Se me dio por acordarme de Baudrillard, de algunas cosas que decía sobre el amor, dispersamente, por ejemplo, se preguntaba:
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"¿Por qué efecto providencial, por qué milagro de la voluntad, por qué golpe de teatro lo seres estarían destinados a amarse, por qué imaginación loca es posible concebir que: "Te amo", que las personas se aman, que nosotros nos amamos?... Existe ahí una proyección desatinada de un pincipio universal de atracción y equilibrio que es una pura fantasmagoría. Fantasmagoría subjetiva, pasión moderna por excelencia."
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Más adelante diría, directamente: "El pathos de la modernidad"
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Y también que hoy estamos atrapados en un "revival del discurso amoroso, una reactivación del afecto por aburrimiento, por saturación".
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En favor de mi corpus, diría: "Lo típico de una pasión universal como el amor es que es individual y que en ella cada cual se encuentra solo".
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Y más tarde, por el final de ese capítulo sobre el objeto maligno de la pasión, concluiría (un tanto más melancólico): "Amar a alguien es aislarle del mundo, es borrar sus huellas, desposeerle de su sombra, arrarrarle a un futuro homicida. Es girar en torno a él como un astro muerto, y absorberle en una luz negra. Todo se juega en una desorbitante exigencia de exclusividad sobre cualquier ser humano. Es en eso, sin duda, que es una pasión: porque su objeto está interiorizado como fin ideal, y sabemos que solo hay objeto ideal cuando está muerto."
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Me da por recordarlo ahora (a Jean B.), quizá para exorcizar (o amortiguar) esos momentos raros de extravío cuando sueño, enredado en algún Otro (alguna ella particular que recorto de la marejada insípida de otredades que deambulan sonámbulas por el estrépito cotidiano hecho de esperas y esperas de otras esperas) que la comunicabilidad no es necesariamente una ilusión que labro con el pulso de la muerte, y me empujo sentimentalmente (patética, patológicamente) en el ansia vertiginosa de vislumbrar, entre la brutalidad de la cercanía del otro cuerpo (que se agita conmigo, que quiere abrirse y ser abierto, comerme en el acto de ser devorado, pero que siempre termina en el agotamiento, el sueño, y el alba que nos dividirá incluso del exabrupto de la fe, extrañándonos), ese algo más fugitivo que debería resultar de la frotación de las superficies, que debería extraditar al frío de una vez en lugar de solo un rato silenciarlo, ese tributo rendido al tímido altar de las novelas junto a las cuales viajamos por territorios que solo existían del lado de adentro de la soledad, ese algo más - ese glow - que convulsivos como bacantes buscamos sentir en una distancia que se cierra cada vez más sobre esa fe infantil de querer que aquello que soñamos en la mitológica nostalgia de lo que nunca fue tenga algo que ver con las cosas despiertas.
La ininterrumpida soledad es la vidriera parca desde la que también me veo ahora levantarme de este texto, e ir a la cocina a preparar un café, en mitad de la madrugada de un sábado.
La ininterrumpida soledad es la vidriera parca desde la que también me veo ahora levantarme de este texto, e ir a la cocina a preparar un café, en mitad de la madrugada de un sábado.
( Duerme una mujer desnuda en mi cama sin mí; la siento soñar detrás mío. A veces levanto la vista de estas palabras, la veo. Su presencia es un silencio (un silencio antiguo y ondulado). Su cuerpo me retiene con esa implacable inocencia de cosa rendida. Sé que es el universo seduciendome a través de ella. Tiene de bello lo que tiene de lejana. Vuelvo al texto, pienso: ¿qué soñará? Es un ánfora hermética temblando en el vaivén de mi noche insomne. El aire de la habitación cobra la densidad de su impenetrabilidad. Cifra, en su respiración de marea serena, un no sé qué que sería vital para mí. Se lo llevará cuando despierte (si estuviese despierta ahora haríamos cosas pedestres: en ella no se implicarían las furias sensuales que naufragan en las literaturas, yo no podría ser un poeta). Rara fruta en la vastedad de un desierto lentísimo donde cada variación compone su monotonía. Tal vez ella, con su sueño, me dicta estas palabras con meticulosa potencia oracular, no lo sé. Ella no sabe que visito en ella lo que perderé. O lo sabe, y por eso perpetra la melancólica venganza de inscribir en mi memoria el instante sagrado de sus rasgos ofreciendo los inextricables signos oníricos de los que penderé semanas. Y yo, quizá también lo sé, y anticipadamente escribo estas cosas, para perderla antes de que pese. Ella. Inmóvil funámbula. Nívea párvula. Ella dádiva del azar. Débil transparencia de sí misma. Ella. Sótano de mí mismo donde se espejan las grietas donde derramo la sangre de la tinta de mis lapiceras. Seña de la muerte. Murmullo de felino en la siesta. Ella. Ella ensaya que muere sobre mi cama para que su ausencia no sea mortal, mañana; hasta esa delicadeza tiene. Ella tiene el silencio de las melodías que sueño cuando no hay ningún piano cerca - esta es mi manera de decir adios -. El universo se posterga en el cuerpo dormido de esa mujer; pero no me absuelve de mí )
6 comentarios:
Escritor...Escritor.
Escritor...Escritor.
Escritor...Escritor.
Escritor...Escritor.
No hay cura
Paradojico, ¿no? algo que tanto nos da tambien en ocasiones tanto nos quita.
Saludos
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra
Por algunos lugares nada ajenos a mi, andamos también recordorosos de don /boudriard/:
Me doy licencia de parafrasear
♦Si decides pronunciar: te amo,te has enamorado del lenguaje, lo que es -ya- una forma de infidelidad♦
Y no dudo. Me parece que es así. Que ese asunto del amor, mero juego. Que ese asunto del lenguaje, juego. ¿La vida, acaso también juego? Asi es.
Bellísimo, muchacho.
laura:
sos muy amable, muchacha.
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enigma:
no sé. creo que es un proceso de ilusiones, siempre parasitario. nosotros, emboscados por el entusiasmo ante un espejismo, creemos recibir algo.
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moira, gorgona, nereida?
Sí. Es el eterno tema de las palabras y las cosas, no? La irredimible distancia.
Y en tanto al juego, no sé. Acaso estemos jugando a ciegas, sabiendo a medias las reglas y con pocas piezas. Me parece que, en todo caso, asumimos la dinámica de un juego allí donde no hay nada, para tener algo con qué matar el tiempo que fluye intrascendente por nosotros, por la ventana, por el zapping de la tv.
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mar:
raro verte por aquí.
raro.
El sumun de la melancolía en elo que podría ser el amor o su espejismo...
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