Me despierto sin despertarme del todo en mitad de la noche y entreveo la posibilidad de un texto o de un sueño y para que no se escape del todo en la oscuridad busco el iPhone en la mesita de luz y tomo nota. Después me doy vuelta, y me duermo. Al día siguiente, no recuerdo el sueño ni la idea que indujo. Pero recuerdo haber tomado esa nota garabateada y la busco, para ver si hay algo rescatable o literaturizable. En la claridad tipográfica del dispositivo, que erradica las confusiones típicas que implica mi caligrafía desprolija, inequívocamente leo:
carolo magnesiano rimbombante.
Y no: no creo que sirva de nada. No veo el modo de que pueda llegar a darle utilidad a ese críptico enunciado. A veces, simplemente no hay nada. A veces lo que pasó no es recuperable ni inferible. Qué imágenes atravesó mi cuerpo dormido, no lo sabré. Qué frase vital balbucee y malversé en la noche, o qué sentido verdadero - y tal vez vital - tiene esta línea que ahora releo sin alcanzar, y que me escruta fría y hermética desde la pantalla del iPhone. Todas ellas cosas que perdí y que ignoro qué huella dejarán en mí si es que dejan huella las cosas que se pierden.
No vale la pena confíar demasiado en los sueños, ni en el repentismo de los borradores ni en los iphones. A veces, cuando volvemos a las notas que tomamos extasiados, convencidos de que algo había, algo vibraba ahí, ya no tienen ningún tipo de interés, ya no dicen nada, no entendemos ni siquiera qué pudimos haber visto, nos aburrimos un poco tratando de descifrar la letra apurada y el motivo del arrebato.
*
Pero me queda la gratuita imaginería. Nihilizar todo lo que hay pensando que tal vez fui, sin saberlo, el mensajero de algo. Que me fue dado un mensaje en sueños que era impenetrable para mí porque no era para mí: y esta muy bien porque soy escritor, y escribo: y no tengo nada que ver con la comprensión de las cosas ni con los significados; y entonces escribí este texto y así el mensaje llegará donde tenga que llegar sin que yo me entere y mueva de lugar algo trascendente o no. Lo que me deja aferrado al sueño, en realidad, es la posibilidad de que el receptor del mensaje tampoco sepa que es el receptor ni para qué es ese mensaje ni qué significa, casi del mismo modo que Citizen Kane recibe en la niñez un carrito con el nombre rosebud inscripto en el costado para que en las horas de agonía pueda balbucear esa palabra y abrir una trama inacabable.
Somos una precaria caja de resonancias, y no sabemos donde termina nada, ni donde empieza.
1 comentario:
no, ningun luto más; solo poesía.
mira: si no la usas vos, las uso yo. me encantan. que importa si ya no encallan en tu contexto esas palabas, si no comprendes de donde pudieron haber salido ni por que? son tuyas, hace lo que quieras.
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