30.11.06

callar así es como estar gritando

un poeta en la posmodernidad



Si se nace sin venda en los ojos, se ve la vida
y los hombres tal como son... y es preciso
ser una bestia inmunda para prosperar aquí,
en la basura.
August Strindberg




soy un poeta.
trabajo la fibra sutil de la materia;
delicadamente.

me tocó en suerte
una época de bullicio.
me han sustituido
los gestos exacerbados de la industria:
la tv los productos fútiles el alcohol el estruendo eléctrico de guitarras vacías las películas de acción los peinados vestidos adulterios de las celebridades

no me va bien

soy un poeta
digo la música
del interior de las cosas;
destrozo mi cuerpo
para los retratos;
proféticamente.

pero todos
se van a la fiesta me dejan solo
mojando la pluma
en las llagas ...

no me va bien

soy el poeta.
logro del verbo la textura leve de la inexistencia:
si tengo algo que decir, lo hago
hilvanando silencios,
por eso cuando hablo
es tan sutil mi voz
que creen que he muerto
que estoy roto
y se van
donde haya más ruido

yo les digo no
es poesía
pero me rehuyen como si estuviese apestado

(creen
que las cosas se mueven porque están vivas
no saben que todo l
o arrastran los vientos
que plantarse
quieto
en la furia de las tempestades
es algo...

algo)

no me va bien
un poeta

descifro la muerte
inscripta
en las ondas satelitales las hamburguesas light los café descafeinados los libros de autoayuda las pastillas para adelgazar crecer pensar coger dormir recordar olvidar
detecto
la punta mojada
de la guadaña
en el deseo falso de las multitudes
que bailan
al ritmo
de la estática
del dial

no me va bien
soy poeta

el destello de mi alma
no interesa a nadie:
vivo en un pueblo adicto
a plásticos
anestesias
lentejuelas
antibióticos

mis poderes lumínicos los uso callado
lleno cuadernos dibujo
en los vidrios empañados


llevo intacta mi vocación al naufragio

no me va bien
soy po... un clown en un tiempo desfasado

un pobre clown
el circo arde en llamas
los animales gritan desde sus jaulas
bailan al ritmo del fuego
se ubican cerca
del aire acondicionado

que demora el calor de la hoguera
debo
hacerme cargo

de la devastación

poeta
clown
etc

(...)
resisto solitariamente
para una época diferente,

sin mí.

27.11.06

la cuerdas, horizontes del silencio


Capítulo XV: Afinación de la guitarra


Tómese la guitarra y afínesela del siguiente modo: la primera cuerda será un mi, la segunda un si, y luego un sol, un re, un la, y un mi.
Ahora deje la guitarra y salga a la calle. Empiece a mirar las cosas que suceden y trate de hallar un significado o una emoción en ellas. Hágase contar algunas historias del pasado. Después, enamórese. Incurre en ilusiones, padezca desengaños. Si se actúa con paciencia, no tardará en llegar la soledad y la melancolía. No se apresure. Al principio será un poco difícil, pero al cabo de un número indeterminado de años, se estará en condiciones de pasar al ejercicio siguiente.


Capítulo XVI: Ejercicio siguiente


Cumplido el ejercicio anterior, vuelva donde dejó la guitarra, revise la afinación y con los dedos índice y mayor toque la cuerdas al aire hasta que se pudra.



del Tratado de Música y Afines
de Ives Castagnino





/.:./

acaso alguna musa perdida no conceda, en el error de la madrugada, una melodía como esta:

Tristeza - Vinicius de Moraes / Toquinho

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25.11.06

progressive fading of reality

un raye posmo


A partir de las imagenes televisivas (de la guerra, el hambre, el sobrepeso, la muerte, el tránsito, los simulacros de la vida, las oscuras premoniciones ecológicas, la beneficencia farsesca, los noticieros, las publicidades, etc-etc-etc: puro porno: la pronografía de la miseria) no me queda más remedio que exclamar - con la voz hastiada de toda mi generación -: "no tenemos derecho a tomarnos la vida en serio".

