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Es un personaje de ficción. Se detiene sobre una hoja: para abrir su miedo, su parálisis. Para verla. Y escribe. Dos puntos.
la otra orilla
1
Como Ahab tras Moby Dick tras mí mismo me lanzo, a través del fantasma de la vida que Melville vió en el mar, y yo más seguido. Terminamos pareciéndonos: castrados, desequilibrados, obsesivos.Como él, seguiré perdido o me habré hundido. Como él, no sabré cuando detenerme. Y hasta que no abrace el latido que vibra en el fantasma de la vida, y con él lo absurdo y superfluo de todo propósito, no tendré paz.
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Después tampoco habrá paz: desierto de deseo, seré un cadáver vivo vaciado de sentido y sin dirección dónde encaminar su desesperación. Pero confío en el tiempo: no sabré vivir hasta la otra orilla.
3
Es un acantilado infinito, y estoy solo. Si, harto de todo, me lanzase a él, vagaría por sus profundidades, moriría de viejo en la caída antes de romperme en las piedras finales. Tendría que llorar, en su borde, infinitamente para llenarlo. Tendría que arrancarme las máscaras, y urdir con sus piezas una balsa para cruzar la mojada sal.
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Si llegase, llegaría limpio.
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Pero la máscara será endeble, y, mojados sus intersticios, declinará en el océano terrible: me ahogaré de mí mismo (de lo que de mí hice nacer, lo que perdí).
3
Y el llanto mío sólo puede producir un animal vengativo (está adiestrado para herir, para el chantaje). Será calmo hasta que me aventure en él, y violento y despiadado cuando llegue a su centro - que queda en cualquier parte que no sean sus orillas -.
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Y, además, mi melancolía es serena: no tengo nada mío para exprimir hasta lograr tanto llanto. Si lloro, es ya una ironía, una pose. Es verme llorando porque un sentido estético me inclina a entender lo bien que quedo llorando en ese momento. Si exprimo, solo saldrá literatura.
3
Por no decir que la máscara, al arrancármela, se llevará trozos de carne mía, me destrozará el rostro: quedaré desangrado en la misma orilla del principio.
3
Aunque lo cierto es que no podría sacármela: tan profundo ha calado en mí que talló sus rasgos hasta lo indeleble, y es posible que la haya perdido hace tiempo, y no me dé cuenta.
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- Es como el prisionero que es vigilado por alguién que lo mira pero que él no llega a divisar (como un vidrio polarizado, o espejado): detrás puede no haber nadie, pero el cumplirá las ceremonias de su condena como si hubiese alguien. O como un amigo, que llega a su casa tarde por las noches y procura no hacer ruido para no despertar a su madre, que duerme. Su madre ha muerto hace tres años, pero el cuerpo de mi amigo se acostumbró a ese ritual. -
3
Todo esto imaginando que alguna vez vislumbre esa otra orilla. Y, si la veo, no elija irme. O precipitarme por el acantilado.
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Me hago demasiados problemas; aun si encuentro esa orilla ansiada, no la reconocería. Lo que a mí me toca es escribir textos. Ni siquiera saldré de esta habitación. Me quedaré prendido de mis hábitos y mis libros, respirando el mismo aire cansado que ya exhalé
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- el enrarecido espacio rectángular aturdido de silencios de otros inscriptos en innúmeras páginas, con la monotonía de las imprentas y una tristeza parecida a la que hoy me inclina sobre este teclado donde la "s" funciona bastante mal -
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Alguna vez pasaré por el supermercado. Y puede que vaya al cine, yire por los teatros, me deje estar entre los estantes de las librerías.
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(y ya no creo que te llame); (como esta línea se la digo a nadie, la extiendo a todas las posibles muchachas donde, junto a sus ausencias, entristeceré)
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Abdico de la búsqueda insensata de la otra orilla de la misma manera en que abdico de todo:para poder soñar.
7
Para poder soñar, cínicamente.La vida ocurre a expensas del sueño: estar viviendo es arrancar de sí el yugo aéreo de todas las almas. He finiquitado todos los destinos que pensé o soñé en la tranquila letanía de mi cama, antes de descender al mundo, para ser este cuerpo que agoniza enmascarando su desangramiento con la coartada de la literatura.
Es - apenas - una sensación; como todo.
Ya que he de perecer, y mi declive ni siquiera se redime en la estructura de una tragedia (decaigo torpemente, como en una farsa mal escrita, una ficción aburrida), decido no prescindir de la elegancia: solamente así declamaré mi patético quejido de insecto fútil.
8
No es más sensato que nada.
No es nada.
No es nada.
9
Todavía estoy demasiado vestido. Y no me sale.