28.2.11

un sueño

path of wounded darkness

Da dos, tres pasos. Siente sobre los pies la adivinada madera rugosa y áspera. Está oscuro todavía. A tientas, las manos se adelantan a sus pasos, tratando de sentir antes lo que sea que esté ahí adelante. Lo único que toca es negrura alquitranada. Sería errado que si alguien lo mirase ahora dijera: está avanzando. Da pasos. Nunca estuvo claro donde queda adelante, y donde atrás. Si alguien lo mirase ahora, no sería absurdo que acusara a su andar de danza. La torpeza de su caminar, la timidez de cada paso, el pie que titubea, que está cargado con el rumor de la imprevisión del contacto con la parcela de piso que viene, las manos extendidas tratando de anticipar el inmediato futuro. Se dice: es probable que todo esto sea un sueño. Le pasa seguido. Darse cuenta que está soñando mientras sueña. A veces, extrae de las confusas imagenes del sueño un relato, o algo. A veces, no: nada. Ni siquiera el vestigio de una vaga memoria: sólo la sensación neblinosa de haber soñado. A lo lejos, se abre una rajadura que hiere la penumbra. Un hilo de luz horizontal. Allá, en la distancia. Si alguien lo mirase ahora, podría objetar que la distancia entre ese hilo de luz es irredimible. También podría decir - ese mismo alguien que lo mira justo ahora, o cualquier otro - que no se puede saber bien qué es ese hilo de luz. Tal vez constituya un peligro. Tal vez ese hilo de luz sea un señuelo. Tal vez, convenga huir. A él, le importa poco. Tenía nada, y ahora, de repente, tiene una dirección. Lo que había antes, no era un camino. Aun si cuando, mirando hacia atrás... no, no mirando: solo la oscuridad es visible: aun si cuando, pensando hacia atrás, la suma de los pasos dados en la tiniebla significasen un camino, un trecho recorrido, un espacio absuelto, lo que se abría hacia delante era una errancia, un remoto deambular. No un camino. Ahora, en cambio, la oscuridad, en la distancia, se quebraba. Solo un hilo, pero era suficiente. Abolía, en ese instante, la errancia, y traducía los pasos en camino. No importaba del todo ignorar qué era esa luz, qué la producía, qué significaba. Ni que el  tramo que intercedía entre uno y otro (él y el hilo de luz) era inabarcable, y por más que corriese todas las  horas de su vida o de su sueño en dirección a la luz, jamás llegaría a acercarse ni un poco. Se dijo: tal vez allí queda el despertar. Y si bien le agrada soñar, y sobre todo soñar lejos, ese sueño en particular se había vuelto tedioso. No había más que oscuridad, y la promesa de una lejanía. Si alguien lo estuviese viendo ahora, aburrido probablemente esperaría que después, en el caso de despertar, él no narrase la experiencia del sueño. Y tal vez no lo hubiese hecho, salvo por dos cosas. Dos imagenes súbitas. La primera, 

I
que esa fulgurante y brevísima luz abierta en la lejanía era el cálido murmullo de algo que había empezado en el futuro, y ahora llegaba aquí. Algo que había nacido no antes, ni ahora, sino después, y que ahora reptaba, como un eco al revés. Algo que cuando sueña, nihiliza el tiempo. Y la segunda, 

II
que la luz abría un tajo en la oscuridad. Supo, ahí y entonces, que si él prestaba, concentradamente, una atención total y minuciosa, si dejaba de dar pasos, de pensar, de sentir, de ansiar, de respirar, si reunía toda la fuerza de su ser en un instante en el que podría observar de un modo absoluto, de  un modo tan febril y terrible, un modo del que jamás se recuperaría, quedaría loco o desvanecido o muerto con sus vanos pasos detrás, si lograse ese esfuerzo vital e inhumano vería claramente como la oscuridad, con la lentitud de las cosas que casi no ocurren, acercaba sus bordes entre la luz como diminutas manos que se deseseperan por entrelazarse, como una herida que quiere cicatrizar.

y la luz ahí, intacta, latente y nunca derramada, duraría un instante más, y se apagaría. Ese instante tendría dentro miles o millones de instantes. Todo, al final, sería efímero. Los bordes se atraen. Es cuestión de tiempo que se alcancen. Supo, como se saben las cosas en los sueños, que esa luz rasgada era para él. Juntos, tal vez, se apagarían cuando la oscuridad se cerrara. Se alguien fuese capaz de ver todo esto, razonaría algo como: O no; y daría lo mismo. 