La mediatización es un proceso de frivolización (la estadística es el funeral del hecho:



sensualidad de lo táctil
vs


¿acaso no sabemos quien ha vencido? - no nos traigas tus problemitas amorosos que 3.047.566 hugandeses viven con menos de un dólar por mes - ¿acaso no sentimos, de repente, en la noche, cuando nos levantamos del sueño y vamos a la cocina por un vaso de agua, no sentimos un sutil, inexplicable escalofrío que recorre la espalda, no sentimos la violencia silenciosa del ojo de los satélites (everawake)? : no, no tenemos derecho a asumir esas caricaturas epilépticas que hacen tránsito en las avenidas como la vida (aun cuando sientas los hilos brotando desde tus muñecas, aun cuando te arrastren hacia las intratables rutinas civilizatorias): sólo nos queda la serena contemplación irónica del derrumbe, sólo nos queda el espectáculo.





/-/

only remember: la ironía no es una respuesta; es una forma de convivencia... una forma triste.

23.11.06


soul attack




veces en las que lo de adentro surge violentamente hacia afuera, desborda las fronteras y el pudor, y las aguas etéreas, la llama metafísica se vuelve enardecida carne. una epilepsia del alma. es precisamente porque estoy así que ni siquiera puedo sostener la pluma, que mis tímidos poderes languidecen...

21.11.06

the lack of...

un párrafo,
unas líneas,
una frase,
algo
algo
algo
para justificar el día
desvanecido...
(sí:
¡my kingdom for a pararagraph! -
pero a beautiful one)

20.11.06

closing time (update)

torpe prosa cierta

Empiezo a hacer pie, un poco a los tumbos, en una época complicada, donde me toca la lúgubre tarea de cerrar muchas puertas (ya explicaré, llegado el caso, - por lo menos - mi partida de Buenos Aires). Existe la tentación - siempre latente - de dejar las puertas del pasado entornadas: acaso algo regrese, tímidamente (tuve mi vida cercada de cosas rotas, desparramadas por la casa, entorpeciendome el paso, tapando la ventanas, trancado la puerta, sin el coraje de arrancarlas de una vez, sometido a ellas como a una penitencia: eran cadenas). Cuesta aceptar que los únicos que regresan son los fantasmas, evocados por las corrientes más inferiores de la melancolía. Y si no fantasmas, apenas vulgares simulacros que ejecutan torpemente los vicios de otros tiempos (D. habla de M.). Harto de la sujeción de los hilos del tiempo, de tantas cosas que ya han expirado, he decidido patear algunas, cortar otras, y llanamente romper los vetustos rastros de las que quedaban, en lugar de seguir rindiendo tributo en los altares de mi ánimo diezmado. No organizaré una apología al olvido, no se trata de eso. Es un simple salto al vacío - con todos los riesgos que esto propone - cuando las vertientes nocivas del pasado se inmiscuyen en el presente con el anhelo perverso de conducirlo. He sido un cuerpo maltrecho, viviendo de lo que fui: me bastó, durante algún tiempo, aquello que había hecho (vanas medallas) para transitar los días sin padecerlos: una vacía bolsa librada a las corrientes de lejanos vientos. Era un presente falso, lleno de espectros, de souvenires, y ahora sólo me queda violentar la presencia del pasado (no de la memoria) para recibir - abierto - lo que brote del camino, sea lo que fuese (he dejado escurrirse tanta luz... he huido tanto). Estaba en ese proceso (trancando la puerta, rompiendo las cartas, guardando las fotos, abriendo la ventana, vaciando las valijas, despertando mi deseo, quemando las agendas) cuando surgió en medio de la habitación silenciosa una metáfora (en forma de hermosa canción) que acompañó, como un bálsamo, toda la terrible procesión (justo la preciosa voz de Michael Stipe), y la hizo más leve.
A veces pienso que esto de estar vivo no está nada mal.
.

