néctar de las cosas furtivas II;
un boceto
Le parece que, todavía hacía unos años, le podía haber reprochado que se estaba haciendo tarde. No tenía el caracter como para ir a buscarla, pero tal vez un llamado telefónico, un correo electrónico que simplemente dijera algo como:
Suman años los ademanes de tu silencio y tu indiferencia. Acaso una vez las cosas pudieron haber sido distintas, pero no lo fueron. Casi resulta natural que sea yo quien escribe estas cosas: siempre atento a exigirle al lenguaje que reponga las cosas que no pasaron. No lo sé: tal vez el lenguaje en sí no sea más que un tributo a la nostalgia. Siempre trayendo aquí cosas que no están aquí: corporizando fantasmas con el vaho de las palabras.
Yo puedo concebir, sin esforzarme en lo más mínimo, al lenguaje como un mecanismo de la tristeza.
De ahí que escribirte y no escribirte (escribirte a vos aquí donde no puede llegarte; aquí donde otros recogerán lo que digo sin vislumbrar el sentido que esmeradamente escondo o pierdo porque el rompecabezas no está completo - y las tres piezas que cerrarían más o menos la trama se confunden con un juguete roto o la lluvia ahí afuera sobre la madera del remoto sótano de tu memoria) sea algo ritual, como las palabras dichas a medias frente a una lápida añeja. Y ahí parado, cuando de repente la soledad se duplica, sentir que lo que se clausura es sólo la parte objetal de las cosas, y que todo lo demás sigue rumiando en el viento (cuando hay viento, en la lluvia cuando llueve, en el zapping por las noches, en las fotos viejas, ) como un murmullo de cosa pesada que se arrastra en los estribillos de las canciones tristes.
Verte o no verte... son apenas modalidades discursivas.
Ensayando frente al espejo formas de despedirme se me pasó la hora. Ahora, que es tarde para esas ceremonias, sólo puedo darte epílogos
Sos esto: una longeva elipsis en mi vida a la que solo puedo aludir con palabras. Tu manera de corresponderme - la distancia, las evasivas, la desaparición, la ambiguedad, la ilusión como vano salario de la espera - no me deja más que guardar por vos un raro rencor, como ante alguien que nos cierra la puerta frente a la cara justo antes de que hayamos podido explicarnos.
¿Sabrás alguna vez lo agitado, lo convulso de ese silencio lleno de cosas el camino de regreso desde tu puerta a mi vida sin vos? No sé. No importa. Vos tendrás tus tristezas tan otras de las mías. El amor es la cosa más solitaria.
...
Pero no. Nada. Sólo la ausencia definitiva. Y la memoria.
Así sólo pudo haber sido hace unos años. Ahora ya es tarde incluso para eso.
Ahora sólo pueden escribirse ficciones.
*