31.12.08

No me acuerdo quien escribió esto.

El anhelo del hombre ingenuo: "quisiera morir y ver cómo me lloran", lo realiza el escritor constantemente, muere (o no vive) y se llora constantemente.

27.12.08

leyendo, al menos

"

A ti también te interesó el mundo. Fue hace mucho tiempo; te pido que lo recuerdes. Te pido que te remontes a ese preciso momento. Fue hace mucho tiempo, ¿no? Acuérdate: el agua estaba fría.

Ahora estás lejos de la orilla: ¡ah, sí, qué lejos estás de la orilla! Durante mucho tiempo has creído en la existencia de otra orilla; ya no. Sin embargo, sigues nadando, y con cada movimiento estás más cerca de ahogarte. Te asfixias, te arden los pulmones. El agua te parece cada vez ás fría, y sobre todo cada vez amarga. Ya no eres tan joven. Ahora vas a morir. No pasa nada. Estoy ahí. No voy a abandonarte. Sigue leyendo.

"

Michel Houellebecq
ampliación del ampo de batalla

6.10.08

un poco de violencia


La cosa es que te detesto. Que quisiera matarte. Espero que no notifiques a las autoridades respecto de mis promesas. Soy un escritor. No hago las cosas; las digo. Me basta con escribir que quiero matarte para no tener que hacerlo. Así es como si de algún modo, en algún lugar (platónico, etéreo, figurativo) tu asesinato sucediera y me aliviara.

Si me callara… ahí sí tendrías de qué preocuparte.

2.10.08

escribir

*
Lo que he representado va a ocurrir en realidad. No me he redimido por la escritura. He pasado mi vida muriendo y además moriré en realidad. Mi vida fue más grata que la de los demás, por lo que mi muerte será más terrible. Como es natural, el escritor que hay en mí morirá al punto, pues esa figura no tiene suelo, ninguna realidad, ni siquiera está hecha de polvo; sólo es posible, un poco posible en la vida terrestre, por lo que tiene bastante de insensato y no es sino una construcción de la concupiscencia. Así es el escritor. Pero yo mismo no puedo seguir viviendo, puesto que no he vivido, sigo siendo arcilla, y la chispa que no supe trocar en fuego sólo la hice servir para iluminar mi cadáver.
Será un extraño entierro: el escritor, algo que no existe, transmite el viejo cadáver, el cadáver de siempre a la fosa. Soy lo bastante escritor para querer gozar plenamente de eso en el pleno olvido de mí mismo - y no con lucidez, el olvido es la primera condición del escritor - o, lo que equivale a lo mismo, para querer contarlo; pero esto ya no ocurrirá. ¿Y por qué hablar solo de la verdadera muerte? En la vida, es lo mismo.


kafka

12.9.08

time-traveling



I
Le escribo a una mujer (¿algo tan anacrónico estos días?) que durmió conmigo hace mucho. Le pregunto: ¿cuánto tiempo ha de pasar para que dos personas que durmieron juntas se vuelvan extraños (retornen a la extranjeridad, se purifiquen del otro, restituyan la virginidad del otro, etc)?

Pasan los meses, no me responde. Rara reversibilidad de un contacto en el tiempo. No sabré cuál fue la frontera que cruzamos. Ni cuándo, ni qué particular circunstancia nos dejó el uno del otro lado del otro, ni si algo pudo hacerse para diferir los pasos por el túnel del tiempo, el deslinde.

Difuso límite a través del cuál se desata un nudo labrado acaso con delicadeza. Antes de esa línea, no se sabe. Después, no se contesta.


II
Inútiles huellas en la arena de un desierto sereno y lentísimo, o esas playas desoladas del sur, museos naturales de huellas donde trabajan laboriosos y secretos artesanos de la petrificación: allí un contacto queda salvado quizá durante meses, años. Uno camina al borde del mar feroz; alrededor siempre es invierno. Las cosas que habitan en el frío han pactado su fugacidad. Allí, la hostilidad preserva. Ha de volverse quizá años después, y al rondar la costa, será fácil encontrar las mismas huellas que uno dejó, o mágicamente percibir que un trecho se ha caminado sobre esas huellas sin haberse dado cuenta; o al lado de ellas, en compañía del pasado, de uno mismo, casi - desdoblado).

La pasión sintética de lo urbano. La ciudad borra esas marcas en su afán profiláctico y su entusiasmo higiénico. Sucedemos sobre una superficie amnésica
(incluso tu piel ha de olvidarme, y a mis dedos y mi boca)

El frío y la soledad, retienen.
(¿evanescencia de los rastros de la vida en las ciudades; memoria inútil de los desiertos y las altas montañas, teatro de fantasmas aferrados a una narración para nadie?
Tal vez)


III
Y por último la escritura. Resto fósil de un destino melancólico. Huellas herrumbradas en el níveo silencio de la página a modo de tributo nostálgico por las cosas perdidas, de las que ya solo podemos inferir una fragancia añeja y mantener en ellas un amor inexacto.


. . .