18.2.11

el amor no existe


 
El deseo existe; el placer existe; el hambre existe, la sed... Y el agua y los alimentos existen, y el cuerpo. Pero el vino no existía: fue necesario inventarlo. La gastronomía tampoco existía: es un arte, una invención, una creación. Del mismo modo el amor no existe, ni el alma, pero se crean, día a día, como una luz en la noche oscura.



El lenguaje existe. No la poesía.

El hombre tiene un lenguaje, hace poemas.

El hombre tiene un cuerpo. Crea su alma.



El amor es el poema de los cuerpos. Y tanto aquí como allá, como diría Valery, las coerciones son exquisitas.





 
Auguste Comte-Sponville

8.2.11

la memoria de las baldosas

Ser poeta es creer
que cuando la hoja
seca del otoño
al ser levemente
arrastrada
por el viento
de la
madrugada
raspa
apenas el
asfalto
de la calle
esa parcela de suelo
lo sabe.

1.2.11

la mujer perfecta

apuntes dispersos 
// draft  



la mujer perfecta carece de  nombre, y es un lugar. a veces, más que un lugar, es un momento. pero ese momento es, en verdad, un hogar. por eso la mujer perfecta es un lugar.  

la mujer perfecta no es una identidad estable, no es algo aferrado a una permanencia. puede que esa mujer no sea la mujer perfecta, y en un instante epifánico devenga en ella.

lo perfecto en la mujer perfecta es una noción desesperada. tal vez la previsión de la intimidad con algo salvaje, la cercanía táctil de una protuberancia de la eternidad, llameante en la obnubilación efímera de la frágil cadencia con la que los cuerpos se acercan y se desencuentran.

sé que la mujer perfecta tiene un lunar. me consta. sin embargo, otras mujeres también tienen lunares.

5b
la mujer perfecta no es tal o cual mujer. es un éxtasis que reside en la mujer. es una forma de desborde y consubstanciación. en determinado punto, y por un breve instante, tal o cual mujer se traspapela en la mujer perfecta, se ausenta en la mujer perfecta.  

6 
una mujer tal vez pueda decir que la mujer perfecta es una perversa invención misógina. puede ser.

7 
la mujer perfecta ocurre. no es algo que puede razonarse ni pactarse. sin embargo, la mujer perfecta puede no ocurrir nunca. 

8
la mujer perfecta debe saber partir. debe reconocer lo fulgurante de su instante, y en el ápice de su destello, desaparecerse. no estar es una de las condiciones de su perfección.

la mujer perfecta debe sembrar delicadamente, como si hiciera otra cosa, la posibilidad de su inminente inexistencia. 
  
9
si la dicha es excesiva, tal vez la mujer perfecta, además de tener el caudal intempestivo de su perfección, sepa cocinar. 

10
entre dos cuerpos dormidos puede rugir, sin más, un llamamiento nocturno. el  universo queda abolido. puede que esto, en la memoria, deje la ilusión de que mujer perfecta ha pasado.

11
en la mujer perfecta algo late. es la respiración del enigma. 

12 
la mujer perfecta no existe.

13
esta bien, la mujer perfecta no existe. pero puede traspapelarse y volverse visible súbitamente, si se dan ciertas variables imprescisables. a mí me pasó. me desperté a las 5am solo en mi cama y caminé al living a oscuras y ahí estaba, la vi entre mis lagañas y la penumbra. esto pudo no haber pasado. esto pueden ser palabras nada más.

14
si pienso en la mujer perfecta, la ignoro. si la busco, no doy con ella. si quiero llamarla por un nombre, la perdí. si tengo ganas de mandarle un mensaje de texto, no comprendí nada de la mujer perfecta.

15 
hay una prueba, que es más bien la confirmación de un milagro. si dos cuerpos dormidos se reposicionan durante el sueño y se enredan inocentemente y forman una sola figura, se vuelven necesarios hasta el punto de ser confundibles con un solo cuerpo, allí hay una isla. y en la isla, puede morar la mujer perfecta. pero todo esto debe darse en el territorio de la inconsciencia, y no sirve buscarlo. los cuerpos durmientes ensayan formas de ensamblarse toda la noche, y rara vez ocurre el milagro, y cuando ocurre nadie lo sabe ni lo recuerda. solo queda el vago reflejo de la comunión del instante. lo  bello, y lo sagrado de lo bello, son ocasiones de lo efímero.
  
16
la mujer perfecta está 
desnuda sentada 
en el 
sofá 
de mi imaginación 
leyendo un comic 
de Alan 
Moore.

17
desnuda es una forma de decir. tuvo la elegancia del detalle, y se puso sus lentes de lectura.