25.8.08

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dial-tone

Con el hilo del tono del teléfono me estrangulo hasta dos pasos antes de la asfixia, para deslindarme por fin de la vigilia, y tolerar la noche en el dormir. Y sueño con serpientes, y con cabinas de teléfono en el desierto, sonando inútilmente para nadie, con un mensaje crucial que ha de perderse, y sueño con el hilo de Ariadna enredado y pegajoso, como una telaraña y sueño con líneas invisibles que recorren las llamadas hechas desde mi teléfono celular, urdiendo, junto con los pájaros, el mapa terrible de algo que sería definitivo para mí si supiese verlo, pero no veo y sueño que tal vez cuando me tropiece la próxima vez sea con una de estas líneas, y sin embargo siga mi vida sin percatarme de que, en la otra punta, tal vez he movido – un poco, tenuemente – a alguien junto a quien pude haber sonreído durante un rato de un atardecer, y que, aunque sintió un tirón en el codo, no le da mayor importancia, asume que habrá sido un transeúnte apurado, y sigue leyendo el diario, o mirando a través de una ventana u otra cosa, o no.

Y si despierto es ya para un día que prescindiría de mí a no ser por la cuenta de teléfono por pagar, y la vana decodificación de símbolos inútiles que provee la noche para dramatizar el día, su insipidez.
(Otra vez la noche, la venganza del día.)

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