que me querías. Para mis adentros, vulgarmente, creo haberme jactado. Yo te decía cosas lindas que sé decir para endulzar lo imposible de tu verbo. Yo me tenía que ir. Vos llorabas. Me dijiste "es la primera vez que estoy enamorada", y nos besamos; y no era un beso de amantes con ese fuego abrasador que vence los párpados, sino una caricia compasiva.



VI

Nada me ha pasado en este día que recuerde más vivamente que el sabor de tus lágrimas, ese salado altar que me redimía. (Pensé, mientras se extendía el instante del beso, que ahora tendría que dejar a mi mujer, imaginé la situación, la ví frente a mí, atravesé la idea de la pena, y luego llegué a mi vida con vos, ya inevitable) Todo era precioso y tan triste. Cuando desperté ya eran las 12am y cené comida recalentada. Murmuraban a través de mí las marcas calladas de un sueño que había tenido y ahora no podía recordar. El encanto de lo poseído y perdido. Sólo sabía que me había sentido tan bien. Vi una película de Fellini y a las 4am, mientras leía un sueño de Talita en Rayuela, me llegaron las coordenadas mínimas de esa caricia onírica que brilló mi día. Si tengo la necesidad de escribirlo es porque no quiero perder la sensación de ese sueño, y no porque pretenda literatura. Por eso escribo, diminuto y simple, sin trucos: abierto.



VII
Yo sé que mañana indagaré en tu rostro rastros del sueño que hoy me ha desvelado. También sé que serás otra cosa, distinta por completo de aquella enamorada muchacha que soñé. Hablaremos cosas que se hablan, y vos no sabrás que me has besado, que yo probé la sal de tu sangre. Solamente resta un desierto de vigilia, allí donde no podes interesarme, junto a las horas sucesivas y la inmediatez de estar vivo. Pessoa diría conmigo: ¡Qué nostalgia de la que nunca has sido...!

VIII
Tu nombre lo sé apenas y de tu apellido me enteré hace poco. Yo seré para vos un manojo de gestos intelectuales. No pasaremos de compartir juicios y sentimentalismos sobre algunos libros en que, solitariamente, coincidimos.
Tu cara habitó un fantasma hermoso.


IX
Detalle narcisista: pensé en darte estas palabras, en alcanzarte este texto como si fuera literatura, y secretamente mirarte mientras lo leyeras. Para qué, no lo sé: para ver si algo brilla o trastabilla en vos, para ver si eras vos la que cruzó conmigo los puentes de piedra y saló mis labios con el néctar más triste, o si el sueño es solamente otro episodio de la soledad, apenas ese mismo fantasma travieso de lo que no hay ni puede haber que ha tomado tus ropas para burlarme otra vez y dejarme herido, persiguiendo un cuerpo ya vacío.

X
Te encuentro, dos meses después: definitivamente no sos la misma que soñé. Cuando te soñé no te conocía: supongo que por eso eras habitable por la ilusión –aunque yo, despierto, no lo supiera. Luego, vinieron días, te volviste humana. No es culpa tuya: someter tu destino a cumplir un libreto que mi deseo expone en el teatro nocturno es una cruz que nadie merece. En todo caso, tu imagen ha sido el soporte de un precioso espectro: de alguna manera eso te justifica (aun siendo que últimamente solo me das bronca porque te encuentro vulgar, torpe, vacía y sin nada para decir). Me queda este texto: saber que algo de mí fue dicho, y no importa demasiado que yo todavía no sepa leerlo.



XI
Sucesivamente, en mis noches el rostro cambia. Otras mujeres, otros recipientes sirven de símbolo para exaltar mi soledad. Pienso que también el amor es siempre el mismo; nuestros amados son excusas de la necesidad del sentimiento.

XII
Como las pesadillas: el horror es mío, pero la imagen que se identifica con ese horror viene después; se fabrica como una coartada para justificar el horror. Pero también me ayuda a comprender mi horror a través de una metáfora. Lo terrible: paso la vida temiendo a metáforas, sin tener idea de la fuente de la pena. Desandar ese camino, de lo literario hacia la expresión, deben ser pasos difíciles. Un camino que termina en el nombre verdadero. Entre tanto, tu imagen – y otras tantas – son como urnas preciosas donde mi vista puede descansar y encandilarse; los receptáculos donde vierto el flujo de mi pena hasta viciarle la forma. Está bien: te dispenso de acoplarte a mi idea de vos.




fin





[1] Las Ruinas circulares.
[2] Hablo de otros sueños pero: si hay otros sueños no lo sé –aunque nada sé-, pero me es grato imaginar que existe un solo sueño, que es el preciso reverso de la vigilia: no producimos un sueño, sino que regresamos a él.
[3] (yo ahora pienso en Benjamin: delicia onírica: allí ni siquiera se me cruzó Benjamín; idea de ideal: acaso allí yo, salvado, ni siquiera era yo: la última redención).

________________

El cuadro: Monet: el parlamento

30.10.06

the man who wasn´t there


-


Encontré, en medio de la vacía travesía mediática, esta delicada - y siniestra - pieza literaria:



when i was going
up the stairs
i met a man
who wasn´t there
he wasn´t there again today
i wish i wish
he´d go away.



///


el cuadro: Munch (el Kafka del color); Tarde en la avenida Karl Johan