"Si aceptamos un principio teológico, no es arduo comprender que los pasos de la humanidad son de una progresiva decadencia. Basta lidiar con el origen, el origen divino. Un Dios construye un hombre, trama sus formas, dilata la tarde, que ha sido creada por él hace poco, en limar esa partitura de barro. La distancia del hombre a Dios nunca fue tan grande como hoy, no será nunca tan vasta como mañana. Acaso esa sea la oscuridad. Cada vez nos alejamos más del principio celeste. Resulta evidente que esta distancia equivale a perdición, este abismo es proporcional a esa lejanía. Somos la deformación de siglos (soy la deformación de un siglo sobre otro siglo etc). Tal vez hubo una vez un hombre perfecto (¡perfectamente aburrido, estático: hombre que ha sido todos los hombres si los hombres son el conjunto de meros actos!): seguramente el más cercano a la divinidad. Con tantos pasos en el desierto de vidrio nos hemos desfigurado. Al camino que dejamos atrás lo delata la sangre. Un hilo de sangre desde el principio de los tiempos hasta nuestros talones. También de mí estará hecho ese hilo alguna vez. Yo no me atrevo a desandarlo, pero ¿alguien se atreve? Quien sabe lo que aguarde en el principio; después de todo, Ariadna era una brisa en un momento de asfixia o de impaciencia, de necesidad: nunca la quise tanto.
Pienso esa arcilla de la divinidad como un espejo roto. Tal vez al principio estuvo sano, entero. Luego, se quebró. Y nadie sabe por qué, o culpan a otro. En vano los intentos por componer la imagen. Cada movimiento del intento nos corta, me modifica. Somos otros, la imagen primera es inaccesible. Nuestro reflejo es de una distancia abismal. Si logro componer ese espejo (yo soy todos, yo soy los otros, yo soy mi parodia) veré otra cosa. Ese reflejo seré yo, si sobrevivo a la visión completa de mí – si la verdad no me mata; podré dar recién algún paso cierto dentro del insondable laberinto, sin salida, ni minotauro, ni laberinto. Podré seguir muriendo. Esa gloria no es vulgar."
7.6.04
Fragmento de un fragmento encontrado en una plaza y perdido en un subte. La reconstrucción es azarosa, y de fidelidad escasa.