21.7.06

súcubos




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El problema de decir yo es que inmediatamente el otro (el oyente, el espectador, el lector) se transforma en un proyecto de psicólogo, una máquina interpretante atenta a reconocer en mi discurso (mis cosas no dichas, mis titubeos, mis énfasis, mis repeticiones, mi adjetivación) los signos de la verdad que yo – sabiéndola o no – oculto; me vuelvo – con mi lenguaje – un cadáver pronto a su autopsia: todo lo que dije me traiciona: empieza a ser el instrumento con el cual soy abierto (cortado, mutilado, despedazado) para que, observando las partes sueltas de mí mismo, puedan comprender – rompiéndola - cómo funcionaba la maquinaria.
Decir
yo es comenzar una novela policial.



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