A veces un cuento se enreda, se desvía, no agota sus direcciones y cansa demasiadas palabras; el lenguaje comienza a hablar solo (con sus musgos cacofónicos sustituye a la voz diferencial del yo), subyuga a quien lo despertó y pervierte la idea que en su instancia platónica excitaba epifánicamente, justo como una imagen que se refleja en un podrido charco estancado se desdobla, y al acercar una bella lejanía, la arruina;
a veces un cuento se extravía, y captura en su desmesura errática a quien profanó la materia con la que se mantiene el silencio, lo suspende de su vida, lo pierde.
Un cuento puede ser algo muy vengativo.
A mitad de camino puede sublevarse, y su tránsito, que imaginabamos sereno, se torna un laberinto brusco lleno de pasajes falsos, sendas circulares y naufragios.
Un cuento es algo que fácilmente se vuelve arisco: seduce al principio desde su divina previsión abstracta, y luego histéricamente cierra las puertas que entornaba.
Justo como en el cuento anterior.
Hay que hacer el esfuerzo de arrancar el cuento de uno mismo como se arranca un riñón y arrojarlo lejos para que no moleste más, expulsarlo de sí y acompañarlo hasta el olvido, en medio del ajetreo de la otredad. Los mejores lugares para perder un cuento inacabado/inacabable son los cajones oscuros y poco transitados del escritorio, las hogueras, o un blog.
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la historieta: de Liniers
7 comentarios:
Pareciera Debret una buena justificación a todos tus escritos...
Un cuento producido, a veces, no es más que el reflejo de nuestra propia vivencia, de esos sentimientos que se encarnan...
Vengativo, arrancarlo hasta el olvido, como si fuese un despecho; la ilusión de dejar atrás ciertos sucesos... Un intento de olvidar quizás lo que hoy por hoy nos tortura y, a la vez, nos llena de satisfacción. Un juego de contradicciones, donde el dolor del tiempo termina por ganar..!
SALUDOS !!!
Habla de caminos, Debret. Habla de una historia.
Yo por mi parte, sólo puedo referir a mi pasado como algo neblinoso, como fuera de foco, como Allen.
También lo felicito por elegir a Liniers.
naturaleza desenfrenada: no sé, no sé. he de confesar que en mi caso, los cuentos suelen ser ejercicios proféticos. por lo general, no sé lo que estoy escribiendo, y cuando lo concluyo creo haber escrito un cuento. pasa mucho tiempo, y mis circunstancias acaban siendo el espacio del que el cuento se sirve como metáfora. se trata de una situación en verdad molesta: que la ficción vuelva sin pudores a denunciar las falencias del presente es desagradable.
En todo caso, es ese padecimiento del tiempo que se desvanece el que acaba venciendo una batalla a la que nosotros solamente llevamos juguetes.
un saludo.
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mar: El problema de Woody, era que lo fuera de foco era su presente. Pero sí, el pasado es algo de lo que no podemos dar cuenta: la memoria recupera como quiere las piezas del ayer y compone un film que poco tiene que ver con lo efectivamente acontecido. En todo caso, el pasado como un recinto de fábulas, materia viva de narraciones nuevas. Eso, antes que el museo cadavérico del cuerpo que fuimos.
y, en tanto a Liniers, el muchacho es realmente muy bueno.
un saludo.
Tengo una duda Debret....
Es que construís un personaje-una historia, que luego terminas viviendo por fascinación?? (No, no son irónicas estas palabras). Es este el juguete que uno lleva como “escudo” en todo caso? Nuestro escudo-juguete es ese personaje que creamos? La superficie de un ser cargado de temores? Temor de “ser”...?
Hoy...un abrazo!
El pasado es una foto que no puedo sacar del cajón. Algo que me ayuda a saber que de alguna extraña forma existí.
Verdaderamente bueno Liniers, sí. Agradezco haber ido a parar con sus libros, los conoce?
naturaleza desenfrenada: no, no me sucede eso. sino algo mucho peor. escribo, en un trance onírico, minuciosas pesadillas, describo abismos y contruyo una tristeza avasalladora. todo esto creo que lo compongo, y mientras lo escribo recibe el tratamiento de una ficción. años después, acabo por padecer (por habitar) las destrucciones que enumeré (no explicitamente: soy la materialidad tardía de una metáfora anticipada que fue mi ficción: en lugar de inspirarme en algo mío a la hora de escribir, más tarde mi situación da los motivos tardíos de mi escritura: escribir como la tematización oracular del monstruo que seremos; o algo así.
un abrazo;
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mar: pero no: esas fotos del cajón, amarillentas que emanan una humedad triste, son retratos de historias apócrifas.Qué tenemos que ver nosotros con nosotros mismos? solamente heredamos las penas y profundizamos las manías.
Y, en tanto a Liniers, conozco sus libros, los releo seguido, los tengo todos (menos uno, que fue robado por una ex, pero no me molesto en recuperar porque es preferible soportar la ausencia de ese preciado libro que la visibilidad de esa ex).
un saludo
Tanto así? No se preocupe, no le ha de ser difícil comprar el librito nuevamente. Veo que su pasado lo trastorna.
Y puede ser que tenga razón.. que nada tengamos que ver con nosotros mismos. Pero de alguna forma llegué hasta acá, de algún lugar vengo. Sería necio no reconocerme. Prefiero seguir guardando la foto en el cajón. Aunque sea un absurdo, es la única forma que tengo de dejar algo en algo.
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