2.8.05

Pasé las horas
encerrado
en un cubículo
en una oficina
fingiendo
que era normal.


No salté por la ventana abierta.
Casi no sentí el sabor del vértigo
un rayo por la espalda:
temo
que la máscara
se haya hundido en mi rostro;
mirar el resto de los días
entre los espacios del cubículo
las horas pasar al otro lado de la ventana
mirarlas irse
como un pez
como un pez
en su pequeño acuario
respirando la celda
como un pez.

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