17.10.05

para una definición
Kafka no encuentra, en el tiempo de que dispone, la extensión que permitiría a la historia desarrollarse como ella quiere, en todas las direcciones; la historia es un fragmento, luego otro fragmento: "¿cómo a partir de trozos puedo fundir una historia capaz de tomar vuelo?" De manera que, al no haber sido dominada, al no haber suscitado el espacio propio donde la necesidad de escribir debe ser a la vez reprimida y expresada, la historia se desencadena, se extravía, regresa a la noche de donde vino, y retiene dolorosamente a quien no supo darla a luz.
Blanchot
* * *
* * *
No me parece insensato querer buscarle un nombre. Ya son tantas las hojas del cuaderno (tan lejos ha llegado el monstruo) que me vi mirándolo, preguntándome: pero, ¿y esto qué es?
Si hay algo que Infimos Urbanos no puede ser es una novela. Quiero decir: si Infimos Urbanos es algo eso es precisamente la imposibilidad de una novela, el naufragio de la novela que no pudo ser para llegar a Infimos Urbanos. Lo extraño y particular del caso es que un fracaso - y un fracaso tan conciente como éste - haya llegado tan lejos: tanta tinta y tantas páginas (incluso: tanto lectores). Quisiera pensar que he inaugurado un refugio para aquello que no fue, un lugar de tensiones y susurros insinuados. Sé que no llegué a hacerlo. Cuando supe que no me quedaba más remedio que ser un escritor, entendí que mi territorio nunca dejaría de ser ese espacio atópico donde devienen las cosas que no fueron, que no llegaron a ser, que podían haber sido: esas heridas en el curso de la realidad, los residuos del deseo. Pero es claro que, mientras su voluntad- o su sino - sea esa el escritor se instala en la paradoja: no se puede escribir lo que pudo haber sido porque empezaría, de alguna manera, a ser, y, traicionado, se disolvería: no quedaría más que la mención del vacío, la prosa de la vanidad. Restaba solamente mojar la pluma en esas aguas turbias y ambiguas y jamás esperar lograrlas: partir de ellas para terminar en la sensación de ellas; y nada más. No era un mal negocio (aunque su progreso no estaba asegurado).
En el caso de Infimos Urbanos, sentí que era necesario alcanzar una comprensión de sus fronteras, o de su propósito. Sus maneras erráticas y sus modos caóticos no podían relegarse a la inercia. Hacía falta comprender. Hacía falta cerrar Infimos Urbanos, o romperlo, o condenarlo a la perpetuidad. En algún punto yo había perdido las riendas de la historia, la trama se desbocó y lo que empezó a contarse se contaba a mis expensas: la inaprehensible verdad diciéndose detrás de los textos, murmurando como en los cuentos de Carver o los films de Lynch. Como siempre, las repuestas se encuentran en otra parte, así como aquello que uno busca solo puede ser encontrado cuando se busca otra cosa. Leyendo un ensayo de Blanchot sobre Kafka, entiendo (¡lo que no entiendo es cómo no lo entendí antes!; pero toda la realidad es así).
Infimos Urbanos es una venganza. Hubo una historia que yo no supe contar, que no extendí hasta que encallara. Una historia que abandoné aun cuando, inconclusa, no había regresado al silencio. Mi impericia le impidió fluir hasta su final. Sucedió lo que sucede: se desbordó; la tinta se derramó para todos lados, manchando las cosas desprotegidas (mi vida, entre ellas). El cuaderno hoy me ha tomado por rehén. Regreso a él con regularidad insalubre, y trabajo en su fracaso (en los matices de su manera de naufragar) como un relojero loco. Es el lugar donde ingresa todo aquello que no logro transformar en obra. Y por algún motivo malsano, veo claramente, luego de agregar algún fragmento, que era justamente lo que Infimos Urbanos (su coherencia estética) estaba reclamando. Yo malogré una historia simple, y ni siquiera supe abandonarla. Hoy la historia se ha abierto en mil ramificaciones, y ya no me deja ir. Algo así es Infimos Urbanos. La maquinaria que se cierra sobre su mecánico. Incluso se apropia de los momentos en que ya no queda nada por decir: inluso allí tengo que seguir diciendo. Ese es el problema de las trampas que uno construye (sobre todo las trampas de lenguaje): se suelen dar vuelta. Y nunca se sabe cuándo terminan, ni si hay final.
Después del recorrido, no me pareció insensato no encontrarle el nombre.
*

No hay comentarios.: