21.3.07

fact





Estos bichitos, minúsculos y estáticos, de apariencia inofensiva, intrascendentes que se suelen radicar en las paredes de los baños – se fijan en un azulejo y allí quedan, lo que dura su breve vida, en un estado de probable meditación* – exhalan, con su leve respiración, un sutil e imperceptible hedor que se impregna en los recovecos más septentrionales del ánimo humano. De su particular modo de reaccionar, en su encuentro químico, con las feromonas surge una sustancia, tan inodora como fatal, que es la responsable de que el portador de tal axioma bacteriológico llegue a las paradas de colectivo en el mismo momento en que el colectivo se ha ido.
Es un hecho.

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* Una meditación que podemos inferir poco fecunda, o al menos de una producción material efímera, prácticamente irrelevante.




(para futuro el libro: desconfíe del prójimo)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

feronomas mortales en conjunción de cotidiano peligro. a diario el prójimo pasa y quién sabe, sin paranoias, puede ser un criminal. la mayoría de veces no lo es, sino que está en otra área,
en esa en la que la crueldad puede ser básica o refinada, o mediocre como la de un nazi fanfarrón.

Anónimo dijo...

A mí me excita la sutil crueldad, me provoca, incluso, me apetece en estos momentos, masturbarme con esos textos.
¿Y tú Debret?

Debret Viana dijo...

adscribo a los malvivientes que practican una crueldad refinada, elegante.

y lola. ¿Qué decirte? Si es tal tu goce, adelante. Las perversiones, cuando no son una marca de las desviaciones de lo social (trastornos de la presión cosmopolita) suelen ser los rasgos más desarrollados (o más deliciosamente primitivos) de una personalidad (de uno u otro modo, una latente marca de subjetividad). A diferencia de mis perversiones, la tuya tiene la fortuna de poder volverse un negocio rentable (el voyeaur literario, en cambio, paga poco). un saludo.

Anónimo dijo...

Somos dos mentes deliciosamente acopladas, sumergidas lamentablemente, en esta mediocridad barata, tan clásicamente burda, que a veces creo enloquecer. ¿Te ha ocurrido?. Vine por mi respuesta y me ha dejado satisfecha, muy, pero muy, satisfecha. Me gustan tus textos, sublimes declaraciones, perfiles descompuestos, angustia, ironía, ansiedad, finísima crueldad. Me provocan tus palabras. ¿Puedo enviarte algunos de mis ensayos?, me complacerías si pudieras darme tu opinión.
Estaré aquí más seguido, ya comenzaba a sentir hastío.
La semana que viene, abriré mi blog, serás bienvenido.
Un Saludo para tí también Debret.
(increíble, ésto se parece más a una declaración de amor. ¿Tanto pueden las palabras?)

Anónimo dijo...

putas que te day vueltas para decir Paja...

Debret Viana dijo...

Según recuerdo, Roland Barthes decía que un texto - en su formato literario - era siempre una carta de amor (de ahí que el último deseo del escritor - eso que grita en el reverso de cada sílaba - sea ser amado).

El enloquecimiento, Lola, es natural: una subjetividad no puede transitar pacíficamente el hastío de los días. Me pasa.

Me agrada que te gusten estos textos: es un plus narcisista a la necesidad de la escritura. Una amable caricia. Y bien podés enviarme tus ensayos, solo que es precisa la siguiente advertencia:suelo ser insalubremente sincero (leer textos ajenos ha alejado mucha gente de mí).

Y en tanto al amor, como otras tantas cosas que no existen, son precisamente las palabras las que pueden hacerse cargo (trafican la ilusión de las cosas, la emboscada de las cosas).

Un saludo, Lola. Suerte con el blog.
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pat: para acceder - recuperar - las cosas simples (sepultadas ya bajo las reiteraciones de la cultura) es preciso hacer un rodeo. Solo así es posible hacerse un lugar en la lengua (que, como sabemos, es fascista).