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The rain came down
The rain came down
The rain came down on me.
The wind blew strong
The summer song
Fades to memory
I knew you when
I loved you then
The summer's young and helpless.
You laid me bare
You marked me there
The promises we made.
I used to think
As birds take wing
They sing through life so why can't we?
You cling to this
You claim the best
If this is what you're offering
I'll take the rain
I'll take the rain
I'll take the rain.
The nighttime creases
Summer schemes
And stretches out to stay.
The sun shines down
You came around
You love easy days.
But now the sun,
The winter's come.
I wanted just to say
That if I hold
I'd hope you'd fold
Open up inside, inside of me.
I used to think
As birds take wing
They sing through life so why can't we?
You cling to this
You claim the best
If this is what you're offering
I'll take the rain
I'll take the rain
I'll take the rain.
This winter song
I'll sing along
I've searched its still refrain
I'll walk alone
I've given this, take wing
Celebrate the rain.
I used to think
As birds take wing
They sing through life so why can't we?
You cling to this
You claim the best
If this is what you're offering
I'll take the rain
I'll take the rain
I'll take the rain.

19.11.06

el abstracto, el abismo

Encuentro esta sentencia en el diario de Wassily Kandinsy: "cuando el mundo se vuelve un lugar espantoso, el arte se vuelve abstracto". No sé si estoy de acuerdo (creo que no: el mal arte ejerce el realismo como espectáculo de la miseria; el Arte, en épocas de bonanza, utiliza la abstracción para desenmascarar las apariencias) pero en el universo estético la adhesión racional a un enunciado es profundamente redundante y superfluo: baste con que sea una excusa para justificar mis fotografías (esas que nadie entiende por qué saco), ¿no?




en Anatomía de los pasos solo

16.11.06

key



En tanto al texto anterior:


Hay que pensar en Kerouac (la prosa que mejor entendió el jazz), en cosas como "oh el dolor de tener que contar estos secretos aunque es necesario contarlos sino para qué escribir o vivir". Los Subterráneos es también mi biografía.

14.11.06

evanescencia

Hoy toqué, con mis palabras – improvisadas y densas, casi en mitad de la calle y de la conversación, cerca del atardecer – el alma de una muchacha (el alma: me niego a rebajar mi lenguaje a la mitología moderna y decir – por ejemplo – “la conciencia de una muchacha”). Fue un instante (furtivo furtivo episodio lumínico, un rayo metafísico en el tiempo de un parpadeo), pero sentí que haber salido de mi casa (la monotonía de las paredes cada vez más grises, los souvenires del pasado que no me atrevo a quemar) se justificaba. Ver la inflexión de su rostro la calma trastabillando el repentino proceso de extrañamiento el ingreso brusco en el revés de las apariencias la máscara resquebrajada revelando los rasgos bellísimos de una niña perdida y desolada su boca entreabierta incapaz de hacer pie (todo su lenguaje roto, estéril) (encima: con lo que a mí me fascina la soledad en la mujer, la tristeza). Dejó en mí una impresión profunda -la sensación de algo: algo trascendente (en fin: algo) – (como de haber pulsado un cartílago de la música secreta del universo: dos notas armónicas que se encontraban en medio del bullicio de las avenidas las máquinas la ciudad barata orfebrería). Estaban afónicas mis potencias proféticas (meses de aridez, de lejanía; meses de silencio: abdicando de la vida y de los otros, saltando de texto en texto – protegido por las ficciones - como quien huye cruzando un campo minado) y su conmoción (la presencia violenta de su vulnerabilidad, el destello incandescente de su inocencia surgiendo entre los escombros diurnos de lo rituales gestos civilizados) ante el único instrumento que sé tocar (la cavernosa verborragia de mi soledad: el único, y desparejo, espectáculo que puedo dar; allí donde me retuerzo las venas en mil morisquetas verbales, allí donde exhibo la sangre de la oscuridad con todos los lujos de la prosa) resignificó un poco la disposición de mis sombras, mi ánimo aparcado en la angustia; y no fue solamente vanidad: fue -¡también! – el signo de que, por algún fortuito accidente, por alguna casualidad de los vientos, los velos, las máscaras, los caparazones pueden derrumbarse (al menos agrietarse hasta ofrecer una hendidura – un pasaje (efímero; ¡qué importa!, un tímido conducto) y que la prisión de la piel ceda su imperio para que el milagro del contacto (un milagro muy raro) acontezca, y alivie con su paso (brevísimo: casi no ocupa espacio en el tiempo sucesivo; que ¡menos mal! es de los tiempos el menos habitado) las llagas las llagas que la perseverancia melancólica de Lo Real hundió en lo más callado de mi deseo desierto, harto de ansia, errante entre las ruinas de un cuerpo hecho de nostalgias de lo que no ha sido, y para las lágrimas (la tinta de mi lapicera) de lo que tuvo que ser, vanamente. Hoy toqué, con mis palabras, el alma de una muchacha: hermética como era se abrió ante mí en un maravilloso desconcierto. Es una cosa fugitiva (lo que dura una ilusión antes de volverse condena); pero tiene algo de comunión, algo que redime: me deja creer que tengo un alma (como se le deja creer a un niño en la magia) y que todos los desasosiegos que empleé en labrarla no fueron totalmente estériles – no fueron solamente literatura -.

