29.8.08

Contrato


Cuando uno se convierte en escritor, justo cuando le hacen la entrega de la lapicera y un mapa con los universos que casi pudieron haber sido, es forzado a firmar un contrato por el cual se compromete a utilizar la palabra para otra cosa que no sea nombrar incesantemente a la mujer que falta.

El precio a pagar, en caso de que no se cumpliese con el contrato es fatal. El escritor es castigado con la credibilidad: sus lectores le creen demasiado. Se compadecen de él, se identifican, practican la lástima o la empatía. Pronto, el escritor pierde su derecho a la ficción, y todo lo que escriba quedará simplificado en las estanterías de testimonios.
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4 comentarios:

pio dijo...

Exacto

Anónimo dijo...

y entonces me quedo sentada en el umbral de la vereda, viendo, escuchandote cantar otras canciones, bordando otros tapices, y la tinta de hilo penetra furtiva sin nombrarme nunca...
implicito homenaje que resuena en todas las "paredesdebret", en cada "ladrillitoviana", campanas de mi alma.

una mujer

Anónimo dijo...

Saludos Debret Viana.

Muy atinado ese contrato, pero me quedo con la duda sobre qué prefieres tú, ¿transgredir el contrato, o no?

lau dijo...

genial contrato. y dificil de pagar.