En un cuento de Bukowski, la siguiente situación: una pareja (añeja, 20 años juntos más o menos, casi rancia) conversa una noche antes de apagar la luz. Ella recupera un tema que fastidia a su marido, que sólo quiere dormir: un affaire que él cometió. El, harto, le dice: ¡Pero de eso ya pasaron cinco años!; la mujer le responde: ¿acaso el tiempo hace que lo que pasó no pasase?
El cuento sigue su camino, y toma otras direcciones (el homicidio, etc) que no son los de mi interés, que quedó fijado, petrificado en esa pregunta. Si arremeto contra esta hoja, si relaté lo que pasó hasta ahora es porque siento que debo responderla.
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Hago un esfuerzo y me olvido de mí para que, una vez siendo nada, pueda ponerme en mi lugar y sentir lo que hubiese pensado si no fuese otro, y lo que respondo suena, más o menos, así: NO;
el tiempo no hace que lo que pasó no pasase: al contrario, hace que lo que pasó una vez pase mil veces, psicóticamente rebotando en el teatro de la memoria: algo que pasó una vez es algo que pasa siempre, que nunca deja de pasar (sobre todo si nos lastima). Algo que pasó es algo de lo que somos; queda inscripto en algún resquicio de la vertiente por la que corremos, y, subrepticiamente, todo está diciendo, de una manera o de otra, eso que pasó, cada vez, todo el tiempo. Algo que pasó no necesita el esfuerzo de una resurrección: nunca se desvanece (es, y su ausencia es una presencia permanente que la delata y la nombra); en todo caso lo que pone en escena es el simulacro de su desaparición; lo hace para resurgir con violencia, masacrarnos desprevenidamente: es un truco mezquino.
Algo que pasó ingresa en la eternidad más despiadada: no termina, no sabemos lo que puede, ignoramos con qué otras piezas de la realidad puede hacer máquina, desconocemos qué bestias puede alimentar. Deberíamos saber, al menos, una cosa: volverá. Algo que pasó es siempre una fatalidad, algo que pasó es toda nuestra biografía.
Algo que pasó ingresa en la eternidad más despiadada: no termina, no sabemos lo que puede, ignoramos con qué otras piezas de la realidad puede hacer máquina, desconocemos qué bestias puede alimentar. Deberíamos saber, al menos, una cosa: volverá. Algo que pasó es siempre una fatalidad, algo que pasó es toda nuestra biografía.
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Somos un sótano monstruoso: todo lo que arrinconamos en la oscuridad crece fétidamente, se educa en el destierro y aprende, lenta, laboriosamente, a vengarse. No somos más que maletas de nosotros mismos, con un muerto en el baúl.
7 comentarios:
"Algo que pasó es algo de lo que somos", "nunca deja de pasar (sobre todo si nos lastima)"
Creo que si, somos esas maletas, que encima se esconde a sí misma el muerto. Porque sabemos que algún día saldrá... Entonces buscamos sorprendernos como lo harán todos, a modos de no sentirnos culpables y no mostrar ese goce de sufrimiento. Somos victimas de nosotros mismo.
Saludos, un gusto nuevamente leerte!
Como en una canción de Bunbury "el tiempo no cura nada, el tiempo no es un doctor..."
De acuerdo con el post. Todo lo hecho volverá a nuestra mente, a nuestros actos, a nuestros vicios.
Una noche me desperté, me senté en la cama y me di cuenta que acaba de soñarme en mi pasado. Algo de lo que somos, Debret, también es algo de lo que podemos ser. No seamos ingenuos, también sabemos que va a lastimarnos, pero al menos está la delicia de ir descubriendolo.
Yo te aplaudo, en verdad que sí. Claro que esas cosas no pasan, siguen latente, minuto tras tras minuto, lamentablemente -y a mi parecer- las únicas personas que olvidan son la que cometen la acción, las que las recibe son las que las aguardan celosamente, puff
Ioe, eso ultimo es genial
“Somos un sótano monstruoso: todo lo que arrinconamos en la oscuridad crece fétidamente, se educa en el destierro y aprende, lenta, laboriosamente, a vengarse. No somos más que maletas de nosotros mismos, con un muerto en el baúl”
Alguna ves en un texto puse “ porque hay cosa que ni el tiempo cura” y no las cura
Saludos,
...y que cierto es que enterrar el pasado y pisar sobre él con paso firme no hace más que crear arenas movedizas bajo nuestros pies. Aprender a vivir con él y usarlo como un trampolín es la mejor manera de disfrutar de un presente y saborear un recuerdo.
Muy buen blog, me pasaré por aqui más a menudo. :)
Un saludo.
Hibris
....: el concepto de víctima, en un sentido ontológico, me resulta muy interesante: después de todo, que podemos hacer con nuestra vida más que romperla.
saludos.
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jota: cada instante vivido es cedido al monstruo, que crece. es una idea terrible.
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mar: si aceptamos que el pasado pueda ser nuestra identidad, creo que es un paso apresurado a la tumba. Y en tanto al proceso de descubrimiento, me parece relevante articular el oráculo de delfos para aprender, en la construcción del yo, quien somos. Hay, en ese proceso, goce. Pero todo goce es destructivo.
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Peripecias: enucias, al pasar, un terrible y oscura verdad. La acción es la anestesia de la reflexión, la acción es el principio del olvido: quien actua, recuero que escribe Fernando Pessoa, no se pertence. Actuar es una suerte de prostitución del mundo de la imaginación.
saludos.
y se agradecen las consideraciones.
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hibris: no sé: ¿es pensable un utilitarismo del pasado? La experiencia resultaría al cabo un dispositivo de la inercia. Y, por otra parte, ¿como tolerar la adicción que genera el "saboreo" de los detalles del pasado? Solo sería posible si tuviésemos un enérgico presente, es decir, un vida. Y eso, ¿es posible?
un saludo,
y gracias por los comentarios.
Debret Viana, en medio de las meditaciones existenciales, el devenir, y lo que se llama la desterritorialización, me pregunto si acaso no hay que dar de sí a la vida, lo que somos con una entrega
que no se concentra en lo indefectible, lo trágico, sino que sin forzar la experiencia, acomete una existencia donde la calidez, el elogio al humor, y la soledad sean vórtices de una vida que llegará a su fin sin caer en la completa desolación o intentarlo...
La memoria que se recupera y nutre de nuevos imaginarios...
Salute, Debret Viana.
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