27.6.05


HAPPY together
Mientras haya cárceles
no importa mucho quién esté dentro
y quién esté fuera
G.B.Shaw


I

No es que sea frío. Simplemente, no sé participar de la euforia. A veces me siento violentado por una emoción, pero a lo sumo termina en sonrisa, pestañeo, mueca leve. No grito goles, no salto en recitales, no bailo. Si me escandalizo, lo verbalizo racionalmente. No lloro, salvo por filmes, no he peleado jamás con otro hombre. No comprendo, cuando me insultan, más que un residuo del lenguaje, vaciado de significación, un reflejo sin reflexión. Lejos de enfurecerme, siento pena: recurrir a un muerto sistema de signos para agraviar debe ser una empresa triste. De no ser por la literatura, yo jamás saldría de mí. Siempre estoy en mis cabales. Todo un caballero. No grito. Ni cuando me enojo grito. He desarrollado una verborragia minuciosamente hostil, que es mucho más precisa que el escándalo.

II

Esto no significa que no sienta. Sino que nunca me salgo de la elegancia. Mi sensibilidad es honda - a veces la tengo que mecer con fármacos -, pero no me resquebraja la máscara.
III

Engaño metodicamente a la mujer que amo. Nunca me fue arduo lograr mujeres. No es que la monogamia me canse, no es que me aburra la mujer que amo. No. Sino que me acuesto con otras. Que pase semana sin que lo haga es una rareza. A veces me siento culpable, pero sé lidiarlo. Sé que mi placer no puede sanamente limitarse a las fronteras de un solo cuerpo. Trabajo para que eso no ocurra. Por supuesto, la mujer que amo no sabe nada de esto. Vengo haciéndolo hace años. Y no tengo intenciones de detenerme. Además, es una maquinaria: si yo quisiera parar, no podría. Soy cuidadoso, pero no mucho. No me fijo en detalles. Pero me comporto como si no hiciera nada malo. Es cierto que si alguien me mirara detenidamente, si me escrutran los bolsillos, la agenda, si me pusieran atención, se darían cuenta al instante. Pero nadie se da cuenta, y yo tengo que seguir. Pensé en algún punto que el amor que sentía por la mujer que amo me ayudaría a parar. No fue así. Entendí que son dos cosas diferentes.

IV

Temo perder a la mujer que amo. Sé que si se enterara, la perdería. Sé que si no se ha enterado todavía es por una fabulosa cantidad de casualidades. O porque no quiso. Y por esta sospecha - leve e insustancial - yo odio un poco a la mujer que amo. Su perversión. Pero no me detengo. Es un juego del que no sé salirme. Ni siquiera me gusta tanto. Pero amo mucho más a la mujer que amo cuando llego a ella después del cuerpo de cualquier otra.

V

A mis amantes nunca les miento. Me agrada el vínculo puro que he formado con ellas. Ni siquiera con mi psicoanalista soy tan sincero. Ni siquiera conmigo, en mi escritura.
En cambio, a la mujer que amo estoy forzado a mentirle. Es la única manera de mantener aquello que nos une. No porque el lazo sea falso, sino porque es frágil: como todo lo bello. Y, como todo lo bello, no resistiría tanta vigilia. A ella tengo que mentirle. Y mentir es un trabajo. Un trabajo arduo, cansador. Me agota. Lo hago porque la amo. Si no la amara, le diría toda la verdad. No me importaría. Y yo sé que de la verdad no vuelve sino un monstruo.
Creo que esto define bastante bien lo que entiendo por amor.

VI
Nuestra vida es feliz. Llevamos tantos años recorriendo la rutina del otro. He visto, sin desencanto, como el tiempo hundía grietas en su cuerpo. Pueden pasar días en que no necesite recuperar sus rasgos en mi memoria, pero bien sé que si yo sintiera su ausencia, ya no sabría nada de cómo vivir. Perdería las cosas simples: me ahogaría intentando atarme los cordones, no lograría dar con la cama para mi descanso, cada botón de mis camisas sería una emboscada que se alza en contra mío. Cuando me contacto imaginariamente con la textura de esos abismos, entro en la certeza de que nuestra vida es feliz.
VII
Sí. Nuestra vida es feliz.
VIII
Nuestra vida es feliz porque es teatro. Pero el teatro cuesta. Lo que he gastado para sostener los muros de la ficción es incontable. La tarea es titánica, y muchas veces siento que la verdad entrará perforandolo todo, deshojando cada una de mis ficciones. A veces me siento solo en esa responsabilidad, batallando ejércitos secretos que penetran nuestras vidas desde la cerradura o los pliegues de las ventanas. Pero, últimamente, descubro que ella colabora. Silenciosamente. Nuestra felicidad no puede tener mucho que ver con el estado real de las cosas. Es como un engaño armonioso, un cuento para niños. Dejamos la verdad suspensa para los días de lluvia.
Cuando yo no estoy, simplemente gasta dinero. Mucho. Llena la casa con tonterías y se incribe a cursos para todo. Son formas de la ilusión. Mecanismos que fantasmatizan las brechas.
IX

Si se llegara a enterar de la verdad, sería terrible, sería el fin. O no. No exactamente, al menos. Sé que, llegado a esta extrema situación, yo tendría una carta más; acaso la que siempre busqué. Allí, en ese momento trágico y decisivo, yo podría desesperarme. Finalmente, podría romper mi máscara; llorar, gritarle todo esto, que mi rostro quebrado y mis convulsiones sean el signo de lo que yo no supe decir. A través de las fisuras de mi máscara, brotaría la verdad. Una verdad conciliadora: una verdad que no me matara; que fuera armonía. Tal vez así, rompiendome hacia esa verdad, ella pudiese comprenderme.
Recién ahí tendríamos una chance. Y todo podría comenzar para mí.

X
Entre tanto, cruzaré miradas que acabarán en sexo. Traicionaré lo que más amo hasta lograr mi rostro.
XI
Pero temo, con profundo pavor, que ella elija mirar para otro lado, y continuar la farsa, perpetuarme como su esclavo, eternamente.
...
..
.
porque
toda la realidad
es así.
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