12.10.05

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Hora, te alejas de mí.
Tu batir de alas me hiere.
Sólo, ¿qué debo hacer con mi boca?
¿qué de mi noche y mi día?
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No tengo amada, no tengo hogar,
lugar ninguno donde vivir.
Todo cuanto tocan mis manos
se enriquece a mis expensas.
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Un poema de Rilke. Se llama El poeta, y no sé porqué justo esta tarde.
Tal vez tenga que ver con esto de sentir que cada contacto logrado con cualquiera de las paredes de la vida es una vertiente por la cuál algo mío se derrama en vano, hacia ninguna parte; y cada vez que vuelvo a mí o a mi casa, ando con la sombra más pesada por las escaleras del regreso y todo está más seco que la última vez que me miré. Pero no sé: lo cierto es que justo esta tarde reincido en él aunque no tenga tanto que ver (y un poco me apene usar versos ajenos y preciosos para titular mi revisionismo anímico).
La pluma, al fin de cuentas, la mueve la vanidad.
Pero tampoco es necesario leer tanto, enredarse con el narciso del otro: basta con llegar hasta: Tal vez tenga que ver con esto de sentir... Ya está ahí todo dicho, y el resto sí tiene una cadencia con hedor lindante a la vanidad.

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