4.9.08

Alguien que se cree abandonado está leyendo, y le duele que la página por la que pasa ya casi acabe, que ya ni siquiera ella lo necesite.

walter benjamin

1.9.08

para responder a la pregunta: ¿de qué está hecha la tinta?


about my spiders


Cada vez me parece más esto: que, mientras escribo, la tinta se mueve debajo de mi lapicera como patas de una araña que huye de un peligro fatal, pero huye mal, torpemente: sin todas sus patas, a los tumbos. Me espanto de esto, pero no tiene caso: todavía hago algún intento por huir pero sé que es un gesto vano, para la audiencia - hago gestos bruscos, corro en círculos; corroboro los tics de de la desesperación -; al final, ya sé que el hilo por el cual corre termina en mí, bajo mi mano.


Y lo que pende en el medio, bueno: eso es tiempo (que yo malgasto contando historias para entretenerme de la espera).
*

29.8.08

Contrato


Cuando uno se convierte en escritor, justo cuando le hacen la entrega de la lapicera y un mapa con los universos que casi pudieron haber sido, es forzado a firmar un contrato por el cual se compromete a utilizar la palabra para otra cosa que no sea nombrar incesantemente a la mujer que falta.

El precio a pagar, en caso de que no se cumpliese con el contrato es fatal. El escritor es castigado con la credibilidad: sus lectores le creen demasiado. Se compadecen de él, se identifican, practican la lástima o la empatía. Pronto, el escritor pierde su derecho a la ficción, y todo lo que escriba quedará simplificado en las estanterías de testimonios.
*

28.8.08

apuntes sobre el sueño

Soñar; vislumbrar algo en esa cerradura de la que la vigilia es el laberinto circular.

Prefiguración imposible de un sentido, lejano y jeroglífico; aunque más no sea para distraernos del sinsentido cotidiano, inmediato, monótono.

La vida: detritus del ideal.

25.8.08

//

dial-tone

Con el hilo del tono del teléfono me estrangulo hasta dos pasos antes de la asfixia, para deslindarme por fin de la vigilia, y tolerar la noche en el dormir. Y sueño con serpientes, y con cabinas de teléfono en el desierto, sonando inútilmente para nadie, con un mensaje crucial que ha de perderse, y sueño con el hilo de Ariadna enredado y pegajoso, como una telaraña y sueño con líneas invisibles que recorren las llamadas hechas desde mi teléfono celular, urdiendo, junto con los pájaros, el mapa terrible de algo que sería definitivo para mí si supiese verlo, pero no veo y sueño que tal vez cuando me tropiece la próxima vez sea con una de estas líneas, y sin embargo siga mi vida sin percatarme de que, en la otra punta, tal vez he movido – un poco, tenuemente – a alguien junto a quien pude haber sonreído durante un rato de un atardecer, y que, aunque sintió un tirón en el codo, no le da mayor importancia, asume que habrá sido un transeúnte apurado, y sigue leyendo el diario, o mirando a través de una ventana u otra cosa, o no.

Y si despierto es ya para un día que prescindiría de mí a no ser por la cuenta de teléfono por pagar, y la vana decodificación de símbolos inútiles que provee la noche para dramatizar el día, su insipidez.
(Otra vez la noche, la venganza del día.)

11.8.08

ad noctum



1
Tal vez el alma de las cosas sea eso que me parece que no veo de las cosas.

2
Tal vez tu alma sea la cosa tuya que intuyo y que me elude, que no alcanzo y que no me piensa, que acaso no exista salvo como cosa que me rehuye y que, incesantemente, me falta.

3
Un adentro – que no sé, que no me consta, pero que me retiene, que tanteo en las noches y en los suspiros – de un afuera hermético, inextricable y distante, del que ya casi no sé nada salvo por le accidente de alguna foto de algún cumpleaños que alguien te sacó – probablemente tu padre – y que deambula por la web.
4
( La web: cárcel vertiginosa donde las imágenes deambulan, insustanciales, vacías, desligadas de su historia y su identidad: pura forma errática que encalla en las diversas pupilas de la indiferencia, o ya en la perversa imaginería de la fantasía (con su fascismo, su arbitrariedad). )

5
Por otra parte, una obsesión: la de definir cosas. Por ejemplo: declaración de amor: nombrar algo que me falta.

6 (a short story)

- Hay, a veces, rendijas entre los ladrillos mal ensamblados de una pared. Si miro por una de estas grietas, puede que, alguna vez, te vea. Pero no de otra manera.

7
¿Qué exhala de noche, insomne, un cuerpo triste, hastiado, “culturoso”, con muchos libros a cuesta? Bueno: tinta. Más o menos precisamente.

8
A veces, escribir: el hálito de las cosas que no decimos a tiempo, y para las que ya es tarde porque ya no son decibles, pero su resabio sedimentó en el sótano del alma (esa parte mía que me parece que no veo) y cada tanto emerge como cosa suspirada, llorada, imaginada (vuelta imagen), o dialogada en el soliloquio improvisado de cualquier momento vacío.
Entonces: escribir: ajustar cuentas.
No con los otros: con la población del silencio.

