5.6.05

Diario para seguir un sueño


"...and if he left off dreaming about you..."


I
El trabajo me deparó las mismas cosas en su mismo sitio. Más tarde, ensayar una obra de teatro que se extiende, se bifurca y se demora, pagar patrióticamente las cuentas, besar a la mujer que amo como un ritual mediante el cual la libro al mundo. Ya en mi casa, dedicarme a la lectura; y fue cuando, mientras escuchaba "Green eyes" de Nick Cave, y extendía mi visión metafísica sobre el áspero techo, quedé dormido y apareciste vos.

II
Me quedan ahora ramas oscuras que solo sinuosamente me permiten entrever piezas sueltas del sueño. Íbamos en un auto, con otras gentes sin rostro, que yo no conozco pero trataba como íntimos. Regresábamos de una suerte de fiesta -y es raro soñar con fiestas porque yo nunca asisto a ellas-. Vos preguntaste la hora. Era de noche, y alguien respondió las 6 y cuarto. Decidiste bajar del auto y yo entendí que era temprano para llegar a tu casa y que preferías caminar un poco. Acepté que esa era la avenida Acoyte, aunque en nada se asemejaba. Pensé en bajarme del auto a unas cuadras, pensé en alcanzarte. Lo siguiente que supe fue que ya te había encontrado, y era en un callejón oscuro y lleno de árboles de hojas opacas que se estremecían como lluvia y muros grises de una antigüedad y una tristeza milenaria. Yo te dije que recién entraba a las 9, pero yo pensaba en cómo iba a hacer, porque sabía que en el trabajo debía estar a las 7. Vos dijiste que teníamos tiempo, -querés tomar algo?-.
Lo siguiente que recuerdo es que era un claro día de sol, pero era el mismo día. Caminábamos juntos vos y yo -tenía que ser la tarde- por parques preciosos que la arquitectura de Buenos Aires no se ha permitido. Pienso ahora que ya he visto en otros sueños(1) el parque laberíntico por el que cruzamos sin perdernos, ni darnos cuenta del riesgo, ni de lo que habíamos encontrado: esa inconsciencia la del romance. Había visto esos parques, pero nunca esa laguna redonda, perfecta, quieta, nunca esos puentes de piedra, anacrónicos, que decoraban nuestras conversaciones con un contexto siglo xix.
Sé que hablamos de todo. Sin embargo, ignoro si es que no recuerdo las cosas que dijimos o si en el sueño yo acepté ya haber hablado de todo. Vos estabas rodeada de un aura divino(2) . A mí las cosas se me confunden un poco, y recuerdo que era de noche, que yo tenía que irme. Algo había pasado -tal vez algo se había roto- y vos me decías que me querías. Para mis adentros, vulgarmente, creo haberme jactado. Yo te decía cosas lindas que sé decir para endulzar lo imposible de tu verbo. Yo me tenía que ir. Vos llorabas. Me dijiste "es la primera vez que estoy enamorada", y nos besamos; y no era un beso de amantes con ese fuego abrasador que vence los párpados, sino una caricia compasiva.

III
Nada me ha pasado en este día que recuerde más vivamente que el sabor de tus lágrimas, ese salado altar que me bendecía. (Pensé, mientras se extendía el instante del beso, que ahora tendría que dejar a mi mujer, imaginé la situación, atravesé la idea de la pena, y luego llegué a mi vida con vos) Todo era precioso y tan triste. Cuando desperté ya eran las 12am y cené comida recalentada. Murmuraban a través de mí las marcas calladas de un sueño que había tenido y ahora no podía recordar. El encanto de lo poseído y perdido. Sólo sabía que me había sentido tan bien. Vi una película de Fellini y a las 4am, mientras leía un sueño de Talita en Rayuela, me llegaron las coordenadas mínimas de esa caricia onírica que brilló mi día. Si tengo la necesidad de escribirlo es porque no quiero perder la sensación de ese sueño, y no porque pretenda literatura. Por eso escribo, diminuto y simple, sin trucos: abierto.

IV
Yo sé que mañana indagaré en tu rostro rastros del sueño que hoy me ha desvelado. También sé que serás otra cosa, distinta por completo de aquella enamorada muchacha que soñé. Hablaremos cosas que se hablan, y vos no sabrás que me has besado, que yo probé la sal de tu sangre. Solamente resta un desierto de vigilia, allí donde no podes interesarme junto a las horas sucesivas y la inmediatez de estar vivo. ¡Qué nostalgia de la que nunca has sido...!

V
Tu nombre lo sé apenas y de tu apellido me enteré hace poco. Yo seré para vos un conjunto de gestos intelectuales. Tu cara habitó un fantasma hermoso.

VI
Detalle narcisista: pensé en darte estas palabras, en alcanzarte este texto como si fuera literatura, y secretamente mirarte mientras lo leyeras. Para qué, no lo sé: para ver si algo brilla o trastabilla en vos, para ver si sos vos la que cruzó conmigo los puentes de piedra y saló mis labios con el néctar más triste, o si el sueño es solamente otro episodio de la soledad, apenas ese mismo fantasma travieso de lo que no hay ni puede haber que ha tomado tus ropas para burlarme otra vez y dejarme herido, persiguiendo un cuerpo ya vacío.

VII
Te encuentro, dos meses después: definitivamente no sos la misma que soñé. Cuando te soñé no te conocía: supongo que por eso eras habitable por la ilusión –aunque yo, despierto, no lo supiera. Luego, vinieron días, te volviste humana. No es culpa tuya: someter tu destino a cumplir un libreto que mi deseo expone en el teatro nocturno es una cruz que nadie merece. En todo caso, tu imagen ha sido el soporte de un precioso espectro: de alguna manera eso te justifica (aun siendo que últimamente solo me das bronca porque te encuentro vulgar, torpe, vacía y sin nada para decir). Me queda este texto: saber que algo de mí fue dicho, y no importa demasiado que yo todavía no sepa leerlo.

VIII
Sucesivamente, en mis noches el rostro cambia. Otras mujeres, otros recipientes sirven de símbolo para exaltar mi soledad. Pienso que también el amor es siempre el mismo; nuestros amados son excusas de la necesidad del sentimiento.

XI
Como las pesadillas: el horror es mío, pero la imagen que se identifica con ese horror viene después; se fabrica como una coartada para justificar ese horror. Pero también me ayuda a comprender mi horror a través de una metáfora. Lo terrible: pasamos la vida temiendo a metáforas, sin tener idea de la fuente de la pena. Desandar ese camino, de lo literario hacia la expresión, deben ser pasos difícil. Un camino que termina en nuestro nombre verdadero.


(1) Hablo de otros sueños pero: si hay otros sueños no lo sé –aunque nada sé-, pero me es grato imaginar que existe un solo sueño, que es el preciso reverso de la vigilia: no producimos un sueño, sino que regresamos a él.
(2) (yo ahora pienso en Benjamin: delicia onírica: allí ni siquiera se me cruzó Benjamin; idea de ideal: acaso allí yo, salvado, ni siquiera era yo: la última redención).