20.6.10

solo

Soledad = no tener a nadie en casa a quien poder decir: regreso a tal hora o a quien poder hablar por teléfono para decir: ya regresé.



Nota del 11 de noviembre de 1977
Diario de duelo
Roland Barthes

14.6.10

blancura

Despierta en mí esta idea: un hombre que llena páginas – con lo que puede, con mentiras, porque las cosas ciertas se le acabaron en la séptima página – para combatir la cegadora blancura del papel. Tiene, con su tinta negra, que disminuir la blancura de la hoja porque esa luz lo cegaría. Y se queda ahí, toda su vida, anclado frente al escritorio, escribiendo, para combatir un resplandor del que su sola idea le quema los párpados. Y con cada palabra terminada, sueña la noche, para descansar de una vez de la luz, y de luchar contra la luz. Su tinta trama la noche, pero no le alcanza más que para estar ocupado, y no tener que sentir la blancura de lleno, ni el atardecer que detrás, en la ventana, empieza.

11.6.10

end times

"Por favor no me corten para saber cómo morí
Yo voy a decirles cómo morí

Cien Lofepramine, cuarenta y cinco Zopiclone, 25 Temazepam, y veinte Melleril

Todo lo que tenía."



fragmento de 4.18 Psicosis
de Sarah Kane

8.6.10

estética

Postergar indefinidamente la cognición del objeto, enredar los hilos que conducen al origen, pactar con el extravío, la disolución y la ilusión la cercanía de cada sombra que entrevimos detrás de los velos que nunca escondieron nada, pero fueron solidarios con el sueño: ese es el destino silente que yace en todo: el culto a las apariencias diferidas.

Cabe sufrirlo, o hacer de él una estética.

2.6.10

inwards

 una lábil transparencia nihilizante

0
desvío
Despertar otra vez a mitad de la noche después un sueño extraño para ya no poder dormir.
Sentarme en la cama para tratar de escribirlo e ir notando, mientras las palabras no aparecen, que lo pensable de ese sueño era muy poco y el resto (allí donde puedo hacer pie) se desmorona.

1
la ficción penitente
Es una dolencia a la que me he acostumbrado. Cada vez que quiero relatar algo que he visto o me ha pasado, me saltan a la cara abismos, grietas (gaps), vacíos entre las secuencias del evento que no puedo suplir salvo falsificando sucesos y detalles circunstanciales. Pronto, la cosa que quiero decir, en el mismo gesto de decirla, se me vuelve ficción. Si yo tratara de sostener una lealtad estricta a “lo que realmente pasó” estaría condenado al balbuceo, a la errancia, al soliloquio ininteligible. Suelo pensar que quien produce ficción no es ya alguien en posesión de un don, o de una vocación: no es algo que pueda decirse: es la constancia del fracaso permanente de reponer lo real.

2
reincidencia
Trato - con mucho esfuerzo- de registrar algo. Me entristece (y fascina) el hecho de que al despertar el sueño me parecía absolutamente comunicable, pero en el momento en que quise explicármelo (cuando me pregunté: ¿qué fue lo que pasó?) salieron a mi encuentro lagunas que no pude resolver, y mucho más de la mitad del sueño se me hizo irrecuperable. La otra mitad (o algo menos) se volvió elusiva, pantanosa, entrevista a través de nieblas y densas ramas de árboles de un bosque nocturo e irresoluble..

3
detalles verosimilizantes
Me siento en la cama. No prendo la luz. Jésica duerme y no quiero despertarla otra vez, como en el sueño. Modigliani, cuando ve que me despierto, se acerca y se viene a acostar sobre mis piernas. Permanece allí casi todo el tiempo que dura la escritura de este texto. Hasta que estornudo, y se va. Lo oigo dar un leve maullido desde el pasillo. En algún punto de la escritura, vuelve.
Entonces. Me siento en la cama. Y escribo: despertar otra vez a mitad de la noche después un sueño extraño para ya no poder dormir. Escribo: otra vez un sueño dentro de otro. Sueño una cosa, y despierto falsamente a otro sueño (que ya no considero sueño sino territorio despierto). Y lo más terrible del caso es que en este segundo sueño tengo plena conciencia del sueño anterior. A ver. Algo así.

