26.3.05

Continúo un poco más la comidilla. Esto es una nota en servilleta que quien sabe si acabó siendo carta o no. Sigue la trama abierta en la carta previa. Acaso es la última de la colección: no encuentro placer en exhibir penas ajenas; pero me parece que todo texto sangrante merece un espacio.
"Todo vínculo con vos me ensombrece. No te necesito en mí; no quiero tus favores. Te acercás como un chantaje. Yo no sé cuánto tiempo habré de odiarte (es la medida de que te quise); yo no sé cuánto tardarás en volverte insignificante. En vos no encuentro ningún rastro de la que quise: vos la asesinaste. En mis propias cosas, en mis costumbres hay todavía piezas de la mujer que quise (yo me quemo con ellas; me saltan a la cara en plena noche, me arañan cuando abro cajones buscando otra cosa y siempre encuentro el pasado, escupiendome). Toda mi vida está manchada con los rituales y hábitos que manteníamos. Pero esa mujer ya no existe: a vos solamente te reconozco como el lugar donde debo derramar mi ira, gritar mi bronca, vaciar mi pena. Pero no sé cómo hacerlo: soy elegante y soy inmaduro: no sé mostrar que me duele (y encima me aplauden ese coraje, me aplauden la máscara que aseguro frente a mi ajado rostro, y entonces no puedo hacer nada excepto sostenerla más firmemente, aunque yo no crea en ella me entrego a las audiencias). Todo lo que sucede es un signo de la herida que abriste, todo me da ganas de llorar. Pero ni siquiera. No sé hacer nacer una sola lágrima en mí: quiero querer llorar. Pero solamente escribo cosas así. Quisiera darte mi dolor, pero solo lo hago para lastimarte. Quiero contar historias, y todas son mi dolor: cada letra que escribo me regresa a esta habitación, esta carta que no te envío. Quiero saber qué estás pensando y quiero haberte olvidado para siempre. No entiendo en qué lugar estoy parado: hasta mi prosa siento agitada. Te culpo de haber matado lo que yo quería. Triste que el muerto que lloro y el asesino que odio sean el mismo."