9
Claro que, de ser así, yo, que no sé hablar, estaría esclavizado en la escritura. (Aunque lo cierto es que cada tanto me vuelve la idea de escribir un libro – probablemente poesía – en el que, a uno por uno – uno por poema - les hablaría por primera vez sin reparos, sin pudor, sin pose. Por supuesto, el ansia por el día (o el procedimiento) en que las máscaras caigan es recurrente, ingenuo y poco original: no es desde el lenguaje que pueda vislumbrarse un tributo a la pureza. Sin embargo, todas esas cosas que quedan prendidas de la opaca telaraña del remordimiento…)

10
No deja de ser un poco patético: la pureza del ser al precio de no estar allí: ser capaz de decir las cosas que aplacamos en la conciencia pero con el ardid de habernos sustituido por el lenguaje, para no tener que estar allí mientras eso (el develamiento) ocurre. Al fin y al cabo, como siempre: fugas.

11
Pensar cosas así; o también, podría hablar de la mujer que duerme en mi cama, de su rara belleza, su respiración lenta, su serenidad de cosa pacificada por el sueño, lejana en su interioridad de camafeo cerrado, y cercana en su tibia desnudez, yacente y rendida, como una dádiva de eternidad que una hoguera fulminó, hasta dejar esto: una ceniza en la danza lenta del viento; o de las sábanas, cuando un cuerpo dormido, en madrugada, se reposiciona en el sueño.

Pero no.
Eso sería
real;
y yo no tengo con qué escribir sobre la realidad. Le daré
un beso cuando despierte, y si no despierta antes de que yo me acueste, besaré su cuerpo dormido; y estará bien así: sin intercesores,sin testigos, sin envidencia: casi como si no pasara.

***

25.6.08

una elipsis

néctar de las cosas furtivas II;

un boceto



Le parece que, todavía hacía unos años, le podía haber reprochado que se estaba haciendo tarde. No tenía el caracter como para ir a buscarla, pero tal vez un llamado telefónico, un correo electrónico que simplemente dijera algo como:


Suman años los ademanes de tu silencio y tu indiferencia. Acaso una vez las cosas pudieron haber sido distintas, pero no lo fueron. Casi resulta natural que sea yo quien escribe estas cosas: siempre atento a exigirle al lenguaje que reponga las cosas que no pasaron. No lo sé: tal vez el lenguaje en sí no sea más que un tributo a la nostalgia. Siempre trayendo aquí cosas que no están aquí: corporizando fantasmas con el vaho de las palabras.


Yo puedo concebir, sin esforzarme en lo más mínimo, al lenguaje como un mecanismo de la tristeza.


De ahí que escribirte y no escribirte (escribirte a vos aquí donde no puede llegarte; aquí donde otros recogerán lo que digo sin vislumbrar el sentido que esmeradamente escondo o pierdo porque el rompecabezas no está completo - y las tres piezas que cerrarían más o menos la trama se confunden con un juguete roto o la lluvia ahí afuera sobre la madera del remoto sótano de tu memoria) sea algo ritual, como las palabras dichas a medias frente a una lápida añeja. Y ahí parado, cuando de repente la soledad se duplica, sentir que lo que se clausura es sólo la parte objetal de las cosas, y que todo lo demás sigue rumiando en el viento (cuando hay viento, en la lluvia cuando llueve, en el zapping por las noches, en las fotos viejas, ) como un murmullo de cosa pesada que se arrastra en los estribillos de las canciones tristes.

Verte o no verte... son apenas modalidades discursivas.

Ensayando frente al espejo formas de despedirme se me pasó la hora. Ahora, que es tarde para esas ceremonias, sólo puedo darte epílogos


Sos esto: una longeva elipsis en mi vida a la que solo puedo aludir con palabras. Tu manera de corresponderme - la distancia, las evasivas, la desaparición, la ambiguedad, la ilusión como vano salario de la espera - no me deja más que guardar por vos un raro rencor, como ante alguien que nos cierra la puerta frente a la cara justo antes de que hayamos podido explicarnos.

¿Sabrás alguna vez lo agitado, lo convulso de ese silencio lleno de cosas el camino de regreso desde tu puerta a mi vida sin vos? No sé. No importa. Vos tendrás tus tristezas tan otras de las mías. El amor es la cosa más solitaria.

...


Pero no. Nada. Sólo la ausencia definitiva. Y la memoria.
Así sólo pudo haber sido hace unos años. Ahora ya es tarde incluso para eso.


Ahora sólo pueden escribirse ficciones.


*

20.6.08

escribir

Pero, ¿qué hay de este propio hecho: ser poeta? Ese acto de escribir es un don, un don silencioso y misterioso. Pero ¿y su precio? De noche, la respuesta estalla siempre a mi vista con una claridad deslumbrante: es el salario recibido de las fuerzas diabólicas a las que se ha servido. Ese abandono a las fuerzas oscuras, ese desencadenamiento de las fuerzas mantenidas habitualmente al margen, esos abrazos impuros y todo lo que todavía ocurre en las profundidades, ¿qué se sabe además de ellos arriba, cuando se escriben las historias, a plena luz, a pleno sol?... ¿Queda alguna huella suya en la superficie? Tal vez haya además otro modo de escribir. Por mi parte, solo conozco este, en esas noches en que la angustia me atormenta al borde del sueño.

