notas dispersas para un ensayo sobre la mujer
La mujer, puerto inabordable.
Las revistas, la tv, el porno, exploran y venden el cuerpo de la mujer (un cuerpo trastornado por una estética objetal; un cuerpo malversado por un proyecto de divinización neo-nazi), pero en esa pornografía de las superficies (saturación de exterioridades) la pierden, la extravían.
(…)
Porque abordan a la mujer como contorno, como se ven los márgenes de un país en los mapas satelitales. Por eso captan algo remoto y errático. - Pero no se trata de una lejanía que induce a soñar: al contrario, se trata de una cercanía obscena, que suspende toda reflexión en su entrega excesiva: con el zoom fatal hacen de cualquier cosa una sola cosa, exacta a sí misma, imposiblemente otra: destierran no solo la sombra, sino que fuerzan al objeto a agotarse en su imagen total y minusválida: real -
Porque buscan a la mujer allí dónde no está: en sus fronteras.
(…)
Y, además: la deformación que la mirada provoca en el objeto: monstruosidad del cuerpo de la mujer, monstruosidad de su feminidad incluso para sí misma, a partir de la potencia de millares de miradas escrutando sus facciones, que a fuerza de insistir delinean el molde al que habrá de adaptarse par ser mujer.
(...)
Detrás de su desnudez, se pierde el rostro y la identidad de la mujer. Detrás de las apenas diversas fotografías que reproducen su desnudez al mundo, se pierde su propio cuerpo, multiplicado en su propia ausencia (como la fotografía misma, multiplicada pero sin original), rehén de una estética más bella que lo bello, es decir, inhumana: ver el cuerpo de las modelos, adoctrinado para perder su humanidad – como un renegar patético de la propia naturaleza – y transformado, mediante dietas y photoshops, en un objeto irreal que esclaviza, de diferentes modos, a la sociedad en sí: al hombre, porque se vuelve su deseo (o su fracaso), a las mujeres, porque se vuelve su meta (su falso espejo). Como ambas cosas son imposibles, ambos diluyen su respectiva ansia en formas de angustia.
(…)
Mantienen la ilusión del iluminismo: cubrir las superficies del mundo con la luz de la razón, de la comprensión, de la visibilidad, y en ese desvelamiento, dominarlo.
Pierden.
Traspapelan un mundo del que su exterioridad es apenas una fase.
(…)
(No digo con esto que haya, necesariamente, lado de adentro. No interesa que efectivamente exista algo más allá de lo visible: importa que en la finitud de lo visible, de lo conmesurable, yace la potencia de su interioridad, no como promesa, sino como desfasaje entre sujeto y objeto – sujeto que mira un objeto es ya algo más (y algo menos) que el objeto: nunca el objeto, siempre elusivo -.)
(…)
Así como vino el expresionismo a delatar una verdad que se jugaba detrás de los velos del mundo visible (insisto, aun cuando ese mundo no exista: no importa), justo así necesitamos un expresionismo de la mujer, para leer allí la manera en que su propia elusión nos seduce, nos abre, nos retiene, nos captura.
Y como, con ella, todo lo que nos tienta, es fugaz y fugitivo; y todo lo real – lo logrado – es un territorio estéril, vano, donde sólo pueden crecer anécdotas que no vale la pena contar.
1 comentario:
Hermoso!
Publicar un comentario