31.5.08
noche (before setting, before 3)
26.5.08
come-back backdoor bare confesions
19.5.08
ein traum
Me despierto. Hay
una cadena de rosas
al borde de la cama.
Siento la dureza del colchón, como
si fuese madera.
Me voy a levantar
pero apenas
si moví las pestañas
cuando un señor mayor – su piel
es de ceniza –
me dice que me quede
quieto.
-Quieto, por favor. – dice; - no ve
que va a arruinar la ceremonia -.
Le hago caso. Le oigo
balbucear cosas;
creo que se queja
de mí,
le pido perdón. Perdón, le digo.
- Encima que le consiguen
esas flores...- dice, y hace una
mueca. Es de desagrado.
Me acomoda, me maquilla, me
peina, me arregla el cuello
de la camisa. Entran mis padres,
amigos, mujeres lejanas, mascotas
de la infancia, señores serios,
vecinos. Se mueven hoscamente, se
mezclan; ya no distingo a ninguno.
Me miran,
hablan entre ellos. En una lengua
áspera: no entiendo lo que dicen
uno señala las flores, otro toca
con delicadeza los pétalos,
y asiente (¿admirativamente?); sospecho
en otros
un cierto rencor. Son las flores.
Me entierran.
No tengo tiempo de protestar;
La tierra me cierra la boca.
Los oigo alejarse, sus pasos cansinos.
Es casi al unísono que se cierran las tapas
de sus ataúdes.
*
17.5.08
je ne sais quoi
Es de noche, y por supuesto no consigo dormir, aun cuando siento, de tanto en tanto, una cierta pesadez a un costado de la conciencia, que viene como una brisa gélida y es el reflejo de que mañana he de levantarme muy temprano y tendré muchas cosas a través de las que arrastrar mi cuerpo, que tiembla ahora de un cansancio anticipado, que no tengo pero que vislumbro cada vez que siento la hora hostil que marca la infantil insurrección de mi desvelo.
*
Alterno el dolor de muelas con una novela policial de Nicholas Blake, y la novela con la ventana que da a la calle donde en la esquina una gata negra investiga las basuras de los vecinos, o con la tv, de a pantallazos fugaces, una película vieja en un canal retro que sigo poco, pero que me interesa al menos como puerto donde encallar mi vocación por la distracción (me distraigo del dolor de muelas con la novela, de la novela con la ventana, de la ventana con la tv, etc) y vuelvo, para amedrentar los vagos placeres de las ficciones, a un libro de filología rumana – un texto duro - que rastrea las vicisitudes y quehaceres de un tal Vlad Tepes, que las leyendazas populares inmortalizarían en Drácula (que significa demonio en rumano, pero, como ya sabemos, vampiro y demonio son, en muchas culturas, intercambiables). Y en medio de todo eso, en alguno de esos vaivenes y errabundeos sin método, sin disciplina, sin necesidad, doy con un librito de la biblioteca (un diario de un sociólogo) y encuentro, al abrirlo en cualquier parte (gesto melancólico y, a la vez, devoto) un fragmento que envidio. Un fragmento que restituye para mí el relampagueo del fragmento en su fulgor más delicado y embriagador:
Dentro de diez años, seguiré sin saber el color de los ojos de ese rostro. Pero lo veo en la calle, en los sueños, transparentándose en múltiples rostros que de pronto comienzan a parecérsele.
*
Goce del fragmento. De la palabra arbitraria. De aquello que me sugiere algo inaprensible; que cierra una historia y a la vez abre mi ensueño: que no se bifurca, que no sigue sendas que construye, sino que se extasía allí en el vértigo dónde se abren líneas de fuga que no seguiré, pero de las que me llega un no sé qué de sus fragancias efervescentes, diluidas en suave pirotecnia que se ausenta lentamente, como una bella mujer en un bar con la que cruzamos miradas y ahora dejamos ir sin decirle nada, (para poder soñar las cosas cuestan su ausencia).
*
Tal vez duerma un poco, después de todo.
15.5.08
4.5.08
die niemands rose
La vi venir, un día, arrastrada por el viento. A los tumbos, por el camino de tierra. La ayudé a levantarse. Se arregló el pelo como pudo, me sonrió tímidamente mientras se arreglaba un poco la ropa. Se quedó un tiempo, aprendimos a no estar solos. El viento vibraba en el vidrio de las ventanas cerradas; casi no lo notábamos. Una mañana me desperté y ella ya no estaba. Vi, en la tierra del jardín, la marca de sus uñas. Sembré, sobre esa tierra arañada, magnolias bellísimas. Si no crecieron, o crecieron y el viento también las arrasó, no lo sé. Sueño todavía con la belleza de esas flores que no vi. Es una rara nostalgia.
1.5.08
nombrar cosas (sansepolcro, piero della francesca, greta garbo): evocación, melancolía
II
Hacía dos días se había descubierto América. El, que había pintado “La Resurrezione”, moría, viejo. Piero della Francesca. Otra vez el placer de la palabra rendida a su pura sonoridad, a su arquitectura aérea que se tensa un instante casi táctil para disiparse entre quietos vahos de mi noche. Mis manos no vuelven al teclado, miro la ventana cerrada frente a mí, digo, unas veces más, para mí, Piero della Francesca. Suspiro.
Y yo, que me asomé a su encanto fríamente abrasivo una noche lentísima, y alivié mis llagas en el reflejo de sus orillas.