4
algo así
El primer sueño es de orden fantástico. Por desgracia, la mayor parte la he olvidado. Solo resta su sensación. Buena parte de lo que más o menos recuerdo ya no es lexicable. Tenía sentido en la sucesión de imágenes. Pero en su recuperación es incoherente. No sé cómo comienza. Sé que es la casa de mis abuelos. Desde luego, es y no es la casa de mis abuelos (es más grande, mis abuelos no están, hay otra gente, yo no soy yo, etc.) Hay niños jugando en el jardín - que es rectangular y muy alargado, con forma de boulevard, con dos largos pasillos. Ha atardecido y la puerta ya no se distingue. No sé cómo contar lo que ocurre porque no lo comprendo. Se ha recibido un texto o un enunciado que alarma a todos y sin embargo nadie entiende. Lo piensan, lo discuten pero

5
el enigma
no logran descifrarlo. Hay bastante gente, tal vez 10 personas aparte de los chicos. Tiene algo que ver con los libros.
Precisamente con el lugar donde están ubicados los números de las páginas. Hay algo que preocupa a todos de este enunciado (que no recuerdo y que no sé si supe) y si bien guardan un cierto temor terminan decidiendo que es un balbuceo que no pueden penetrar, probablemente algo escrito por un loco que no tiene ningún sentido, y lo dejan estar.

6
plot
La escena progresa, se come algo, se habla de cosas. Ningún sobresalto. Los niños, que habían sido llamados a la casa hasta que se resolviese el enigma, insisten con que los dejen salir a jugar. Salimos todos al jardín y los niños corren. Vamos a jugar a las escondidas, dice alguien. El clima es modestamente festivo. Pronto ya no se distingue ningún niño. El personaje que encarna el Yo del sueño (desde el que mayormente veo las escenas transcurrir) sonríe tontamente desde la puerta de la casa, tal vez divertido. Luego, - súbitamente – comprende. El acto de comprender es en él como si le golpeasen con un palo en la cabeza. Y su cara se desfigura de horror. Comprende mucho más que yo, que no termino de hacer visible lo que ha pasado. El comprende que era obvio, que cómo no se dieron cuenta antes, que el diablo vive en los números (no en todos: solo en ciertas figuras: ¿cuáles?) de las páginas de los libros. Yo no sé qué significa esto, pero en el sueño este personaje comprende, transfigurado por el pánico, que eso implica que el diablo se está llevando a todos los que en ese momento se detengan en un espacio oscuro. Parece que va a decir algo, pero siente que es demasiado tarde. El silencio que queda es un silencio sin niños.

7
la mismidad de lo otro
Y me despierto. A otro sueño. Quisiera ser enfático con esto porque se trata de un asunto que me ha pasado ya muchas veces y nunca ha dejado de preocuparme. En este otro sueño soy yo (y es mi cama, mi ropa tirada a un costado, casi los mismos muebles, etc). Y estoy despertando del sueño anterior. Estoy en la cama, Jésica duerme. Es una versión de mi habitación. Trato de no despertarla pero estoy inquieto. El sueño anterior me ha dejado atemorizado (como si realmente lo hubiese comprendido). Tratando de no abrir aun los ojos, avanzo tentativa y lentamente, en la reconstrucción de lo soñado. Percibo que puedo hablar sobre el sueño, pero cuando quiero nombrarlo, o necesito recurrir a cosas que ocurrieron dentro del sueño, ya no las encuentro.

8
la palabra y el devenir eco
Este Yo del segundo sueño sabe que ha soñado con un relato suyo. El ha escrito ese sueño a modo de cuento, y parece ser que ese cuento sé ha vengado regresando como pesadilla. Sin embargo, hay algunas diferencias. El sueño ha perfeccionado el relato. Algo que parecía arbitrario en el relato, en el sueño resulta armonioso y perfecto. Y este otro Debret, obsesivo, se dice a sí mismo: tengo que registrar ese sueño antes de que lo pierda; lo importante es el relato: tengo que recoger y saber usar esta información, no importa de donde haya venido.

9
escribir naufragar despertar
Y Debret se sienta sobre su cama, toma una libreta y escribe. Y parece entender lo que escribe. Toma notas, casi compulsivamente. Y a medida que avanza, empieza a tener miedo. Lo veo: se queda quieto, se muerde el labio inferior, niega con la cabeza, o simplemente mira la nada, suspira. Yo quedo un poco afuera de esto. No sé bien qué pasa pero Debret ya no puede seguir escribiendo. Deja la libreta, y abraza a Jésica. Trata de refugiarse en el calor de su cuerpo dormido. Pero el miedo se le vuelve una suerte de sufrimiento físico, y da vueltas en la cama y balbucea sin sentido. Jésica se despierta. Le pregunta qué le pasa. Y Debret quiere explicarle pero no sabe cómo. Casi iba a tratar, pero no confía en las personas como en las libretas y se calla. Las cosas se ponen difusas: el sueño trastabilla y empieza a revelar su condición de sueño, abandonando de una vez su inusual verosimilitud. Debret se levanta, busca su iPhone y cuando lo encuentra esta mojado. Todavía funciona, pero le echa la culpa a Jésica. Discuten. Modigliani se refugia debajo de la cama. Ella se ofende y sale de la habitación. Debret la sigue. Entra a una habitación muy grande, llena de camas. Más de 20 camas. Una de las paredes es de vidrio y da a una avenida. Jésica está ahí, lo está esperando con una sierra eléctrica en las manos, y Mario Barakus entra en la escena y le quiere explicar cuál es la mejor manera de untar tostadas. Pasan cosas que no recuerdo, la narración se derrapa, inconsistente, y despierto.

