los muertos
Ya son muchas las veces que dije que no jugaba más. Pero es inútil; mis declamaciones son pasos de comedia. No me toman en serio: alegan que todo lo que digo son ardides para perpetuar mi lugar en el juego. Tengo que quedarme así, mirando para atrás, velando cada cosa. Agoto el privilegio de ser real vigilando el sigiloso advenimiento de lo que pendula en el silencio. Si me doy vuelta, se mueven, avanzan sinuosamente desde los rincones de sombra, progresan a través del territorio indómito que se abre detrás de mi espalda.
Apenas son discernibles los pasos de los movimientos. Diminutas monedas de rara seda: inaudibles; sé de ellas que cambian el aire del ambiente con su aliento rumiante: así siento su cercanía; me quedo quieto, expectante, pero nunca confirmo nada: mi inmovilidad los disuade. Pero el tiempo cede y mi atención me deja cansado. Es inevitable que, eventualmente, alguno toque mi espalda y yo pase al otro lado del juego.
*
El silencio es el regreso de algo.
Algo regresa en el silencio.
Algo, que en algún punto habrá de cruzarse con vos, avanza cuando hay silencio,
cuando le das la espalda.
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