12.11.06

dos notas sobre la escritura

La tinta es para el escritor un tímido hilo (en sí toda la tarea no difiere de la esperanza de Ariadna y de la espera de Penelope). Con él va recogiendo sus heridas, e intenta imbricarlas en una trama, darles sentido. ¿Espera que haya alguien, algo (una respuesta, una recompensa) al final de ese hilo? A veces sí (es un animal iluso, se confunde). Otras veces, - más lúcido y más gastado - no espera nada. Pero aun en esto está condenado a esperar: su posición frente a la hoja en blanco es la de alguien ante una plegaria, alguien que espera; a lo que no tiene derecho es a la esperanza: un escritor debe desesperar (esto último: Blanchot).



///





Cuando la tinta adquiere el cuerpo de una letra en el papel, es una cicatriz que no sabe cómo cerrarse. Por eso cae y recae en la desesperación de seguir escribiendo: el momento cuando, al final del hilo, pueda hacer un nudo y contener toda la sangre que está perdiendo (con la que escribe). Pero el final del hilo no existe (antes que el final, cubrirá todo el cuerpo, lo sepultará como una ceremonia mortuoria). Existe la muerte, pero no el final del texto.

*

11.11.06

espacio sagrado, espacio de aniquilación



Hemos creado muchas cosas para disimularla: los espejos, los teléfonos, la conciencia, la amistad, la ilusión del amor, la literatura, la mascotas, el buen día, el qué frío que está hoy, los cigarrillos, la música, el sexo, el abuso de alcoholes y sustancias, el recuerdo, el teatro, el tránsito, el mundo virtual, la familia, la anodina erudición, etc, etc: toda una maquinaria inútil para distraer el silencio, despojarlo de sus uñas (su ansia de trascendencia).
No son más que tímidos atenuantes, subrepticias metáforas; coartadas y vanidades.


/ / /


Le hemos dado un nombre justamente porque no la soportamos. Nombrarla es una manera – leve – de atacarla. La palabra es un límite: quisiéramos darle un cuerpo a la inabordable nada para que agote sus potencias, para extraditarla de lo incesante y volverla una eventualidad pasajera, superable. Decimos “soledad” para que por lo menos haya algo junto a nosotros (aunque sea el réquiem del lenguaje). Hasta este punto no sabemos estar solos, hasta este punto tememos ser una sola cosa en el universo.


10.11.06

epígrafe tardío



Educado en esta doctrina desprolija de corregir hacia delante, los epígrafes suelen aparecer mucho después de concluido el texto. Por ejemplo, esta vez, las palabras que pensó Maurice Blanchot para aproximarse a la exigencia de la muerte en Rilke calzan deliciosamente en el impreciso ensayo sobre Hamlet:


Debemos ser los diseñadores y los poetas de nuestra muerte.




