Baudrillard dice:
La seducción se consuma como mito, en el vértigo de las apariencias, justo antes de verificarse en lo real. "Todo es imagen, y yo soy mi propio mito pues, ¿no corro a este encuentro como a un mito?"
Yo pienso: estoy citando otra vez a Baudrillard.
Síntoma de que estoy viejo. Releer incansablemente los mismos libros.
¿Viejo y pobre?
Tal vez.
En otro capítulo, dice:
¿Hay que concluir que todo intento de seducción se resuelve o con el crimen del objeto, o con lo que es un matiz de lo mismo, con un intento de volver al otro loco? El encant que se puede ejercer sobre el otro, ¿es siempre maléfico? Acaso no es solo la represalia vengativa del hechizo que ejerce sobre uno?
Mi gato, Modigliani, se sienta sobre el libro y clausura toda posibilidad de seguir la cita. Supongo que finalmente lo que hace es justo: si no me interrumpieran factores externos, copiaría el libro entero. Ahora, estoy obligado a ejecutar el final. Improviso:
- del mismo modo que tememos al otro, y en lugar de salir a buscarte me quedo en mi casa comiendo chocolate, y dejo para las ficciones que escribiré mañana las estrategias para acercarme porque existe el riesgo plausible de caer rendido ante vos, puro mito y puro objeto, porque seducir - disponer los signos de la seducción sobre el escenario, cercando al objeto- es en realidad ponerse a tiro, porque dar un paso en la estrategia de la seducción es estar ya seducido por el objeto que nos moviliza ("si te busco, si te sueño, si maniobro un plan para acerarme: ya soy tuyo, ya perdí").
Asi, del mismo modo, no querer trasponer los velos que te vuelven una ninfa nívea en las noches distantes donde a través de una ventana se vislumbran entrecortados los pliegues de una magia tontísima y encantadora, porque un paso en la dirección de tu verdad es claudicar todas mis apariencias, babélicas y felices, en la pedestre sentencia de mi realidad - en la que yo muero de frío, y soy un espectáculo francamente aburrido. Es necesario que pague con el peaje de mis máscaras. Sin ellas, valgo tan poco. En el privilegio de soñarte, es imperativo perderte. No es que vos no estés a la altura de mi sueño (tampoco sueño tan alto, pura literatura); es que yo no lo estoy: y si me acerco habré de dañarte también, y de herirte (porque ese es el destino de la belleza: ser aniquilada porque nunca se le puede devolver lo que da). Amar es tan mezquino: no desearte el bien, sino ser yo el único proveedor de tu dicha. Mientras tomás un café para soportar los libros de la facultad, o viajás en auto con la ventanilla baja, o suspirás en un momento cualquiera sin saber por qué, yo practico preservarte de mí.
Nick Cave diría:
So hold me and hold me, don't tell me your name
This morning will be wiser than this evening is
Then leave me to my enemied dreams
And be quiet as you are leaving this.
*
Pero todas esas cosas son cosas que se escriben. Del lado de acá, es difícil estar a la altura. Este es el lugar donde se pierde. El reverso del ideal. La arcilla indigna. Entrar en vos, sacrílego.
3 comentarios:
Te leí ya muchas veces. Y aún restan más, porque inacabada es mi lectura, porque mucho tengo por decir /escribir, pero también decir. Mañana decir. Hoy diré en una pantalla, en una mecánica, en éste atroz abismo sobre el cual nos mantenemos a flote.
Pero todo espacio como este me parece por demás público para algunas cosas. ¿Hay acaso intimidad alguna en éste medio de información que vuela a velocidades incalculables (para mi)? Sólo puedo hacer el intento. Mucho me costó, me cuesta decir. Porque... Voy a pronunciarme hacia otro medio, uno que parezca más cercano. Y lo imagino sosteniendose la pera, acariciando levemente la barba, y mirando con seriedad este pastiche de cosas extrañas que digo.
sí. imagina bien. es mi pose usual. porque casi nunca entiendo nada de las cosas que me escriben.
agradezco el gesto, porque es como una cercanía.
pero el sentido, siempre me permanece impenetrable.
mujeres debret, siempre mujeres. cuantas van? nunca te cansas de nosotras?
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