Kafka,
en el Diario

17.6.08

micro-relato

los muertos

Ya son muchas las veces que dije que no jugaba más. Pero es inútil; mis declamaciones son pasos de comedia. No me toman en serio: alegan que todo lo que digo son ardides para perpetuar mi lugar en el juego. Tengo que quedarme así, mirando para atrás, velando cada cosa. Agoto el privilegio de ser real vigilando el sigiloso advenimiento de lo que pendula en el silencio. Si me doy vuelta, se mueven, avanzan sinuosamente desde los rincones de sombra, progresan a través del territorio indómito que se abre detrás de mi espalda.
Apenas son discernibles los pasos de los movimientos. Diminutas monedas de rara seda: inaudibles; sé de ellas que cambian el aire del ambiente con su aliento rumiante: así siento su cercanía; me quedo quieto, expectante, pero nunca confirmo nada: mi inmovilidad los disuade. Pero el tiempo cede y mi atención me deja cansado. Es inevitable que, eventualmente, alguno toque mi espalda y yo pase al otro lado del juego.
*

El silencio es el regreso de algo.
Algo regresa en el silencio.
Algo, que en algún punto habrá de cruzarse con vos, avanza cuando hay silencio,
cuando le das la espalda.

16.6.08

madrugada, biblioteca; vagabundeo

" (...)
- Entonces vine a liberarla.
Si me decía que sí, ¿qué haría con ella? Si aceptaba todo, ¿adónde la llevaría? Fui afortunado: fracasé.
- El mundo de ahí fuera también es una cárcel. Al menos acá dentro no llueve ni hace frío.
Miré los muñecos y los mecanismos que nos rodeaban: todo estaba roto, nada funcionaba, y esa misma falla se adueñaba de nosotros, que de pronto no sabíamos ni qué decir ni cómo movernos.
"

De Santis, en El calígrafo de Voltaire

11.6.08

late afternoon dream view

*
que anidaba detrás de mis párpados

ni despierto ni dormido, en mitad de esa abrupta transición que encalla en la vigilia, robé del olvido una imagen que anidaba detrás de mis párpados; acaso un despojo del reverso de la vigilia: ese lugar donde habré de regresar después de la vana demora de los sucesivos procedimientos de estar vivo - entre ellos, salir de mi vida en el sueño, atisbar entre imagenes rotas un no se qué que se pierde con la alarma del reloj por las mañanas.

6.6.08

Hiroshima, mon amour, amen


*

Abro mi alma – mi interioridad, mi vacuidad – con estas palabras como una ciudad devastada por el desastre organiza un tour para que los turistas puedan recorrer el espectáculo de las ruinas, la frescura del sufrimiento.
________

( La literatura, memoria turística del desmoronamiento, instantáneo museo de Pompeya después del Vesubio pulcro del aburrimiento burgués, espectáculo del horror donde cada página es un sudario que abulta letras como piedras contadas en un reality show que enumera las fracciones de la realidad después del sismo, disneylandia patética de las tripas afuera, oscuro hilo de tinta hilvanado en el ocaso con el humo de la hoguera de las fosas comunes, ceniza oracular en hileras prolijas, apretadas por tapas de un libro que al cerrarse tiene de funeral sólo el sonido final del ataúd, simulacros vanidosos de un big crunch espiritual, que no pasa de indigestión, lluvia sobre el polvo de piedras de lápidas quebradas que mañana serán viento o río, y la misma lluvia. )

// * //


Oh literatura: concede la dádiva del sentido – una dirección, una música - a cambio de montar el show de mi lento derrumbe.
_____


4.6.08

ganz endere

sube un reptil
por mi pierna. cuando lo busco
se ha mimetizado: tiene
los colores de mi pierna, lo
confundo - con los días - con
mi pierna;
anida
en mí. Pronto
- no sabré cuando -
me reemplazará.
(así le pasó a mi madre; casi
no notamos la diferencia).

2.6.08

d´automne

*

Sobre los párpados el ronroneo del tibio sol otoñal, un día claro.

*

Levanto un pétalo roto del piso, que cayó de las flores que vende un peruano en la esquina. Lo pongo sobre esta hoja (antes, en la palma de mi mano – tan pálida que el fulgor del rojo del pétalo se recorta mejor – donde la miro y la miro, y pruebo su textura con mis dedos, y siento sus rugosidades, sus pliegues, y descubro sus matices y sueño con dormir arropado con sábanas de esa levedad y ese matiz, para que el simple roce me haga suspirar el influjo cansino de mis cosas soñadas – allí, en el reverso de la monotonía de la vigilia – como se exhalan las lentas cosas que resigna un cuerpo hastiado de tiempo.

