Lo que precisamente Debret Viana no tiene - justo ahora, justo aquí - son palabras. Las que tenía ya no le sirven para decirse (para seducir, para reclamar lo único: ser querido); las que tenía solamente reiteran los juegos antiguos. Las actuales, las que quedan, se agotan entre las páginas de una novela que se bifurca, que deambula nocturnamente detrás de sus párpados, todo el día. Si alguna le sobra, la usa para comprar algo en el supermercado, o atender el teléfono (esas palabras son un lujo: no siempre las puede costear).
En un período tan seco, lo que sobran son imagenes. No es Infimos Urbanos el lugar para dejar que caigan, pero al menos es preciso dejar el aviso: hay fotografías que dicen lo que por ahora no tiene palabras: se cuelgan (ahora sí) aquí: Anatomía de los pasos solo. Adolescen de un caracter abstracto, desencarnado. Es justo por eso que hablan (que gritan). Son muchas - asfixiantes -; y de a poco las iré arrimando. Resulta necesario parir un nuevo vínculo con la palabra: creo que a través de espectros es un buen camino.
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