¿Qué clase de vigilancia de mí puedo hacer con estas letras? Tengo nada salvo lo que he olvidado. Todos mis pasos, y aun cuando callado, me alejan del entramado social. Mi soledad se ahonda en las noches quietas. No es casual mi desesperación, no es casual que ahogue el vértigo en literatura. He versado sobre mí todos mis escritos de intención fantástica, y todo lo que he develado es incertidumbre, furtivas huellas en la marea. Después de todo, ¿qué se puede decir con palabras? ¿Acaso las palabras pueden decir algo, realmente (algo más que palabras)? Han sido siempre intercesoras; siempre son la ronca capa de hielo que contorna aquello que quisiéramos nombrar. Ya he aprendido que nada es nombrable. Mis ejercicios literarios, mis esbozos poéticos, mis delimitaciones del yo y mis retratos del llanto o del silencio apenas intentan rodear aquello que quisiera decir - pasar cerca, insinuar, ser el artífice de un roce -. Las palabras no son, no dicen. Pero un cóctel de palabras puede tramarse para transmitir la síntesis de un emoción. Toda aprehensión es perpetrada por el inconsciente. Yo no sé a que particular factor químico obedece, pero algo resplandece en el lector cuando es rozado por esta síntesis. No podrá, esto es claro, nombrar nunca esto que padeció. En todo caso, rodeará esta síntesis contra otras palabras, agregará a la síntesis algo suyo; y allí tendremos un crítico.
10.7.04
melodrama