*

Días más tarde, errando por el cuaderno, encuentro este texto. Cuando doy vuelta la página, está el pétalo. Completamente negro. La oscuridad de la tinta de mi lapicera. Si me alejo, tiene la forma de un hongo. Un hongo nuclear. Tal vez sea un pétalo de la rosa de Hiroshima. Si me acerco, le descubro venas. Son más negras que la tiniebla dispersa por la piel del pétalo derruido. Habrá navegado esos surcos el cáncer del tiempo.

*

( La tinta en la página es el tiempo que me libro de mí. )


*

31.5.08

noche (before setting, before 3)

y bastó abrir una página cualquiera de ese libro del múltiple poeta portugués. era un ritual nocturno, que lindaba con la religión y con la persistencia malsana de la vigilia. allí, leer:

todos estamos solos. nadie lo sabe. calla y finge.


y después, entonces sí desertar de la noche, arroparme en la cama, despojarme de mis apariencias. dormir sin culpa: otra cumbre ya no se daría.


*

19.5.08

ein traum




a chain of flowers



Me despierto. Hay
una cadena de rosas
al borde de la cama.
Siento la dureza del colchón, como
si fuese madera.
Me voy a levantar
pero apenas
si moví las pestañas
cuando un señor mayor – su piel
es de ceniza –
me dice que me quede
quieto.
-Quieto, por favor. – dice; - no ve
que va a arruinar la ceremonia -.
Le hago caso. Le oigo
balbucear cosas;
creo que se queja

de mí,
le pido perdón. Perdón, le digo.
- Encima que le consiguen
esas flores...- dice, y hace una
mueca. Es de desagrado.
Me acomoda, me maquilla, me
peina, me arregla el cuello
de la camisa. Entran mis padres,
amigos, mujeres lejanas, mascotas
de la infancia, señores serios,
vecinos. Se mueven hoscamente, se
mezclan; ya no distingo a ninguno.
Me miran,
hablan entre ellos. En una lengua
áspera: no entiendo lo que dicen
uno señala las flores, otro toca
con delicadeza los pétalos,
y asiente (¿admirativamente?); sospecho
en otros
un cierto rencor. Son las flores.
Me entierran.
No tengo tiempo de protestar;
La tierra me cierra la boca.
Los oigo alejarse, sus pasos cansinos.
Es casi al unísono que se cierran las tapas
de sus ataúdes.



*

17.5.08

je ne sais quoi

Es de noche, y por supuesto no consigo dormir, aun cuando siento, de tanto en tanto, una cierta pesadez a un costado de la conciencia, que viene como una brisa gélida y es el reflejo de que mañana he de levantarme muy temprano y tendré muchas cosas a través de las que arrastrar mi cuerpo, que tiembla ahora de un cansancio anticipado, que no tengo pero que vislumbro cada vez que siento la hora hostil que marca la infantil insurrección de mi desvelo.

*

Alterno el dolor de muelas con una novela policial de Nicholas Blake, y la novela con la ventana que da a la calle donde en la esquina una gata negra investiga las basuras de los vecinos, o con la tv, de a pantallazos fugaces, una película vieja en un canal retro que sigo poco, pero que me interesa al menos como puerto donde encallar mi vocación por la distracción (me distraigo del dolor de muelas con la novela, de la novela con la ventana, de la ventana con la tv, etc) y vuelvo, para amedrentar los vagos placeres de las ficciones, a un libro de filología rumana – un texto duro - que rastrea las vicisitudes y quehaceres de un tal Vlad Tepes, que las leyendazas populares inmortalizarían en Drácula (que significa demonio en rumano, pero, como ya sabemos, vampiro y demonio son, en muchas culturas, intercambiables). Y en medio de todo eso, en alguno de esos vaivenes y errabundeos sin método, sin disciplina, sin necesidad, doy con un librito de la biblioteca (un diario de un sociólogo) y encuentro, al abrirlo en cualquier parte (gesto melancólico y, a la vez, devoto) un fragmento que envidio. Un fragmento que restituye para mí el relampagueo del fragmento en su fulgor más delicado y embriagador:

Dentro de diez años, seguiré sin saber el color de los ojos de ese rostro. Pero lo veo en la calle, en los sueños, transparentándose en múltiples rostros que de pronto comienzan a parecérsele.

*

Goce del fragmento. De la palabra arbitraria. De aquello que me sugiere algo inaprensible; que cierra una historia y a la vez abre mi ensueño: que no se bifurca, que no sigue sendas que construye, sino que se extasía allí en el vértigo dónde se abren líneas de fuga que no seguiré, pero de las que me llega un no sé qué de sus fragancias efervescentes, diluidas en suave pirotecnia que se ausenta lentamente, como una bella mujer en un bar con la que cruzamos miradas y ahora dejamos ir sin decirle nada, (para poder soñar las cosas cuestan su ausencia).

*

Tal vez duerma un poco, después de todo.


///

4.5.08

die niemands rose


. . .