...que viene de:



... no es nuestra propia muerte, sino una que nos llega al final, sólo porque no hemos madurado ninguna (Rilke).



Muerte extranjera que nos hace morir en el desamparo de la extrañeza. Mi muerte debe volverse cada vez más interior: debe ser como mi forma invisible, mi gesto, el silencio de mi secreto más oculto. Tengo que hacer algo para hacerla, tengo que hacer todo, tiene que ser mi obra(...).
(...): dar forma a nuestra nada, esa es la tarea. Debemos ser los diseñadores y los poetas de nuestra muerte.




///
La cosas me están llegando tarde, cuando ya las he dejado de buscar. Después de todo, sólo así se puede encontrar algo: después de que la idea del desencuentro se agotó en la espera estéril.

7.11.06

una ninfa



La conocí en las puertas del cementerio. No sabía todavía que era austríaca (ese fue un encanto posterior). Llegó a mí un sonido extraño y sutil, como proveniente de una máquina celestial que nunca había visto: una terrible ninfa armada con los poderes órficos: su voz, una delicada serpiente hecha con el material con el que se hacen las nubes. Por supuesto, arrasó mis defensas (soy insalvablemente sensible a la belleza) y quedé hechizado, preso de su acto de magia (que tuvo el poder de librarme hasta de mí). Supe que así debían sentirse los que oían el canto de las sirenas y se arrastraban, tras ellas, hacia la perdición. Supe, también, que tenían razón. Las paredes del cementerio: del otro lado los muertos (o sea: un espectáculo turístico). Y aquí, de este lado, tener un alma volvió a tener sentido.
La experiencia no es algo comunicable (en eso consiste la soledad), pero fue, más menos, algo así:




*

(Más tarde me enteraría que ese instrumento se llama hang, y que es suizo, que ella tenía 23 años, que se llamaba Andrea, que suele tocar por las calles de San Telmo, que es bailarina.
Supongo que, eventualmente, nos sobrepondremos al desencuentro.)

5.11.06

sherezade


Todo escritor está obligado a ser Sherazade: con historias debe entretener la muerte, que se acerca. Dispone solamente del verbo estetizado para postergar su destino. Al final, el camino hasta su tumba es una senda de literaturas.
Por otra parte, hemos actualizado la galería de fotos Anatomía de los pasos solo;
(cosas como:

2.11.06

love story I

Nostálgico: es una semana de agobio académico; tengo cercenadas las licencias poéticas. Pero, hace mucho, este relato inauguró la posibilidad de cuentos en Infimos Urbanos. Ha pasado bastante (la prosa ha sufrido la erosión del tiempo), y como me agota el caracter efímero de un blog, su predisposición hacia la vaguedad, lo frívolo y lo fugitivo, no me parece ocioso reaccionar recuperando la primer ficción deliberada que arribó a este espacio (que no iba a ser un territorio de ficciones, que no soñaba la dicha de un lector, y que no podía preveer su montruosa desmesura) cuando las primeras tentativas virtuales principiaban, casual y perezosamente.





Diario para seguir un sueño




“... and if he left off dreaming about you...”[1]

La mujer – una buena fuente de sueños.
No la toques
Bernardo Soares



I

El trabajo me deparó las mismas cosas en su mismo sitio. Más tarde, ensayar una obra de teatro sobre un hombre que miente a su mujer para poder amarla que se extiende, se bifurca, se complica y se demora, pagar patrióticamente las cuentas, besar a la mujer que amo como un ritual mediante el cual la libro al mundo. Ya en mi casa, dedicarme a la lectura en las horas quedas; y fue cuando, mientras de fondo sonaba "Green eyes" de Nick Cave, y yo extendía mi cansina visión metafísica sobre el áspero techo de un departamento alquilado, quedé dormido y apareciste vos.



