24.3.04

Reconstruction

Voy a ver una película -porque qué se puede hacer sino etc-. Cuando salgo, ya no soy el mismo. Una película danesa me ha trastornado: se ha conmovido mi suelo y durante una semana no sacaré su inflexión de mi carne; incluso mi respiración transita un ritmo diferente.
Acaso he realizado la más drástica utopía tramada. Una pélícula danesa, al menos por un tiempo -sagrada brecha- me ha tornado otro.
Tal vez sea dulce el logo romántico "come share my life". Yo lo considero impreciso. Nuestro deseo requiere movimientos más hondos, más violentos que el de compartir aquello que ya somos. Pienso que la figura de quien ama lleva estampada la frase "come change my life".

23.3.04

such a broken mirror names my face



emboscada de los espejos: utilitaria la imagen, no solamente por el deleite estético, sino para enunciar de paso el necesario, inevitable narcisismo que implica abordar una página a la vez íntima y pública. El atributo perverso asoma cuando esta tibia denuncia, esta revelación de la conciencia multiplica el éxtasis exhibicionista. La única redención no puede darse desde mí: que no haya lectores; después de todo fotos dispersas de un alma a quién le pueden importar.

18.3.04


Las horas



Son las 20.30 de un diciembre rojo. Sobre las cosas se sienta -tiernamente- la noche, su progresiva, ineluctable sombra. Estoy en el parque Rivadavia; solo; vengo de leer algunos capítulos de "El Pasado", de Alan Pauls (meses después, desencantado, pensaré que su única fortuna reside en la posibilidad de identificación: el lector se identifica con anécdotas banales). Estoy triste, pero porque soy triste: no preciso motivos particulares para articular mi congoja - y en todo caso, me los invento-.
Veo
parejas arrojadas sobre bancos del parque como si para siempre se hubieran rescatado de la muerte. ("NO ESTOY CELOSO") Veo en ellos gestos típicos, como si vaciados de su subjetividad fueran en realidad no esa historia íntima, única que naufraga de los horarios, entregándose golosamente en los pliegues de la civilización, sino una terrible expresión dogmática, una petrificación del gesto arquetípico que cada hombre cumplirá -creyéndolo propio y merecido- determinada cantidad de veces a lo largo de su vida (pienso en un sueño que Borges sufrió en Alemania): esos gestos me recuerdan tambien a mí, a algunos que yo fuí.


Triste y resignado, pienso: No hay caso: todas las parejas son - como el fuego de Julio- la misma pareja (que obedece sus ritos como en una milenaria ceremonia mecánica). La gente sigue yirando errática, con su inmóvil brújula cotidiana apuntando a ese norte asfaltado donde el día es un manto de mecanismos sin sobresaltos. Las cosas en su sitio.


Yo - herido-
como en cada naufragio, me extiendo sobre el pasto;
crucificado.
Descubro la belleza del instante: ya es noche, pero las nubes que pueblan el cielo son rojas, no furiosas, pero sí plácidas, confortantes, abrasadoras.
Sonrío, salvado.
La gente continúa su labor de ser gente. Su suizo ritmo invariable y helado. Yo mismo, dentro de un rato (acaso luego de este texto que me/te interrumpe) tendré que retomar mi día y mis horarios dejados en la suela de mis zapatos. Asumir la gris responsabilidad de ser un gesto más que acompañe el movimiento que, por simple repetición, clava al cotidiano el velo transitable de su ficción. Antes de insertarme, y a pesar de hacerlo, este rojo difuso y penetrante es mi amuleto. No me interesa la posibilidad de un dios: pero es santo este intervalo que conservaré, quizá, vagamente en estas letras que lo aluden, para que al releerlo pueda, como ahora, respirar mejor y respirar en serio.
Sé bien que mi derrota es incuestionable, que no es heroica y es común. Nada me salva de la especie, salvo este instante.
Y su nostalgia.

Viviré horas y décadas fugaces y en las cuentas finales habrá dado lo mismo mi participación mecánica o mi ausencia definitiva.

Es triste estar vivo.
Lo único que duele de la muerte es la vida.

(parece un grafito pelotudo, pero no.)


