Como nada en Buenos Aires funciona - y los colectivos no son la excepción - tres noches consecutivas soy rehén de la espera. Me siento en un rincón de la vereda, y leo "Degas Danza Pintura", de Paul Valery, y encuentro:
"He aquí el verdadero orgullo, antídoto de toda vanidad. Tal como el jugador está obsesionado por las combinaciones del juego, perseguido en las noches por el espectro del tablero o por el paño sobre el que se abaten las cartas, impregnados de imagenes táctiles más vivaces que reales. Así es el artista esencialmente artista. Un hombre que no está en posesión de una presencia de esta intensidad, es un hombre inhabitado: es un terreno baldío."
Peculiar y bello libro este, que no es mío y yo solo debía transportar hasta una rara y deliciosa mujer, y que ha tenido en suerte -mitad porque se rompió el auricular del mp3, mitad porque estaba solo- ser el libro que empecé y terminé en esperas de colectivo.