10.6.05



Contrato en una servilleta de café
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Varias veces se habían cruzado ya. La tensión en las miradas era una delicia que les recordaba que estaban vivos. Un dulce vibrar, la sensación de un pulso que los diferenciaba de lo inerte, del ritual cotidiano. Acaso, sentían que los salvaba. Durante un tiempo supieron respetar ese pacto. Callados, mirarse tímidamente. Tal vez fue pudor, cobardía. Yo creo que, a su manera, fueron felices. Cuando ya el roce no podía evitarse, cuando el silencio entre ambas miradas era un absurdo insostenible, él, para preservar esa furtiva magia del lenguaje, esbozó este contrato.
Esto sucedió hace mucho tiempo, en un rincón de una ciudad metropolitana.
un juego
parte 1
I

Un poco harto de las cosas iguales, los días parecidos a los días, la misma pasta dentífrica, las palabras que se dicen, etc.

II

Esto un poco como un riesgo, una fuga. Un juego que no quiebra nada pero al mismo tiempo es una música y una isla.
III

El contacto urbano es vertiginoso, asfixiante. Entre las cosas perdidas: la escritura. No digo cartas; lo epistolar es un esfuerzo. Sino que el juego más o menos así: lees este papel y tal vez no lo tirás y no lo perdés. Si te dan ganas, cuando me veas, me darás un papelito (que diga algo, cualquier cosa -¿qué importa que mientas?-). No hablaríamos nunca, y nuestro contacto casual tendría un poco de magia y de absurdo: me gustan las ventanas que dan a otra parte que no sea la vigilia.
IV

No vale decir nada obvio, nada automático. Este es el lugar para decir aquello que en la vorágine cotidiana no tiene territorio. Yo te digo por ejemplo que tengo un nombre pero que no importa, que te ví tan concentrada es ese libro de Arthur Machen que tuve que escribir esto sin saber por qué, que pienso que la tristeza es una condición de la música, que no espero nada de vos sino una voz diferente de la mía.
V
Correrte los velos sería asesinarte. La verdad demuele o asesina. La verdad es lo que, suprimido, no dejaría al descubierto sino la muerte. Como el Golem. La verdad es la parte del fantasma que necesita ser demorada. Todo esto se lo robo a Barthes. Lo que pasa es que yo sé bien que defraudaré este suspenso. Mi vida trabaja en contra de cualquier idea romántica que hayas logrado de mí. Siempre seremos otra cosa.
VI

Entiendo que este papelito no es típico y que estas situaciones no son usuales. Precisamente ese es el punto. Si no te gusta, si no te atrae, si no te enciende nada, podrás hacer un bollito de murmullo con el papel y dejarlo olvidado entre la calle; ¿quién sabe, después de todo, dónde agota su destino la palabra escrita?
VII

En todo caso, toma esto como alguien que te dijo hola como sonriendo, sin pretender un mensaje de los símbolos.
fin
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Nota:
El contrato fue rechazado. La magia, disuelta. Conversaron en una esquina, caminaron algunas cuadras juntos. Luego salieron, fueron al cine, tomaron café, se acostaron, amanecieron - ajenos, intactos -. Las cosas que se hacen. Para ambos, el resultado de su vínculo era inferior a la promesa que el suspenso suscitaba. Y siempre lo sería. No importaba cuán perfectos fueran sus pasos. Con el tiempo, volvieron a ser comunes. Se distanciaron, porque cada uno era para el otro el signo vivo del naufragio de las quimeras. Algunas veces más se cruzaron. Intentaron no mirarse. Si era inevitable, se saludaban apenas. Con un gesto, con una palabra fría. Eventualmente, lograron volverse desconocidos, y olvidarse.