II
Me quedan ahora ramas oscuras que solo sinuosamente me permiten entrever piezas sueltas del sueño. Íbamos en un auto, con otras gentes sin rostro, que yo no conozco pero trataba como íntimos. Regresábamos de una suerte de fiesta -y es raro soñar con fiestas porque yo nunca asisto a ellas: con violencia me aburren, me cansan -. Vos preguntaste la hora. Era de noche, y alguien respondió las seis y cuarto. Decidiste bajar del auto y yo entendí que era temprano para llegar a tu casa y que preferías caminar un poco. Acepté que esa era la avenida Acoyte, aunque en nada se asemejaba. Pensé en bajarme del auto a unas cuadras, pensé en alcanzarte. Lo que supe, de repente, fue que ya te había encontrado, y era en un callejón oscuro y lleno de árboles de hojas opacas que se estremecían como lluvia y muros grises de una antigüedad y una tristeza milenaria: estabas ahí, frente a mí, esperando. Yo te dije que recién entraba a las 9, pero pensaba en cómo iba a hacer, porque sabía que en el trabajo debía estar a las 7. Vos dijiste que teníamos tiempo, - ¿querés tomar algo?-.



III
Lo siguiente que recuerdo es que era un claro día de sol, pero era el mismo día. Caminábamos juntos vos y yo -tenía que ser la tarde- por parques preciosos que la arquitectura de Buenos Aires no se ha permitido. Pienso ahora que ya he visto en otros sueños[2] el parque laberíntico por el que cruzamos sin perdernos, ni darnos cuenta del riesgo, ni de lo que habíamos encontrado: esa inconsciencia la del romance. Había visto esos parques, pero nunca esa laguna redonda, perfecta, quieta, nunca esos puentes de piedra, anacrónicos, que decoraban nuestras conversaciones con un contexto bastante siglo XIX (sus novelas, por supuesto).



IV

La espesura de las paredes del parque era profunda; cada tanto escuchábamos un rugido que se alzaba en la lejanía y ya sabíamos hacia dónde no teníamos que dirigirnos, porque detrás de ese estruendo feroz había una bestia que nos quebraría de un solo zarpazo. No nos parecía terrible, sino parte del paisaje. Era como reparar en qué dirección vendrían los autos en una avenida vacía. Nos detuvimos cerca de una fuente vasta pero superficial. Miramos las estatuas que se movían en el centro de ese acuario, cumpliendo incesantemente sus dos o tres gestos rituales. Vos te apenaste un poco al recordar que ellos habían sido hombres alguna vez, antes de que la piel se les secara hasta volverse de helada piedra. Yo te consolé mal, diciéndote que ellos no eran sino una metáfora precaria de cada espectador. Exhibían la impenetrable piedra hacia almas cerradas con el mismo material. Estas cosas las dije con tristeza, y no con mi usual cinismo. Tal vez por ese tono en mi voz, te acurrucaste en mi pecho, tiernamente.



V
Sé que hablamos de todo. Sin embargo, ignoro si es que no recuerdo las cosas que dijimos o si en el sueño yo acepté ya haber hablado de todo. Vos estabas rodeada de un aura divino[3]. A mí las cosas se me confunden un poco, y recuerdo que era de noche, que yo tenía que irme. Algo había pasado -tal vez algo se había roto- y vos me decías que me querías. Para mis adentros, vulgarmente, creo haberme jactado. Yo te decía cosas lindas que sé decir para endulzar lo imposible de tu verbo. Yo me tenía que ir. Vos llorabas. Me dijiste "es la primera vez que estoy enamorada", y nos besamos; y no era un beso de amantes con ese fuego abrasador que vence los párpados, sino una caricia compasiva.



VI

Nada me ha pasado en este día que recuerde más vivamente que el sabor de tus lágrimas, ese salado altar que me redimía. (Pensé, mientras se extendía el instante del beso, que ahora tendría que dejar a mi mujer, imaginé la situación, la ví frente a mí, atravesé la idea de la pena, y luego llegué a mi vida con vos, ya inevitable) Todo era precioso y tan triste. Cuando desperté ya eran las 12am y cené comida recalentada. Murmuraban a través de mí las marcas calladas de un sueño que había tenido y ahora no podía recordar. El encanto de lo poseído y perdido. Sólo sabía que me había sentido tan bien. Vi una película de Fellini y a las 4am, mientras leía un sueño de Talita en Rayuela, me llegaron las coordenadas mínimas de esa caricia onírica que brilló mi día. Si tengo la necesidad de escribirlo es porque no quiero perder la sensación de ese sueño, y no porque pretenda literatura. Por eso escribo, diminuto y simple, sin trucos: abierto.



