La música (sobre todo en su inclinación – o declive – pop) tiene al menos dos acepciones. El disfrute estético será, en este caso, para los demás. La selección de esta canción obedece a ciertas voluntades expresivas – simplísimas y desesperadas - que Debret Viana – por cobarde – no alcanza ni con su prosa ni con su vida. Se ubican en la problemática de identificación (que confunde lo bello con la clásica frase residual: “¡a mí me pasó lo mismo!”), y su discurso será entendido acaso por aquella a la que está destinado. Lo que Debret Viana pretende es adoptar la voz del cantante y derramar todo su lenguaje sobre su ya mítica Amante Morena.
Es una manera de hablar.
Los otros podrán disfrutar la canción, e intuir discretamente que algo le anda pasando a Debret Viana. Un poco abominable es utilizar los materiales y espacios artísticos para comunicar los detalles que puedan ocupar a la miseria personal. A Debret Viana una pena lo desborda, y esa marea termina por manchar estas páginas, corrompiendo un pocos las fronteras de las cosas – esto no es cosa que él se atreva a confesar -. Que la obra esté en comercio con la vida es un proyecto para la locura. Es como trastocar los límites de un manicomio.
Mientras aquí habrá un par de canciones tristes, Debret Viana quedará confinado en su habitación trabajando en una novela sobre el dolor de lo perdido. Claro que hoy salió hasta el barrio de Once, y compró una camisa. Y pasó por un mercado y se llevó leberbush y salame milán. Las 60 páginas logradas hasta ahora son alentadoras. Salvo por el hecho de que es preciso trabajar con el propio dolor. Así, cada letra que se avanza es una congoja que fue preciso revolver, escarbar. Debret Viana ya sabía que toda fortuna literaria estaba estrictamente supeditada al desmoronamiento de su vida. No recuerda cuando firmó ese acuerdo.
Pero ya debe ser tarde.
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6 comentarios:
Las letras se dispersan con el viento de lo que ya no es. Felini tiene razón, ya no es divertido, pero como usted ya dijo, es tarde para cancelar el contrato
si es tan tarde, no tendrías que molestarte en asumir las ropas y el nombre de un fantasma bello.
Recientemente alguien me dijo que escribir es desnudar el alma. Ahora mismo siento que escribo con sangre, razón por la cual se me hace cada vez más difícil. Admiro mucho tu perseverancia al escribir esa novela que emerge de tu dolor. Espero tener la misma fortaleza.
p.d.-Yo tampoco recuerdo haber firmado semejante acuerdo...
Niño, no asumo, siquiera, ser la sombra de un fantasma bello (no tan), simplemente me voy volando desde cerca tuyo.
no sé: no creo que escribir sea desnudar el alma. sino haber procurado decorarla bellamente a base de mentiras y ficciones. tampoco sé si el nombre es perseverancia. a veces siento que se trata de una expiación: pero lo más probable es que sea 1) una manera de decir todo lo que quedó callado para aprender a perderlo de una vez y 2) un dolor que me distrae un poco de mí mismo, de mi condición. Escribir es una manera de abdicar de la vida. Escribir una novela con el dolor es una de las maneras de pasar por el dolor.
saludos no apta.
y espero que no te duela tanto
y a vos, Amante Morena, simplemente matate.
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