19.7.10

moneda

El paraíso invisible y la rosa de Paracelso


cara
Su renombre como alquimista viene desde muy lejos. Había logrado torcer cualquier piedra en oro y eso no algo que los siglos - hechos de mercaderes y avaros - olviden senciilamente. Menos se lo conoce por su rosa. Podía, según se dice, quemar un rosa hasta volverla ceniza, tomar la ceniza en su mano, decir una palabra (que tal vez era el Verbo) u operar una alquimia secreta y la ceniza recobraba su forma de rosa. De la anécdota sólo quiero decir, como el Paracelso borgeano insiste, que la rosa nunca dejó de ser rosa. Que nada cesa en el mundo. Que respiramos el hedor del cuerpo muerto de Shakespeare y del César, que el polvo que se levanta en las tardes ventosas puede venir de las guerras de Troya, de Luxemburgo, del polvo que levantó el derrumbe de Cártago o Kosovo ; que el tiempo es un juego y un espejismo.

cruz
Ni siquiera de niño he sabido aferrarme a religiones clásicas. Dejando de lado la literatura, no tengo nada en qué creer. He simpatizado con ciertas doctrinas teológicas – como las de Swedenborg – pero atribuyo mi adhesión al bellísimo estilo en que esas ideas son expresadas. Mi devoción es estética.  
Sin periódicos de por medio, he visto estos días una pizca de la miseria del mundo. Me basta no hundirme en mis auriculares mientras camino por casi cualquier calle porteña. Y pensé que la Caída no fue la expulsión del paraíso. Fue otra cosa: fue ceguera; fue no saber ya cómo verlo. Después de todo, si aceptamos que la divinidad creó el mundo, y que la divinidad es perfecta, no pudo haber creado otra cosa que no fuera el paraíso. La condena del hombre es no saber verlo. Y es natural, entonces, que se comporte como si no existiera el paraíso, mancillando todo lo que toca y vulgarizando cada paso de su tiempo.  
Pero, está bien - al menos a modo de licencia poética - que Milton ignorara que todo lo que había era un cuerpo miope, condenado a desencontrarse eternamente con su dicha, resbalando entre los días sin lograr la savia de su luz.


texto hallado en una servilleta de un bar de palermo, allá por el 2007

2 comentarios:

Unknown dijo...

Medio largo para una servilleta, pruebe con rollos de papel higienico, son dociles. mmm vine aqui en busca de informacion para entender algo de su libro y lo he conseguido! ahora entiendo porque esta divido en monedas. me impresiono particularmente esto: Que respiramos el hedor del cuerpo muerto de Shakespeare y del César, que el polvo que se levanta en las tardes ventosas puede venir de las guerras de Troya, de Luxemburgo, del polvo que levantó el derrumbe de Cártago o Kosovo ; que el tiempo es un juego y un espejismo. siempre comulgue con esa idea pero supongo que nunca me detuve a pensarlo, en fin ese realismo hara que respire distinto cuando me vaya caminando para mi casa.
igualmente siguen habiendo hay varias cosas para conversar de su booki.
besugos

Debret Viana dijo...

Conversaremos cuando guste, melona. Me alegra que haya encontrado lo que buscaba, pero desearía saber de qué se trataba. Me alegra, sin embargo, saber que algo de este ultimo texto habrá de acompañarla, al menos un rato.

Sumbudrule.