26.7.05

furtiva sombra
Una historia simple, algo que pueda llevar en el bolsillo, un souvenir, un guiño leve, algo que pueda recordar, y con tres o cuatro palabras contarme a mí mismo, una baratija, algo para sobrevivir las horas vacías, algo para remontar los repletos de los subtes, los diálogos automáticos de los ascensores, la monotonía de los 80 centavos que me regresan a mi casa. Una historia simple; por ejemplo: la pesadilla de un escritor. Un escritor encerrado en una vastísima biblioteca. No importa quién lo encierra. Ni dónde. Ni los motivos del encierro. No importa hasta cuándo. Un escritor encerrado en una vastísima biblioteca. Una biblioteca donde cada libro es un libro escrito por el escritor encerrado en la biblioteca. Y listo. Nada más. Un escritor condenado a vagar eternamente por las oscuras galerías de una vastísima biblioteca que contiene infinitos volúmenes, pero todos y cada uno escritos por el escritor condenado y nada más. Solamente el momento fugaz en que el escritor abre un libro - un libro cualquiera - y comprende. Comprende sus sentencia. Nada más que eso. Haberme ido antes de los primeros pasos del horror, antes de que suban como dedos fríos hasta la garganta del grito.
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Antes de que todo se vuelva una historia.
Antes de literatura.

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