23.8.05



voz subterránea
Como todo basural, Infimos Urbanos no cierra nunca. Es un compendio de cosas rotas: es decir, inagotable. Su fronteras son tolerantes: basta conque algo se caiga para que pueda formar parte del cuaderno.
Pero, si se cerrara alguna vez - porque como los poemas de Valery: no terminan; se abandonan - debería cerrar así:
"(...) ¡Hay tantas cosas que quisiera olvidar para siempre! Pero... ¿no sería conveniente poner punto final a este diario? Creo que escribirlo fue un error... En fin, lo cierto es que no dejé de sentir verguenza en ningún momento de la narración de esta historia. No es literatura, sino una expiación, una pena que me impuse.
Referir con detalles cómo ha fracasado uno en su vida, su subsuelo, que es lo que he hecho yo, no puede ser interesante para nadie. Una novela necesita un héroe, y yo, como a propósito, reúno todos los rasgos de un antihéroe. Además, todo esto produciría una pésima impresión en los lectores, porque todos hemos perdido la alegría de vivir, porque todos cojeamos, algunos más algunos menos. Hasta tal punto perdimos esa alegría que sentimos cierta repugnancia por la vida real, la "vida viva". Pero a nadie le gusta que le recuerden eso."
de las Memorias del subsuelo
Dostoievski
.
Aunque claro, eso de referir los detalles del fracaso de la vida. Habría que mirar bien si cada palabra escrita no es precisamente ese signo. Si la tinta abre un alma sobre el papel, no importa lo que quede escrito: será siempre el vestigio de un latido, de una soledad; la derrota. Nuestros pasos sólo pueden dejar huellas con esa fragancia cansina. La letra es el recuerdo de algo precioso y fugitivo que no podemos aprehender. Lo que nos encandila es lo insondable: los despojos de una luz que se posó. Con la belleza de nuestro fracaso hacemos un hilo - de la textura metafísica de la espera de Ariadna - y con ese hilo atravesamos las piezas sueltas de la luz de otro - esos restos literarios - ansiando en vano hacer nacer la desvanecida figura imposible, desandando los muertos hasta el contacto con la carne del verbo. En la pérdida incesante de esa búsqueda está el goce de la lectura. El fracaso de la lectura.
.
En otras palabras: creo que siempre seré feliz allí donde no estoy
foto: d.v.

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