(...) Pronto, la cosa que quiero decir, en el mismo gesto de decirla, se me vuelve ficción. Si yo tratara de sostener una lealtad estricta a “lo que realmente pasó” estaría condenado al balbuceo, a la errancia, al soliloquio ininteligible. Suelo pensar que quien produce ficción no es ya alguien en posesión de un don, o de una vocación: es la constancia del fracaso permanente de reponer lo real.
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