La historia de mi vida se resume en esto: estar llegando a la parada y que justo se me vaya el colectivo.
Me pasa siempre, y siempre llego con el tiempo exacto para perderlo por el menor tiempo posible. además, como me empecino hasta el ridículo en ser elegante, no le hago señas desesperadas al colectivero y con austeridad lo dejo ir mientras compongo canciones que insultan a todos los medios de transporte porteño en la espera del próximo colectivo - que ya sé que vendrá repleto.
Yo sé que hay enanos.
Enanos diminutos, gnomos acaso, que trabajan moviendo cosas de lugar (muy poco, sutilmente, lo suficiente como para que no la encuentre en el primer lugar donde busco). A no confundirse: cuando encontramos algo en el primer lugar donde lo buscamos es precisamente porque los enanos lo permiten: es un artilugio para disimular su existencia (sería obvio que ellos son los responsables si pasara todo el tiempo: la intermitencia es su coartada).
Pero hay enanos, y yo lo sé. Pero saberlo no los acobarda. Son prolíficos en sus operaciones, y sé que urden una demora justa para mí: la mínima necesaria para que llegue a la parada de colectivo en el momento preciso en que éste parte. Se trata de una política de desánimo: habiendo perdido el colectivo por tan poco, y siendo este suceso harto recurrente, no tengo más remedio que caer en la desesperación metafísica, que pronto ha de arrastrarme hasta el nihilismo absoluto, con intervalos de una profunda angustia existencial. Los pasos lógicos en los que cualquiera incurriría en mi situación.
Cada vez más exasperado, no logro acostumbrarme a esto. Pero trato de sacar partido del tiempo perdido, y llevo conmigo una libreta donde anoto gente que detesto, para después llamarlos de madrugada y rapearles canciones de Piero.
2 comentarios:
me gustó se
blog,
muy lleno de pelo
pasate
si tenés ganas
por mi calvicie!
ok,
suerte con los implantes.
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