10
fetch
Esta vez, despierto a este lugar. Cuán verdadero será no puedo saberlo. Prefiero evitar la trillada inquietud de los soñadores soñados. Pero es el mismo lugar desde donde escribo este texto: mi vida. Al principio estoy oprimido por el horror del primer sueño. Me digo para mí que tengo que tomar notas para corregir mi relato. Pero cuando trato de pensar en el sueño noto que no tengo idea qué significa. El “todo” del sueño es una mera sensación, y las partes que me quedan a mano son poquísimas, y arcanas. Siento pena, como siempre que extravío una trama, y noto que tampoco escribí un relato ni remotamente vinculado al primer sueño. Ahí caigo en cuenta de que es el segundo sueño el verdaderamente perturbador. Donde mis cosas estaban duplicadas y vivía una versión mía. El solo hecho de que un sueño mío sueñe algo, despierte y logre hacer un relato de lo soñado (tenga conciencia y memoria de su sueño - y encima lo comprenda mejor que yo-) es algo que me espanta (me induce a sospechar un carácter fatalmente relativo en la vigilia, y con esto la gratuidad de cada cosa, la dádiva del azar que es cada segundo).

11
an ode to the dream shaper
Claro que sería ilícito que justo yo me ponga a renegar de los sueños. Debo buena parte de mis relatos a tramas que se principiaron en ese espacio onírico. Tal vez fui mezquino y abusé de ese puente, y traje demasiadas cosas de ese otro lado, y en uno de esos trayectos algo mío se cayó, y quedó allá, y su nostalgia de este lado con el tiempo se hizo sueño, y soñó, para consolarse, con todo lo que había aquí creando espejismos y duplicaciones aproximadas de todo, hasta de mí mismo. No lo sé. No sé nada. Me parecería insensato que no existiese una sanción severa para aquel que hace visible lo que ve en el territorio onírico. Se trata de algo tan poco noble como el comercio con los muertos. Temo incluso que los objetos de la casa sean cosas largamente dormidas, que en cualquier momento pueden despertar. Y recuerdo a las estatuas, y siento su petrificación como un longevo sueño donde traman la venganza. He sido arrastrado hasta la paranoia de las cosas quietas.

12
habría que haber terminado este relato antes
Jésica duerme, inmune a mi sueño. Todo lo que ese sueño movió en mí, todo lo que desesperó ha pasado sin que ella sintiese siquiera el más leve roce de las imágenes que visité. Me pregunto - detenido un instante mientras busco las pantuflas de bugs bunny que Modigliani siempre lleva debajo de la cama - si también ella será el sueño de alguien. ¿Alguien estará soñando con algo bellísimo que duerme para que yo, creyendo que vivo, me detenga a contemplar semejante acontecimiento estético en mi cama? ¿Un cuerpo que sueña, no es un cuerpo deshabitado? Divagues de un diletante insomne. Es hora de tomar café.

13
a veces divagar encalla en el principio de una forma estética (como un cuento), 
y a veces, no
Pero lo que no logro superar del todo es la nostalgia de ese cuento que el otro Debret escribió y que yo ignoraré siempre. Arriesgaría lo que tengo por volver y aunque sea lograr espiar un poco la libreta del otro. Pero tendría que matarlo primero. No sería difícil, porque lo conozco y sé sus maneras y sus vicios. El problema es dónde esconder el cuerpo. Claro que si alguien lo encontrara no sería tan grave. A lo sumo, podrían acusarme de suicidio. Quién sabe qué cadena de eventos desencadenaría eso. ¿Existe un tribunal onírico? ¿El otro Debret habrá soñado alguna vez conmigo?¿Fue simplemente un episodio de mi interioridad, o habita ese otro lado y también planea mi asesinato? Me pongo la bata, voy a la cocina, pongo la pava en el fuego y trato de imaginar las palabras del cuento. Todavía no son las cinco.


fin