Releyendo, lo que infiero es que la decepción no acaece por un evento mezquino o desgradable de la realidad, sino precisamente como malversación de lo que yo espero. No importa que me brinden algo bello y maravilloso si no se trata de la forma de belleza y maravilla que yo esperaba. No importa que King se desvíe de mis expectativas para darme otra historia, una distinta pero también, a su modo, cautivante: importante que es diferente del placer que yo había anticipado, y allí donde los moldes no encastran, hay desilusión.
Me dirán - ya casi los oigo - que la sorpresa no implica una decepción. No al menos de modo necesario. Diré, dos cosas. Lo que llamamos sorpresa es por lo general el advenimiento de algo allí donde no había nada. En la indiferencia imaginativa de la anticipación de la sorpresa, no hay espacio para que se forme la decepción. La sorpresa va a ocupar el espacio de una nada suspendida, una nada ansiante. Si la sorpresa me da tiempo a desear, lo más factible es que cuando se vuelva real, me decepcione.
La segunda cosa: que el goce no es un valor positivo (como decía Barthes) hay goce en pasarse el dedo sobre una herida, en abrirla, en escarbar. Hay goce en mirar algo por primera vez, por más abominable que sea.
2 comentarios:
Qué belleza. (anónima number 1)
Pero, ¿qué es la esperanza sino un pre-juicio? Está bien para elegir qué hacer, qué ver, qué leer, etc. Pero, una vez puesto a ello, es bueno desprenderse de ese pre-juicio procurando no pensar mucho en lo que vendrá, y dejarse llevar. A veces lo que se nos da puede ser mucho mejor que lo que esperábamos.
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