7.4.09

bueno, pero alguien tenía que hacerlo...

inútil gimnasia mental

No estaba haciendo mucho. Mientras pensaba - o recordaba, a veces es lo mismo -, mis ojos erraban por los objetos, sin ver nada: un poco acá, un poco allá, un cenicero, una lapicera, la mesa, el suelo, la tapa de un libro de Roland Barthes, una mancha de humedad,  ropa por el suelo, mis ojos posados como un insecto en su naturalidad de ser insecto. Y justo mientras pasaba mi mirada de un objeto a otro, vi como una calculadora justo se apagaba. Alguien la había tocado hacía minutos tal vez, y ahora a mí me fue dado ver azarosamente ese instante, ese corazón del segundo dentro del segundo donde está y deja de estar. Creo que era el número 64. La mirada pasaba (no puedo afirmar a dónde se dirigía: no creo que nunca sepamos por qué miramos en tal dirección, o en cualquier otra), vio el 64, siguió su camino, ya casi se iba a ir, se resbalaba y en el último hálito del cartílago del objeto: se desvaneció. Espectáculo de la irrupción violenta de una falta. Show de la ausencia en su estadío más bruto. Importante saber detectar esto: cuando algo se retira, lo que queda no es propiamente la nada, sino la marca de una ausencia, de un cuerpo que estuvo: en nada similar a la nada.

¿Banal? Por supuesto.
Pero también es cierto que pensé en eso, y que ese momento se me hizo plenamente conciente. (no todo ha de ser siempre trascendente, y de hecho nada lo es sino retrospectivamente, literariamente; incluso los momentos sagrados de nuestras vidas no son más que sensacionismo). No diría que se trató de un acontecimiento. No tanto. Pero sí un intervalo en mi tedio.
 
Son muchas las horas de nada, y los desplazamientos más mínimos pueden imbricar una trama - la imaginación necesita respirar, articularse, moverse, estén de turno ese día las musas o no.


Y que, sobre todo, no sé de nadie en la historia de la literatura que haya narrado esa fugaz transcisión. Lo busqué en el catálogo de mi memoria. Y llegué a la conclusión de que tenía que escribirlo. No, no es metáfora de nada: pero alguien tenía que hacerlo.

(La escritura necesita moverse también, aunque no tenga nada para decir: es un instrumento que debe afinarse para que cuando algo suceda - si es que algo sucede alguna vez - puede hacerse cargo dignamente)

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