12.6.06

intimacy




dar lástima



Distraídamente releo algunos fragmentos de este diario (más que nada porque me sorprende que lleve tantas hojas, que nada se resuelva) y me parece vislumbrar algo como una trama oculta, y un tanto perversa. Los fragmentos, de una manera u otra, exhiben un dolor, un desacomodo, una anomalía, y, a través de estas cosas, yo (este personaje que me volví que dice <yo> en estas páginas) pretendo rotularme inocente, como si la puesta en escena de mi congoja fuera suficiente para evidenciar que este dolor es injusto, que soy (que ese que escribe es) víctima (del destino, de D., de mi sensibilidad, del discurso amoroso, del pasado, de los otros, de lo demás, de la organización sentimental del mundo; en fin: de algo, de todo).

Me pregunto: sufrir, decir me duele, ¿significa siempre dar lástima?

No lo sé: tal vez haya que sufrir, pero no utilizar el lenguaje para comunicarlo. Tal vez haya que no decirlo nunca, o decirlo rebuscadamente. No dejarle otra alternativa al otro más que ver que sufrimos, pero siempre poder decir yo no dije nada.

No lo sé. En todo caso, Nietzsche me delata (hay que “frustrar al dolor de su inocencia)”.

*

del fragmento autobiográfico


Por algún motivo, me contenta desenmascarar ese propósito secreto que lentamente iba perpetrando mi escritura. Bien sé que he elegido un instrumento complejo, sinuoso: es mediante la escritura que abro mi pasado, mi alma. Sé que no puedo dominarlo: que me ofrece la apariencia de que soy yo el que lo está usando. Sé que tengo que cuidarme mucho: cuidarme de (como ahora) no estar diciendo otras cosas que las que quise, cuidarme de no falsear, cuidarme de no mentir (es decir, de mentir bien), cuidarme de decir una verdad relativa, una verdad que no me destruya, cuidarme - sobre todo - de que todas estas palabras no se vuelvan, de repente, literatura.
Tuve que afinar este instrumento, tuve que trabajarlo y extenderlo. Pero hay un punto en que parece que las cosas son más sencillas, que fluyen. Justamente ahí es cuando es preciso estar atento. Si esto fuese ficción, toda traición podría hallar su justificación estética. Como no lo es, tengo que mantener una estricta vigilancia de lo que escribo, y, más que nada, de lo que ya escribí (que enloquece, se combina con otros fragmentos y acaba por engendrar una maquinaria que se volvería contra mí de inmediato, me devoraría). Me resulta cansador: pocas cosas tan arduas como releer episodios hostiles de nuestro pasado, repasarlos una y otra vez. El pasado es caudaloso, pero descreo de su fertilidad. Lo que pueda salir de allí, salvando las ficciones, tienen impresa cierta indignidad.

*



la víctima


Sí, lúgubre.
Pero no soy yo. No es lo que me pasa.

Es la escritura.

“Sólo pintando me he dado cuenta cuánta oscuridad hay aun en esta claridad” (Van Gogh)


Yo no tengo nada que ver.
***

3 comentarios:

Natalia J. dijo...

sufir con una misma, en silencio, es el sufrimiento más placentero. Lo sé

Debret Viana dijo...

¿què poeta escribiò: y lloré por mi como si llorara por otro?
en fin, no lo recuerdo.

Anónimo dijo...

divina literatura introspectiva, debret. mi ùnico temor es que el diario de un escritor se coma al escritor. usted sabrá.