16.9.10

ummmbrella

Se sabe que

si en alguna parte comienza a llover a las 6 de la tarde, y a esa hora un belga estornuda y un pelado que camina por una avenida saluda a alguien que le dijo hola y se queda pensando "¿y este quién era?", y dentro del radio de la media hora un pibe obse (no puede tener más de 23 años) le manda por feisbuc otro video musical a una rubia que le gusta y que no le da bola, y Tom Waits bosteza, y a alguien que espera determinado colectivo y el colectivo al pasar no le para - y esto pasa dos veces seguidas - tararea sin querer una melodía muy similar a karma police, y otra persona, un seudo teen de 35 años con zapatillas de 600 pesos y remerita manga corta en V, se entristece frente a una publicidad de cervezas porque percibe que su vida no se parece al jolgorio de los comerciales, y una chica goza y sufre leyendo “Sandman” porque cree que el hombre que desea se parece a Oneiros, y un perro le ladra tres veces a un pibe en bicicleta de delivery de empanadas, y alguien repentinamente en un bar cierra el libro que leía y piensa "sí, es así, posta que es así", y un viejo senil hundido en un sillón de geriátrico sueña o recuerda el beso de una mujer bajo la sombra de un árbol del verano sin percibir que no le paso a él sino que es una película que vio en la infancia en el cine que estaba al lado de la pizzería de sus padres, donde sus padres canjeaban café y medialunas para los acomodadores por películas, y alguien recibe un mail que prefiere no contestar ahora, sino más tarde, con tiempo, y un florero viejísimo en un living de una departamento del barrio de Lagoa, en Río de Janeiro, solo y de repente, se astilla, y nadie presta atención a una canción de Daniel Johnston que cayó en el aleatorio de un iPod porque justo sonó el teléfono, y un señor se tropieza cruzando la calle y dice para sí "Macri de mierda", y un niño carga y descarga la .22 del padre que encontró en un cajón, y en un bar de Ciudad Vieja, en Montevideo, dos amigos de hace tiempo toman ella un café y él una gaseosa, y en un instante piensan al mismo tiempo “¿y si le digo? ¿qué puede pasar si le digo? ¿sería tan malo que le diga? ¿le digo?” y ninguno dice nada, u otra cosa, y alguien en una facultad de algo levanta la vista de los garabatos que está haciendo en el margen del cuaderno y al percibir que no tiene idea de lo que está diciendo el profesor decide “no, esta carrera no es para mí”, y otro en la biblioteca de su casa pone juntos un libro de Bukowski, un libro de Kerouac, un libro Carver, y una pava hirviendo suena más de tres minutos porque quien quería un té está aferrado a una ventana de chat de la que aguarda una respuesta que siente crucial, y un hombre hace tiempo frente a una cerveza porque no quiere volver a su casa, y Andrés Calamaro compone 15 canciones sobre su reciente experiencia de cortarse el pelo, y un auto atropella a un perro viejo y rengo, y alguien, abstraído en sus auriculares, escuchando “underneath the stars” de The Cure, no ve pasar a su lado a su amigo de la infancia, el “capuchón” Gutierrez, con quien se sentó casi todo el primario, y un muchacho con pretensiones literarias le muestra un haiku que escribió a un amigo y el amigo le responde “pero esto no tiene 17 sílabas”, y el delicadísimo pólen de una flor en una maceta de un balcón de un séptimo piso es arrastrado por el viento hasta incrustarse en el ojo desprevenido de un transeúnte que lleva medias verdes, y por 4 segundos nadie piensa en comprar nada, y una mujer en alguna parte mira el mar del invierno y sueña abstracta y felizmente con el rumor de las lejanías, y en su habitación una chica de 14 años le muestra una teta a un italiano cuarentón que se hace pasar por pendejo vía webcam, y alguien termina de hacer en el baño de un Mc Donalds lo que tenía que hacer y descubre que no hay papel, y alguien cierra su laptop y descubre una ventana o el amor, y el besugo da, repentinamente, su salto evolutivo, y se organiza una huelga de checoslovacos, y dos personas que se aman se llaman al mismo tiempo cada uno al celular del otro y les da ocupado y sienten celos, y un homeless, semi dormido en un banco de plaza, mueve los dedos en el aire y recuerda cuando estudiaba artes y pintaba, y una muchacha de 16 años toma 28 lexotanils, y siete pelados de diferentes nacionalidades estornudan al unísono y alguien lee, o recuerda, u olvida este texto...

Si todo eso ocurre, si cada pieza cae en su sitio – todas son indispensables en el conjunto, y obsoletas y nimias en sí mismas - sucederá el día en que los paraguas empiecen a comer humanos.
Así, de repente, quien se protegiere de la lluvia bajo un paraguas verá cerrarse sobre su cabeza el mismo, y será engullido fatalmente después de ser masticado por los dientes metálicos del paraguas.



Es improbable, claro. Pero la calma objetal de la paciencia de los paraguas radica en que cosas mucho menos probables han ocurrido.

1 comentario:

Detrásdelumbral dijo...

¿Cuándo vamos a encontrar algo en tu blog que no produzca algo en alguien?
Es tan... como darse cuenta, de repente, que afuera miles de gotas golpean el suelo.


Para evitar esa improbable revolución de paraguas, mejor no usarlos.