10.6.07

reversibilidad del tiempo: literatura:



la inscripción de la pérdida


Suena el despertador a la hora en que lo puse la madrugada de hace dos noches para despertarnos ayer, (después de casi no dormir: la urgencia de los cuerpos) porque ella tenía que ir a la facultad, porque yo tenía que recuperar el tiempo concedido a la hipnótica fugacidad de los márgenes de su rendida belleza (expulsado de su subjetividad – sólo se acerca a mí bajo su apariencia objetiva – no puedo más que darme a la pasión de las formas, la pasión del contorno: el goce geológico de la feminidad seducida).

Son las 8.48; y es triste cómo las marcas de los goces de ayer, desvanecidos en la sucesión del tiempo (evanescencia doblemente desconsolada por la memoria: el remedio que hiere), se inscriben en la letanía de hoy (otra vez solo, atravesando las mismas horas, sentado en el mismo sofá, arrojado a la misma cama que ayer , con cada cosa enrarecida o usurpada por los fantasmas de las prácticas de ayer – extrañeza de quedarse en la escena del crimen -; todo esto sin pena, sin añoranza: sólo la memoria; decir pensar que ayer, a esta hora, etc, y denunciar con ese mecanismo al tiempo como un concierto de distancias y contactos), sin reversibilidad salvo en la forma de tristeza o de ironía (siempre un desdoblamiento u otro, uno después de otro, uno enfrente del otro, uno tan estéril como el otro, eventualmente dilatándose en la erosión fósil del pasaje al texto: estetización – manipulación – prostitución; una última, melancólica y vanidosa reverencia - a lo que fue, y pasó).

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Eras morocha esa noche, y servías a los propósitos más salvajes del azar del universo.
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15 comentarios:

Naturaleza desenfrenada (......) dijo...

Ayy Debret!, leer la resaca de mi fin de semana con tus palabras es magnifico!
Me levante de la tumba en que estaba con el fin de evadir a los fantasmas del tiempo que me rodeaban y me encuentro con esto...
Muy lindo, saludos!!

Anónimo dijo...

Hay una idealización signando tu voz Debret Viana. Una autofascinación en la tristeza que raya en la autocompasión con intento de matices irónicos sin fuerza. Asumo que esta interpretación pasa el lindero de lo básico. Optas por desprestigiar toda crítica que llegue a ti. Siempre observando desde un pedestal a los otros. Solamente esperando recibir los elgios, los comentarios que traen aplausos. Como única crítica, admites únicamente la tuya, en la que te miras superficialmente desde tu monocramática visión, o debo decir bicromática, en negro y celeste, para no ser demasiado tajante.
Escribes bien, más que bien, pero un aliento a antigualla, un eco provinciano del que no te puedes aún desprender, se siente en todo lo que escribes.
"Una letanía..."
Vienen tus visitantes, las admiradoras, los admiradores y te sientes reconocido, pero no es suficiente. No tienes la delicadeza de enlazar a Laveron, tu leal comentadora. Le dices que es una cálida presencia, pero la dejas fuera de tus links. Tu pedanteria no tiene límites.
Si alguna vez escucharas a lo que te critican, no precisamente a los malintencionados.¿ESCUCHARÁS ALGUNA VEZ?
¿CONSERVARÁS MI COMENTARIO?

Saludos Debret Viana.

Anónimo dijo...

No entremos en ese terreno, persona de visita.
Le aseguro, caballero, que bastante tiene Debret con ser quién es, y tener que convivir con ello hasta el último de sus días.
Seamos más indulgentes.

Javier Luján dijo...

Ese maldito y a la vez masoquista regusto que queda de la ausencia de la persona amada en el olor de las sábanas, en las tazas de café, en las copas de vino, en nuestra propia memoria, en nuestra propia piel...
Un saludo.

laveron dijo...

miremos así: la literatura construye paisajes efímeros, tal cual un hecho de pasión de una noche. Una evanescencia que la palabra trata de mantener en pie. Esto nos lleva a la imposibilidad. La literatura no puede atrapar eso que se hace, una vez dado, fantasma.
un saludo!
laura
PD: por vez primera, le pido que viste mi blog porque me gustaría una crítica de su parte. Y una crítica. usted me entiende.

laveron dijo...

apa! me encuentro luego de comentar con el comentario de arriba...y no, no se trata de enlaces...¡por favor!. cada cual que se maneje en la web como quiera. al contrario, no importa ese ida y vuelta perverso que se da en los blogs. A mi me gusta lo que hace debret y basta. si él no me enlaza me importa un pito. no espero caricias. soy una lectora hambrienta. vengo aquí por eso. no para que me vengan a leer. por eso cerré mi primer blog. porque me dí cuenta que se trataba de un ir y venir falso. Y yo quiero libertad de comentar, tanto en el que viene a mi sitio, como a los que yo voy.
un saludo!

