21.7.07

polaroid

Pasó caminar por las calles laterales del centro cuando atardecía después de haber sido abducido por millares de trámites. Y ver todos esos bares, diminutos, 7 por cuadra, tan tentadores, todos tan distintos entre sí, algunos con un tinte decadente, otros antiguos, otros supermodernos con todos de plástico. Deseo sensual de pasar muchas tardes esta tarde en cada uno de ellos, imaginar lo bella que sería la calle horrible por la que paso desde esa mesa que da a la ventana, soñar también con un viaje a esos bares, dedicar meticulosamente las horas a pasar por ellos, a tomar un café o un submarino, y simplemente quedarme allí, leyendo un diario, o viendo las cosas pasar sin más pretensión que su melancólica evanescencia. Y sentir, por primera vez en todo este mes de pérdidas e irreversibilidad, ganas de escribir. No llegar a hacerlo porque me esperaba una mujer en la entrada de un subte y yo estaba llegando tarde, y porque desandar el camino hasta el bolsillo donde guardo la lapicera me pareció fatídico.

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