Supongo que la quería. Quejarme, de todos modos, es una actividad profana.
La vi venir, un día, arrastrada por el viento. A los tumbos, por el camino de tierra. La ayudé a levantarse. Se arregló el pelo como pudo, me sonrió tímidamente mientras se arreglaba un poco la ropa. Se quedó un tiempo, aprendimos a no estar solos. El viento vibraba en el vidrio de las ventanas cerradas; casi no lo notábamos. Una mañana me desperté y ella ya no estaba. Vi, en la tierra del jardín, la marca de sus uñas. Sembré, sobre esa tierra arañada, magnolias bellísimas. Si no crecieron, o crecieron y el viento también las arrasó, no lo sé. Sueño todavía con la belleza de esas flores que no vi. Es una rara nostalgia.


///

1.5.08

nombrar cosas (sansepolcro, piero della francesca, greta garbo): evocación, melancolía

sansepolcro


I
En 1944, los alemanes habían tomado Borgo Sansepolcro. No escondo el goce – íntimo y nocturno – de escribir Borgo Sansepolcro, de decirlo para mí varias veces con la lentitud que se le debe a la degustación de las cosas frágiles, evanescentes. No negaré que tal vez emprendo este texto sólo para poder escribir algunas veces más Borgo Sansepolcro.

II
Alemania y la guerra declinan. Un grupo de soldados británicos llega, desde el oeste, a las afueras de Borgo Sansepolcro. Habían recorrido a pie el arduo camino de los Pirineos, por el que hoy, en auto, se tardan 7 incómodas horas. El comandante, Arthur Clarke, recibe la esperada orden de los aliados: bombardear Sansepolcro. Los cañones inician su descarga, pero Arthur Clarke, compungido, exclama el cese de fuego. Recuerda haber leído, hace años, un artículo en un libro publicado hacía más de veinte años. En ese libro, Aldous Huxley relata su fatigoso viaje a Borgo Sansepolcro. El tedio, la incomodidad. Y cómo todo eso se redimió de repente cuando, al entrar a Sansepolcro, vio un cuadro, que describió así: “el mejor cuadro del mundo” (the best picture in the world). Arthur Clarke, que nunca había visto ese cuadro, sintió que había detrás de esas palabras leídas en su juventud algo de sagrado.

III
En el libro donde se anotan los muertos de Borgo Sansepolcro, el 14 de octubre de 1492, el nombre: Piero della Francesca.

Hacía dos días se había descubierto América. El, que había pintado “
La Resurrezione”, moría, viejo. Piero della Francesca. Otra vez el placer de la palabra rendida a su pura sonoridad, a su arquitectura aérea que se tensa un instante casi táctil para disiparse entre quietos vahos de mi noche. Mis manos no vuelven al teclado, miro la ventana cerrada frente a mí, digo, unas veces más, para mí, Piero della Francesca. Suspiro.

IV
Arthur Clarke está nervioso. Ha desoído la orden; las represalias han de ser severas. Sin embargo, en su atribulación, él saca otras cuentas. Las descargas que llegaron a dispararse son suficientes para destruir “La Resurrezione”. Pero tiene suerte. Los alemanes ya se habían retirado de Borgo Sansepolcro. Y las municiones encallaron en distritos marginales.


V
Atractivo el hecho de que Clarke no había visto la obra (la ignoraba por completo: ni una mísera reproducción). No sabía qué era lo que salvaba. Y aun así bastaron unas palabras de un novelista para haberle sugerido que su misión era, de algún modo, vital. Pudo darse el caso de que las palabras mintiesen, y fuesen bellas solamente ellas. Imagino que hubiese valido la pena de todos modos. Raro destino de esas palabras de Huxley: haber escrito lo que esa obra hizo en él, 20 años más tarde la protegería de la muerte.

VI
No sabemos cuando termina una palabra.
Qué salvan, qué condenan. (Qué palabras dijiste a tu amada ayer, que alguna vez serán la llave de algo terrible, la última noche. Qué cosa le dijeron a ella, allá cuando era niña, para que a poco de haberte visto – y sin mucho argumento – te ame.)

VII
La resurrezione” está aún en la Pinacoteca del Museo Cívico de Sansepolcro (ah: la oportunidad de escribir una vez más: Sansepolcro: modestos placeres una escritura anclada: Sansepolcro.) Inmóvil ya más de 500 años; más vieja que América: quieta mientras América sucedía. Para poder verla, es preciso firmar en la entrada. Entre los nombres de quienes fueron: Greta Garbo.

VIII
Como Clarke, yo tampoco he visto el cuadro (salvo de lejos, digitalizado: inerte). Sin embargo, sí ví el rostro de Greta Garbo. ¿Acaso alguien puede dudar que ese rostro – bello y hermético; mítico - sintió el influjo escisivo de ese cuadro? ¿Alguien puede decir que el rostro de Greta Garbo – tan peculiar, tan Greta Garbo - no lleva una marca muy suya e indeleble y que esa marca es la de Sansepolcro, su portento y su belleza, antigua y sepulcral?

IX
Hoy, Clarke tiene su calle en Borgo Sansepolcro. Lo quieren en el barrio, es considerado un héroe (murió en 1981; el año en que nací). Y todo, las guerras, estas palabras (the wars, these words), el mítico y perdido rostro de Greta Garbo, la última vez que se descubrió América, Borgo Sansepolcro, Eric Cantoná, los libros de historia del arte, el quattroccento, todo ya es parte de la historia de esa pintura - que cada tanto algún poco transitado canal de cable recordará.