Anónimo dijo...

No queda otra salida Laveron. No debe importarte un pito. A los lectores. sí. Que Debret Viana no te valore lo suficiente como para salir de ese ensimismamiento propio, nos importa a algunos lectores, no por hipocresías o imposturas. Esta percepción no es entendida al fin y al cabo y la dura crítica es mal vista.
Que haya libertad de comentar, exacto. No un regodeo de elogios mutuos, y si a alguien no le importa si le enlazan o no, magnífico.

Debret Viana dijo...

la ardua tarea de dar cuenta de la lectura de los comentarios despuès de una semana de ausencia:

naturaleza desenfrenada: me ha pasado, recorriendo literaturas, canciones, etc, encontrar detalles de mi biografía firmados por el nombre de otro. Una sensanciòn de preciosa hermandad, de soledad compartida sólía surgir de ese encuentro. Ojalá mis letras permitiesen una cercanía parecida.
un saludo

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Debret Viana dijo...

lector sin azucar: primero, he de aclarar: me encanta tener detractores.
segundo, trataré de desentrañar los problemas y denuncias que tus palabras delatan.
tercero, me iré a cenar a algùn lado que esté abierto a esta hora y con este frío,

pero por ahora, sigamos en el segundo punto:
Aquí, lo primero que habrìa que evidenciar es que estamos lidiando con literatura. Empezando por eso, no me parece muy sensato implicarse con los valores éticos que sostuvieren el trabajo ficticio. En todo caso, habré de defender a mi personaje.

No me parece que se trate de autofascinación. Recuerdo unos versos de Alberto Caeiro: escribir es mi manera de estar triste. Acaso yo repita ese axioma. No habré de negar que todo lo que acontece en Infimos Urbanos está iluminado por una cierta tristeza. ¿Habré de hacer una apología de la tristeza? No vale la pena. No creo que se trate de una reincidencia masturbatoria, sino más bien de una condición sine qua non, una dolencia inherente, un cristal desde donde se percibe lo real. Pero puesto que está escrito, y la escritura es la exégesis del narcisimo, puede ser.

En tanto a la ironía, no puedo estar de acuerdo. Creo que su práctica, a lo largo de tantos textos, denota una potencia violenta, política. No deja de ser una de las formas de la tristeza, pero me resultaría pueril percibir en ella una languidez donde en realidad hay un motor.

No recuerdo haber desprestigiado nunca a la crítica que pueda llegar pertinente a mis textos. Muy al contrario, me excita la cercanía de pensamientos dicotómicos, de adversidades y descontentos. Y siempre he estado muy dispuesto a discutir sobre arte, teorìa, literatura, etc. No espero recibir elogios: los comentarios están para ser utilizados, dentro de los buenos modales, por cualquiera, para lo que quiera. El elogio, por otra parte, me ha resultado siempre una confusión, obra de vicisitudes que no corresponden a mis atributos. No suelo festejarlos, y muchas veces me parecen màs un producto del lector que del texto. Y nunca del autor. En caso de que se te de por la reincidencia de la comunicación de tus descontentos, bien podrás dejarla aquí. Los caminos de la literatura son inagotables, y cuando se silencia una palabra es un misterio inasible. No sé, ni puedo ser llamado responsable, por las repercusiones que estos textos puedan tener. Sí reconozco, al menos, que no tienen nada de inocente.

Ese "eco provinciano" realmente no sé qué puede ser. No imagino en mì nada provinciano, pero hastiado de mi caracter cosmopolita, no puedo tomarlo como un agravio.

Hemos de entender, ya que estamos, que Infimos Urbanos es una obra. No soy yo. Es, cuanto más, 1/5 de lo que escribo. Es un formato. Es lo que era el Libro de Desasosiego para Pessoa (acusando, de antemano, una amplia diferencia estética entre ambos de la cual Infimos Urbanos podrìa ser, a lo sumo, la nota al pie, al más futil de los Fragmentos de Bernardo Soares).

