5.1.11

nada

3am, un disco de amanda palmer, galletitas de chocolate y la ventana abierta mientras escribo como una manera de declamar el espacio ocioso de la madrugada, y también a la vez como una manera de decirme lo inerte de la escritura ante el mundo, la vida, allá afuera. escribo, dos, tres líneas, y miro para la ventana. nada ocurre. pero la ventana está ahí, y es una promesa. el árbol de afuera, la calle desierta, la basura en el cordón de la vereda, un auto que pasa, lejos, un inadaptado al que le sobró pirotecnia de año nuevo en la distancia, la esquina con su vacío suspenso: todo eso son formas de la nada. y sin embargo, cada tanto, miro. no miro precisamente como se mira, buscando algo o informandome de lo que hay. miro como tic, como forma evasiva, y cuando viene la levísima brisa desde la ventana, la siento como un llamamiento de la noche, y miro otra vez, y no ocurre nada y no me decepciona porque el suspenso ha quedado abolido y es esa aparente nada la silueta misma de la noche, o de esa parcela de la noche que se da por mi ventana. y al rato, entre las intermitencias de mirar y no mirar por la ventana, de forjar una línea más a la novela eternamente inconclusa, sucede algo.  afuera, comienza una suave lluvia, que ronronea sobre el asfalto con un no sé qué de sensualidad que debe venir quien sabe de la lentitud de las gotas, quien sabe desde la tersura del murmullo de las hojas del arbol de enfrente, mecida apenas por un viento que existe tan poco que casi es aire quieto.

1 comentario:

laveron dijo...

¿qué más pedir?
¿qué más querer?

sucedió. llovió, en gotas leves y ahora, alguien lo escribe, como si lo hubiera soñado.
esa condición dual, elíptica, es lo que yo denomino milagro.

fade after fade / loop
de las cosas, hechos, etc