***


Y yo, que me asomé a su encanto fríamente abrasivo una noche lentísima, y alivié mis llagas en el reflejo de sus orillas.

22.4.08

time flowing / in the middle of the night




Dolor de muelas. La noche se ahonda. Pasan más lento las cosas - presiento el tiempo en mi cuerpo -. Ni siquiera en el sueño me evado del dolor: no duermo, o me despierta el dolor, o sueño que me duelen las muelas y que no puedo dormir. Es cierto que nadie ha muerto de un dolor de muelas. Pero también es cierto que nadie puede vivir así. Concluyo que estoy en un sitio enrarecido. Herido de una herida que no encalla en la muerte, y entre tanto, explayándome en una agonía que impide todo atisbo de vida. Conozco ese lugar: es la escritura (tal vez por eso es que escribo otra vez, después de tanto tiempo). Y sin embargo, ahora es peor: saldré de la escritura para seguir en ese espacio inconcluso, ilimitado. El dolor de muelas; el laberinto del tiempo; mi cuerpo insepulto.

.Errar.




los infinitos
capullo de los intersticios.
Errar.

20.4.08

la sangre que se pierde se pierde

larvatus prodeo

La tragedia de la melancolía: que muchas veces se parece a la vida. Hay quien se reseca de melancolía sin saberlo: su pulso declina entre los ruidos de la casa quieta, y la sangre que se pierde se pierde de manera tan monótona que esa pérdida tiene las maneras de un ritmo similar al curso de las cosas cotidianas; y la inercia, que acepta el vaivén de los vientos y de los vahos, se dismula adoptando gestos civilizados. Yo mismo, tantas veces me confundo con mi vida. Y tengo tanta gente cercana que me ha reemplazado por ciertas acciones que cometo. Avanzo con una máscara como cualquiera, y hago esfuerzos brutos y patéticos por señalarla, por delatarla. No me toman en serio: creen que es otra pirueta, una forma de romper el hielo, de decir hola.
La tragedia de la melancolía: que se parece a las horas. No las horas insomnes de la noche, tan vacías que enferman de silencio hasta hacerlo mover, verbalizan la carne de nuestros fantasmas insepultos. Las otras horas: las comunes: las esperas en las paradas de los colectivos, caminar las calles diurnas, vestirse para salir, subir escaleras, conversar solo para que las palabras nos dividan del otro, para mantenerlo lejos, hacer trámites, el trabajo, la preocupación por las cuentas, el rumor de los gobiernos en los periódicos de los puestos de diario que pasamos sin prestar demasiada atención, el tiempo indiferente corroyendo el nylon de los carteles publicitarios, etc. Esas horas en las que hago cosas, y si me encuentro con un amigo por la noche o me llama mi madre por teléfono y me pregunta ¿qué hiciste hoy? son esas las cosas que enumero, como si tuvieran que ver algo conmigo (y no lo otro, el murmullo interior). Sometido al lado de acá de las cosas, vivir sin notar que lo que tomamos por vida es simplemente estar triste.
El silencio - la forma del silencio - del zapping anestesia el ansia de un grito coagulado. Parece que nadie escuchase esa agonía (ametrallar un teclado no redime nada).

6.4.08

en la noche, releo

No poseo otra verdad que el silencio, en nombre del cual, despertado entre mis sábanas por las chinches, hablo como si me rascara. Lo que anhelo: la interminable noche de ausencia, una eternidad de palabras enfermas, a pesar mío pregonadas al oído, mi impotencia, la enfermedad mortal de las palabras, mis lágrimas, mi ausencia (más pura que mis lágrimas), mi risa, más dulce, más maligna y más vacía que la muerte.


Georges Bataille
(en: la felicidad, el erotismo y la literatura)

26.2.08

post


Pero también recuerda, como un estribillo hecho de silencio:

"Cada uno busca su propia muerte. Y los actos fallidos son los más logrados"

25.1.08

i morti non sono piu soli


Estas palabras sueltas sobre la tragedia de un escritor.

Seducido, por una vez, por los encantos de una precisa muchacha – una muchacha naive, tierna, bellísima -. Seducido en la acepción más original y primitiva: sustraído de sí mismo, desviado de las prácticas que configuró como su destino. Se siente encantado por las formas de la muchacha, extraviado en los éxtasis de la lejanía que junto a esta muchacha habita. Librado del mundo en ella – incluso a veces suspendido de los vicios de ser Debret Viana – debiera ser feliz. Sin embargo, toda una fase de sí mismo – una de las fases relegadas – se recluye inhóspita en la oscuridad y ladra, y con su ladrido lo retiene. Lo retiene en la culpa de ser un escritor que no escribe.

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No le sirve (lo intentó) el consuelo de “hoy que hay vida, se vive; mañana, cuando no haya, se escribirá”.
Siente que la escritura no puede ser tan endeble como para depender de una circunstancia tan fortuita como la ausencia de pena.