VII
Yo sé que mañana indagaré en tu rostro rastros del sueño que hoy me ha desvelado. También sé que serás otra cosa, distinta por completo de aquella enamorada muchacha que soñé. Hablaremos cosas que se hablan, y vos no sabrás que me has besado, que yo probé la sal de tu sangre. Solamente resta un desierto de vigilia, allí donde no podes interesarme, junto a las horas sucesivas y la inmediatez de estar vivo. Pessoa diría conmigo: ¡Qué nostalgia de la que nunca has sido...!

VIII
Tu nombre lo sé apenas y de tu apellido me enteré hace poco. Yo seré para vos un manojo de gestos intelectuales. No pasaremos de compartir juicios y sentimentalismos sobre algunos libros en que, solitariamente, coincidimos.
Tu cara habitó un fantasma hermoso.


IX
Detalle narcisista: pensé en darte estas palabras, en alcanzarte este texto como si fuera literatura, y secretamente mirarte mientras lo leyeras. Para qué, no lo sé: para ver si algo brilla o trastabilla en vos, para ver si eras vos la que cruzó conmigo los puentes de piedra y saló mis labios con el néctar más triste, o si el sueño es solamente otro episodio de la soledad, apenas ese mismo fantasma travieso de lo que no hay ni puede haber que ha tomado tus ropas para burlarme otra vez y dejarme herido, persiguiendo un cuerpo ya vacío.

X
Te encuentro, dos meses después: definitivamente no sos la misma que soñé. Cuando te soñé no te conocía: supongo que por eso eras habitable por la ilusión –aunque yo, despierto, no lo supiera. Luego, vinieron días, te volviste humana. No es culpa tuya: someter tu destino a cumplir un libreto que mi deseo expone en el teatro nocturno es una cruz que nadie merece. En todo caso, tu imagen ha sido el soporte de un precioso espectro: de alguna manera eso te justifica (aun siendo que últimamente solo me das bronca porque te encuentro vulgar, torpe, vacía y sin nada para decir). Me queda este texto: saber que algo de mí fue dicho, y no importa demasiado que yo todavía no sepa leerlo.



XI
Sucesivamente, en mis noches el rostro cambia. Otras mujeres, otros recipientes sirven de símbolo para exaltar mi soledad. Pienso que también el amor es siempre el mismo; nuestros amados son excusas de la necesidad del sentimiento.

XII
Como las pesadillas: el horror es mío, pero la imagen que se identifica con ese horror viene después; se fabrica como una coartada para justificar el horror. Pero también me ayuda a comprender mi horror a través de una metáfora. Lo terrible: paso la vida temiendo a metáforas, sin tener idea de la fuente de la pena. Desandar ese camino, de lo literario hacia la expresión, deben ser pasos difíciles. Un camino que termina en el nombre verdadero. Entre tanto, tu imagen – y otras tantas – son como urnas preciosas donde mi vista puede descansar y encandilarse; los receptáculos donde vierto el flujo de mi pena hasta viciarle la forma. Está bien: te dispenso de acoplarte a mi idea de vos.




fin





[1] Las Ruinas circulares.
[2] Hablo de otros sueños pero: si hay otros sueños no lo sé –aunque nada sé-, pero me es grato imaginar que existe un solo sueño, que es el preciso reverso de la vigilia: no producimos un sueño, sino que regresamos a él.
[3] (yo ahora pienso en Benjamin: delicia onírica: allí ni siquiera se me cruzó Benjamín; idea de ideal: acaso allí yo, salvado, ni siquiera era yo: la última redención).

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El cuadro: Monet: el parlamento