15.3.06

de Debret Viana, la sombra y yo


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Dedicamos todos nuestros esfuerzos a construir una sombra que a veces es engañosa. Como los magos, movemos tres dedos y producimos la ilusión de un caballo. Y en algún punto la sombra es más importante que nosotros mismos. Vivimos en tercera persona. Componemos unas conductas que aspiramos a que se proyecten como admirables para los demás. Y nosotros mismos nos convertimos en espectadores de nuestra propia vida: nos miramos el domingo a las siete de la tarde y nos gusta lo bien que quedamos tristes. Pero no estamos tristes. No es lo mismo estar triste que mirarnos y complacernos con la tristeza de esa sombra que somos nosotros. Ahora, ¿cómo advertir la diferencia entre lo que uno verdaderamente siente y piensa y lo que uno ha construido para esa sombra, para ese él en que ha venido a convertirse el yo? Tal vez esto mismo que estoy diciendo no es lo que verdaderamente pienso sino lo que me parece elegante pensar.
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Dolina
de El bar del infierno

2 comentarios:

Enigma dijo...

... los que potencializan su sombre antes que su ser, me parece que no tienen muy claro lo que son sino lo que quieren ser.

Saludos

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Debret Viana dijo...

puede ser, pero también hay alguna nobleza en el ejercicio de esa ilusión. haberse conformado con lo que uno es me resulta una canallada. el poeta, el artista (que siempre tiembla en el delirio) está siempre queriendo ser, siempre soñando lejos de sí, sonámbulo de sí mismo.
además, ¿quién absolutamente es dueño de sí, quién se conoce, quién se domina enteramente?
El pulso del deseo es la única dirección que tenemos (lo que equivale a decir - si seguimos el Tao - que estamos vacíos, buscando desesperadamente las piezas que completen nuestra alma paria)
saludos, Enigma