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Esto lo lleva a otro dilema (acaso el centro de la cuestión): ¿hay que agonizar para escribir? ¿se puede escribir -escribir bien- sino con la agonía? Y si ese fuese el caso, ¿acaso el no está agonizando, más o menos, siempre?

No importa, porque esa muchacha lo distrae de las aguas que bullen en el fondo de los abismos donde él buscaba los reflejos más fétidos del mundo para mojar allí su pluma. (tiene que hacer un movimiento brusco, de mucho esfuerzo, para vislumbrar el perímetro de tristezas que circunda los destellos de la isla que configura, acurrucado, junto a su amante; y aun así no logra un impulso lo suficientemente fuerte como para sostenerse frente a la hoja) Frágil, herido por la nostalgia de la música que mana del silencio del cuerpo de su amante, se aparta de la marejada rumiante de palabras aletargadas en el paladar de la existencia, y marcha tras los signos de la muchacha, o yace, pequeñísimo, abrazando las cosas que ella tocó, buscando respirar de ella, al menos, su ausencia. (encriptado, tal vez, en la memoria de los objetos movidos, los signos desvelados por su tacto leve, su mirada táctil, su ausencia después).

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Es que, ¿a quién le importa? Le da pudor. Detesta los discos de los músicos que encontraron el amor y cuentan lo bien que andan, y como tener hijos les dio sentido a sus vidas. Siempre es mala música (si alguien no la está pasando horrible, que tenga la decencia de no decirlo, o, al menos que no contamine la cultura con confesiones banales).

Además, el sentido…
Recuerda que Pasolini decía sobre el cine:
“es absolutamente necesario morir, porque, mientras estamos vivos, carecemos de sentido, y el lenguaje de nuestra vida (con el que nos expresamos, y al que, por lo tanto, atribuimos la máxima importancia) es intraducible: un caso de posibilidades, una búsqueda de relaciones y de significados sin solución de continuidad. La muerte realiza un rapidísimo montaje de nuestra vida: o sea selecciona sus momentos verdaderamente significativos (inmodificables ya por otros posibles momentos contrarios o incoherentes), y los ordena sucesivamente, haciendo de nuestro presente, infinito, inestable e incierto, y por lo tanto, lingüísticamente no descriptible, un pasado claro, estable, cierto y, por lo tanto, lingüísticamente bien descriptible (precisamente en el ámbito de una Semiología General). Sólo gracias a la muerte, nuestra vida sirve para explicarnos. (...) Después de la muerte ya no existe esa continuidad de la vida, pero existe su significado. O ser inmortales e inexpresivos o expresarse y morir.


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Habría que preguntarse: ¿tendrá la literatura (el ansia de literatura, la necesidad de literatura) el suficiente poder como para revertir, o, cuanto menos, sabotear este feliz estado de afasia?

Nosenose

Pero yo no creo que alcance usar los recursos de la literatura – su discurso – para delatar esta trama, para sublimar las venganzas por venir.

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Aunque, claro, fue necesaria la tercera persona para decir estas cosas.



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15.1.08

remembering holderlin

Remembering Holderlin, a colación de muchas cosas, entre ellas, mi ausencia, esta afasia del lado de acá - que no pacta con la no-escritura, sino más bien con una apatía hacia esta vidriera de mí mismo, ahora que me parece que no sufro lo suficiente como para ser interesante, y que en estos últimos tiempos, acompasados por una serenidad que no sabría merecer, convivo con mi fase más débil, allí cada vez que me siento bien, que no tengo cómo quejarme y que no logro disfrazarme detrás de ninguna pena que me dignifique -. Entonces, tal vez, los versos de Holderllin, que decía, por el final:

tiene que retirarse a tiempo
aquel por quien habló el espíritu


pero igual dejo la puerta entornada, a la espera de nuevas tempestades (atento en la noche - ahora tanto más breve que en los tiempos de escritura -, cualquier ventizca me entusiasma, y sueño tifones allí donde ronronea, perezosa, una puerta en la dócil madrugada, apenas rozada por la luz nocturna de los ojos de los gatos)

4.1.08

blink


El calor me recuerda que tengo un cuerpo. Enero, otra vez. Fue como parpadear. Evanescencia de las cosas, volatilidad del momento que, ensimismado a ese lábil grumo del tiempo, confundí conmigo y con el universo. Lo que queda de lo que pasa es tan poco, (tan etéreo, tan quimérico, tan tóxico) que siento el deseo, lánguido y lejano, como quien siente que sueña que la vida pudo ser de otra manera y sabe, con su lado despierto de sí mismo, que la belleza de soñar yace en su sublime inutilidad, en la gracia – un poco divina - de malograr el tiempo que pudo servir de algo, tal vez: así, el deseo de inscribir mi vida en la inmanencia de lo que se pierde, pasar con lo que pasa y no quedarme con lo que se queda, como se queda el polvo sobre las cosas quietas, que nadie necesita, que nadie busca, que nadie espera, sumidas en la lenta invisibilidad de la quietud.

1.1.08

breakdown
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- soul malfunction -
__________system reboot_________
long-term re-animation silence....please wait