En cuanto a admiradores, no creo que haya tales. En todo caso, algunos lectores. Los happy few, de Stendhal.
Y: no creo que mi desprolijidad, mis descuidos merezcan el rótulo de pedantería. En tanto a Laura, no sabía que no estaba en mis links. Sé muy poco de mis links. No soy un lector de blogs (no leo ninguno, paso muy poco tiempo en el cyberespacio: ni siquiera tengo internet en mi hogar: de cuando en cuando paro en un locutorio y subo un texto). Sin embargo, suelo pasar por el blog de Laura, y me resulta harto valioso lo que ella hace. Agradezco esta notificación: no haber puesto a Laura entre mis links es algo que habré de remediar. Pero por otra parte, habría que pensar: ¿qué son esos links? Sería temible caer presa de un circuito de lecturas amistosas (te leo porque me lees, etc).

Eventualmente, en epocas más felices y despreocupadas, podré ocuparme más de la web, organizar mis páginas, etc. Por ahora, Infimos Urbanos es un espacio residual donde arrojo textos. Tengo la fortuna, un poco azarosa e inexplicable, de haber hallado lectores. Este no es mi mérito.

Espero que después de todas las palabras que he usado en organizar una rèplica, se sienta valorado.

Una última cosa: estaré encantado de escuchar a quienes me critican, y espero ansioso que me haga llegar pronto esa crítica tan mencionada: quisiera saber de qué se trata.

saludos.

Debret Viana dijo...

mar: me encanta haber logrado fama de torturado. queda bien, y es muy práctica a la hora de lograr cercanías con muchachas. Sin embargo, lamento decepcionarla: suponiendo que yo fuese Debret Viana, tal como queda transcripto en Infimos Urbanos, tendría que decir: la única y más profunda dicha de Debret Viana es ser sí mismo: es toda su fuente de placer. Tal vez cueste que alguien lo crea, pero salvando ciertos conflictos demasiado reales (el dinero, las enfermedades de seres queridos, vivir en una ciudad destruida) Debret Viana la pasa muy bien.

Javier Luján: sí, caballero: es un hedor profundo y terrible, es la marca de una muerte, es la prevalencia del pasado sobre la flaqueza de nuestro presente. Es algo muy molesto y hasta diría que confirma su caracter fatal desde el momento en que la literatura necesita dar cuenta de episodios como estos.

Debret Viana dijo...

Laura: ahí es, muchacha, donde creo que está el juego tonto y perverso: ansiar atrapar un fantasma con otro (aquella mitología del perro que nunca perdía presa y el zorro que no podìa ser atrapado). Ahí se denota,con toda la potencia de sus modos, la inutilidad radical de la literatura; y con esa inutilidad el goce verdadero que crece en su convivencia.

pd: estaré encantado de pasar por su blog; disculpe las demoras (ando lejos, y tropiezo mucho)

un abrazo.

Anónimo dijo...

maravillosa analogìa entre los restos del amor y los restos del vesubio en pompeya. genial.

Anónimo dijo...

Ojalá hubiera genialidad. Entonces me rendiría y la
soberbia de Viana sería atenuada. El hecho de que no le importen sus enlaces también revela hasta qué dimensiones sus delirios de grandeza que disfraza con grandes dosis de retórica, es una característica suya. Improntus, delación inconsciente. Incapacidad para admitir sus grandes traspiés.
Ahora está enlazada su lectora. Para él todos son lectores. Que él sea lector de blogs, no corresponde a lo que decía quien pedía indulgencia. Apenas puede con sí mismo. Es un parafraseo.
Cuánta retórica imbuída de expresiones lastimeras. Su ironía
para evadir esta realidad,
apenas roza un humor débil.

Debret Viana dijo...

veronik: siempre sentí que el vesubio dejó esas perfectas cenizas para ofrecer una metáfora ideal a la nostalgia. Casi como en el final alternativo de In the mood for love.

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lector diabético: me encantaría responderle para eso tendría que entender de qué está usted hablando.
Y en cuanto a esa crítica que me prometió: no la veo.

Anónimo dijo...

¡Diabetes bendita!
Se comprende Viana que no la veas. No ves nada.