"Una tarde - se había secado el minutero del reloj y mis pasos pesados de otra derrota cotidiana. Tenía que haberse abierto la primavera ya y la brisa era un velo tibio que acomodaba las desparejas figuras de mis contemplaciones a una exquisita vibración que complacía el dictado de mi deseo - de aquella parte que no sé nombrar de mi deseo.
No quiero beber esta escena ni la tinta de mi etilográfica- pero no me molestaría dmasiado esta niña / camarera que tiende una coca cola sobre mi descanso y mi mesa -;(...) ni siquiera se me antoja parecerme a Whitman, a Frost. Solamente decir un poco. Sobre San Telmo fue a dar mi errático paso; y este empedrado desprolijo me agrada y enjuaga de un zarpazo el progreso de mis pestañas quemadas. Acepto, mientras las antiguas casas bajas reciben mi sonrisa, que he conducido mi vida de una manera errada, como cualquiera de las otras maneras. Aceptaría de mejor manera que esa camarera me mienta.
(...)
A game with time
(...) Ahora tomo coca cola, ahora todavía no he decidido el bar donde detendré mi cansancio, ahora un colectivo me arrastra hacia la noche, ahora deseo a la camarera y ella – que lo sabe- construye una fatal sonrisa divina que me colma y me hiere, ahora, náufrago entre mis sábanas, sin ojos todavía me pregunto qué será de este sábado que aun sin mí ha comenzado y seguirá, ahora escribo estas líneas desprolijas, ahora un invierno hace siete años (aliado a una mujer) me desfigura el corazón para siempre, ahora compro en el mercado central un libro de Carlos Fuentes al insólito precio de 1 peso y con lástima tierna miro a la anciana vendedora que me sonríe tiernamente, ahora otra vez, sobre estas letras que corrijo y tecleo, pienso qué habrá sido de esa anciana, qué le habrá pasado como para tener que deshacerse de todas sus pertenencias a cifras desesperadas, (...) ahora tengo 11 años y tropiezo con un libro de cuentos de Poe, ahora han muerto todos a quienes una vez quise y ({ilegible}) yo ya estaba perdido, ahora regalo ese libro de Fuentes a una amiga ahora ha muerto, con la sangre seca, una madrugada vacía, ahora escucho a un sacerdote profesar verdades cristianas que solo clama porque ahora mi padre le cierra la mano con 50 pesos de coima, ahora saco cuentas: 50 libros de Carlos Fuentes, ahora no he nacido y mis padres, que no saben que serán mis padres, que no saben que enredarán un ({espacio en blanco en el original}) que ahora se rompe en pedazos, conversan sobre un escalón de Ramos Mejía y no se dicen que se quieren todavía, ahora, alguien lee estas palabras impresas en el eventual olvido, ahora amo con toda mi sangre una imagen fantasmal que el cuerpo de la mujer que coincide con esa imagen no puede ofrecerme, ahora, no sé para qué, he nacido y después quizá haya sido lo mismo si nací o no, ahora (...)
Corramos la ilusión del tiempo. He sido yo quien pasó por todo eso: organizarlo sobre un calendario es tan justo como creer que simultáneamente han sucedido todos los hechos de mi vida; en un solo instante del mundo mi vida desplegó sus vértices, incluso en aquél que la venció.
Ya el sol no roza los bajos techos porteños. Anochece. Siento haber perdido las posibilidades de la tarde en esta esquina haciendo vanidosa literatura sobre lo que no supe ser o lo que no debí haber sido: barata apología de mí. Todavía resta algo de bebida: leeré un poco a Fuentes; y quien sabe: acaso la camarera cruce mi mirada algunas veces más y yo pueda soñarla; así me deleitará más el dolor que siento ahora, cuando dejo algunos billetes sobre la mesa y regreso las calles, solo."
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Nota:
A mí el texto no me resulta particularmente memorable. Su experimento narrativo es de una estética deficiente, la rima desquiciada que ejercita demanda el inmediato hastío, las necesidades de reciprocidad carnal son vulgares y demasiado evidentes; y el carácter difuso del “ahora” es un tópico harto transitado por las literaturas. Sí me parece interesante el self-called Un experimento con el tiempo, para enfatizar que toda significación posible mana exclusivamente de su contexto -que decir es la creación de un contexto-. Las palabras son peones vacíos, utilitarios para la construcción de un contexto, de un sentido tal vez irrecuperable. Ese “ahora” repetido frenéticamente por el narrador, es el mismo y cada vez diferente: se ha volatizado. Es posible que su valor literario sea escaso; yo pasaba por la esquina de Humberto 1” y Bolívar cuando una servilleta se volaba de una mesa vacía: aterrizó unos metros más adelante, y cuando pasé cerca noté que estaba escrita. Fue un souvenir de la tarde. Me pareció que no merecía el basural como formato del olvido. Lo he pasado a bytes, intentando descifrar la arácnida letra y manteniendo todos los gestos del original. Más justa me parece esta forma del olvido, esta página, sofocada dentro de algún volumen repleto de tantas otras páginas, en algún cementerio travieso que decimos biblioteca.
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