14.8.07

dos tímidos pasos hacia la escritura

nota rápida en un cuadernito dejado al costado de la mesa de luz





Angostas las paredes de la caverna de este invierno mientras me raspo las uñas congeladas contra las rocas con el sueño, ya un poco cansado, de la tibieza de una siesta en la primavera, que se deja soñar - levemente - como una promesa fútil, cuando cae la tarde, acurrucado en un ángulo del sofá desde donde el cielo, por la ventana, no se ve. / Omito, en el texto, las penas que vinieron con el frío. Que sea el texto el espacio donde puedo respirar, el paréntesis en el devenir de los calendarios que reúnen el lado de afuera de mi vida que, a estas alturas del tiempo perdido, ya es toda mi vida, (y por ella, desde luego, merezco la sentencia más severa: seguir: seguir con este texto; seguir con mi vida: da lo mismo y es, al mismo tiempo, el reverso). /




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¿Tengo algo para decir? No lo sé. Probablemente no. No me compete saberlo. No se escribe nunca porque se tiene algo para decir. Sería tan sencillo (tan burdo, tan pedestre: tan ejecutivo). Si uno tiene algo para decir, lo dice. Y se acabó: queda ahí: dicho. Manda un correo con su mensaje para la humanidad, o para quien sea, siempre tan lejano, tan inasequible como la humanidad. El principio de la escritura es la incertidumbre, el miedo, el ansia, el querer decir algo y no saber qué ni saber cómo. Aunque es cierto: es posible que se sepa antes el cómo que el qué. No sé. Retorcer el lenguaje hasta que de él se escurra algo, cualquier cosa nuestra que pueda ser dicha.



La ilusión de que algo pueda valer la pena.
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¿Adonde va este texto? Pienso: ¿acaso puede hacerse una pregunta más tonta que esa? No sé dónde va mi vida y tengo que saber dónde va este texto… Si al menos fuese ficción… Si fuese ficción sabría a dónde va el texto precisamente porque no sé hacia donde va mi vida.
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Miro por la ventana. No da a ninguna parte. Al patio de un vecino. ¿Qué veo? Nada. La noche. ¿Qué hay para ver cuando es de noche si no la noche? Qué me importan a mí los matices. Son torpes variaciones de la noche platónica que llevo dentro del pecho, y que solo encuentro en el trazo de Van Gogh. Ah, Vincent... cualquier árbol puede ser un incendio arrebatado en el viento que imagina una mirada herida.
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(Extraño las cosas que tengo desde la perpetua previsión de su irremisible pérdida.)







(Quiero perder las cosas que tengo para que algo me obligue - puesto que yo no puedo - a ser yo, sin anestesias ni condescendencias)
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Y tengo sueño. Los párpados se me derrumban. El imperio de la vigilia es tan endeble como eso.



Pero la cama no me sirve. ¿Escribir me sirve? Tampoco. Pero estoy cansado de dar vueltas sobre la cama. Entonces: doy vueltas sobre el teclado, sobre el lenguaje, sobre mi ánimo, mi pasado, mis terrores.





Después de todo la invisibilidad es una cuestión de paciencia.





Y la imaginación es el caudal del miedo.

4 comentarios:

laveron dijo...

la escritura es espacio liso.

jp_fredes dijo...

hola, hace tiempo descubri tu blog.
desde la primera lectura lo encontre muy bueno.
hay en lo que dices mucho de verdad.
en la literatura en general hay mucho de ego no ??

ojala no dejes de escirbir nunca, escribes muy bien,saludos

Lidia Gaytán dijo...

La noche y sus misterios. Qué tendrá la noche que desata nuestros demonios y todo delira impunemente (como dice ese haiku)
Que difícil es cuando incuso das vueltas en el tablero y no te sientes tranquilo, aunque creo que es masoquista eso de hurgar en la herida para ver que sale.
Bueno, qué más... Quién nos manda.

No deje de escribir, me encanta lo que hace.

Sldos.

Debret Viana dijo...

laura;

la escritura como un territorio? Podría ser. Me cuesta, sin embargo, pensar en una meseta. Hay noches en que es Hiroshima, en el frescor de su suelo temblando.

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xuma;

he de agradecerte la persistencia. leer y haber regresado es un gesto de suma cortesía. Descreo, sin embargo, que lo que yo pueda decir tenga algo que ver con la verdad. Acaso pueda sonar lindo, pero sus verdades quedan al nivel del lenguaje. Soy estéril para el mundo real.

Y muchas gracias por ese última sugerencia. Es agradable que alguien me pida que continue haciendo la única cosa que puedo hacer. Sirve para sentir que no todo lo escrito sembrará desiertos.

un saludo.

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peripecias;

ante eso, señorita, preguntarse: ¿qué prefiero: el dolor, o la nada? Si elige el primera verá que poco más se puede hacer que abrirse las heridas para ver a qué saben.

muchas gracias. no creo que deje de escribir, no creo que pueda. no soy lo suficientemente fuerte como para no escribir.

saludos.