2.6.08

d´automne

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Sobre los párpados el ronroneo del tibio sol otoñal, un día claro.

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Levanto un pétalo roto del piso, que cayó de las flores que vende un peruano en la esquina. Lo pongo sobre esta hoja (antes, en la palma de mi mano – tan pálida que el fulgor del rojo del pétalo se recorta mejor – donde la miro y la miro, y pruebo su textura con mis dedos, y siento sus rugosidades, sus pliegues, y descubro sus matices y sueño con dormir arropado con sábanas de esa levedad y ese matiz, para que el simple roce me haga suspirar el influjo cansino de mis cosas soñadas – allí, en el reverso de la monotonía de la vigilia – como se exhalan las lentas cosas que resigna un cuerpo hastiado de tiempo.

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Días más tarde, errando por el cuaderno, encuentro este texto. Cuando doy vuelta la página, está el pétalo. Completamente negro. La oscuridad de la tinta de mi lapicera. Si me alejo, tiene la forma de un hongo. Un hongo nuclear. Tal vez sea un pétalo de la rosa de Hiroshima. Si me acerco, le descubro venas. Son más negras que la tiniebla dispersa por la piel del pétalo derruido. Habrá navegado esos surcos el cáncer del tiempo.

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( La tinta en la página es el tiempo que me libro de mí. )


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1 comentario:

laveron dijo...

el escritor que está solo en su habitación tiene un espejo que refleja al escritor que está solo en su habitación tiene un espejo que refleja al escritor...

bucles de tinta sobre nosotros mismos.