Godard tiene razón: un adulto no existe. Todo mi rostro es una mueca difusa, un confuso deseo transfigurado: estoy perdido, y no hay respuesta que me resuelva. Las/Mis preguntas son juegos con sombras.

(que esa morocha me mire felina por sobre el hombro de su amante, ¿qué puede significar? Indudable: el pasaje de regreso a estar vanamente vivo, con todos los componentes intrascendentes que urden las horas.)


Seguiré como se sigue. Pero, ¿en que rincón de mis pupilas quedará marcado ese rojo? ¿No será que en otras pupilas que no las mías se ha trazado también sagradamente mi redención?
Ese rojo no puede ser entendido sin que arañe los ojos. Sin que desgarre los espejos.
Pero sigo solo (enredado entre las sombras potenciales de algún Otro específico; pero solo).


Y descrifrar pupilas no es un destino.

16.3.04


Hoy- que es un espacio indefinido entre dos vacíos- descreo de la posibilidad de la poesía: todo lo que sucede, en cambio, es registro (registro de estados mentales, emocionales o cosas que atraviesan).
Poesía esta noche me parece el nombre dado a esa ambiguedad subjetiva. El registro sucede: materializa lo etéreo (lo aéreo). Digo cosas, y cuido las palabras con que digo esas cosas; el grado de artificio con que las digo es impertinente.

Esto no es un atentado hacia el artificio; simplemente esta noche siento su inexistencia, percibo que todo ha sido solamente maneras de decir, formas de significar: no existe un trabajo, una deliberada pincelada hacia la belleza de la forma del enunciado: hay apenas enunciado, la forma empleada es solamente un modo de significar (acaso el único modo posible de expresar una subjetividad a través de símbolos compartidos).
De aquí se deriva que toda belleza es el nombre que doy al proceso de identificación (esencial, no necesariamente personal). Esto yo no lo creo, por tanto me detengo.

Pero esto sucede hoy; mañana seguiré limando versos con la paciencia mezquina que la arquitectura de mi celda me provee.


apuntes para otros textos:

Digo siempre más de lo que digo (cantidad fónica) y menos que lo que quiero (decir). Guardo entre mis silencios un deseo de expresar -de librarme- insaciable (detalle: escribirse para arrojarse lejos; literatura del yo como una maquinaria delicada para despojar los espacios del acto de la configuración del yo que no queremos ser -que no podemos seguir siendo-; desnudarse es salvarse, es ser otro (pero otro nuevo). De lo que deseo decir obtengo mucho material; nunca digo lo que quiero -mi deseo no se hace carne- y tengo que contentarme con muchas palabras -rodear el deseo sintácticamente- y nunca me contento: quedan detrás cuentos, poemas, ensayos; y a mí no me encuentro.
(qué otra cosa esperar: el yo no es reductible a un sistema de símbolos (aunque fue mediante la palabra que se crearon las cosas -pero mitos))

15.3.04

Pero el principio no tiene sentido, no significa nada. Porque es en el final, cuando terminan, que las historias empiezan.

13.3.04

Un principio...


("first there was an explosion(...)")


No había sido tramado en el devenir de mis escritos una publicación web. No creo someter tantos vanos papeles sueltos al escrutinio decidido de un público; el empleo dado a este formato de exposición es, a los usos de mi caracter, meramente organizativo. Mal comprendo el fenómeno de exhibición como necesidad; fenómeno del que puedo formar parte. Después de todo, en el artificio mentado de las palabras electas y limadas, mi pulso abierto se ofrece a los ojos masivos (bue, masivos..., sospecho que la exhibición me torna proclive a los delirios de grandeza). Desconozco a esta altura del principio, de qué manera dispondré de este espacio -de mis cansancios-.
No es escaso mi esceptisismo: si concedo mis pliegues, mis borradores a un posible público es precisamente porque lo estimo imposible: seré -al menos en el paisaje de mi desolación- el único lector de mis devaneos inermes. Vanidad es pretender otra cosa.

Decente, formal sería exponer aquí algunos indicios que estructurarán esta página. Ofrecer tal sinopsis implicaría el conocimiento de mis voluntades acerca de este proyecto. Entonces, será otro día. Mientras tanto, una vaga niebla que nada dice, que nada quiere decir: y siempre significa mejor.