30.7.10



 *


Ilustración del artista plástico Miguel Angel Troncoso a partir de la nouvelle "otro", incluida en el libro "menos", de Debret Viana.

24.7.10

prólogo de "Menos", de Debret Viana



Prólogo
Ganz endere
 
 
  
il me semble que je serais toujours bien  
là où je en suis pas.  
Baudelaire
  
Kafka no encuentra, en el tiempo de que dispone, la extensión que permitiría a la historia desarrollarse como ella quiere, en todas las direcciones; la historia es un fragmento, luego otro fragmento: "¿cómo a partir de trozos puedo fundir una historia capaz de tomar vuelo?" De manera que, al no haber sido dominada, al no haber suscitado el espacio propio donde la necesidad de escribir debe ser a la vez reprimida y expresada, la historia se desencadena, se extravía, regresa a la noche de donde vino, y retiene dolorosamente a quien no supo darla a luz.
Maurice Blanchot
de Kafka a Kafka



I
El verbo es la carne del viento. Tan frágil, como su misma arcilla primitiva. 
La literatura misma está hecha de viento. Palabras: viento detenido, viento encriptado en la blancura del papel; que tarde o temprano volverá a la blancura, porque la tinta es más lenta que el arsénico, pero el viento lamerá cada sílaba hasta purificar las cosas del paso del hombre. La tinta es el hilo que captura el susurro del viento. La palabra, cautiva de las negras ataduras de la tinta, trabajará en silencio por su desintegración.
Volverá al viento, eventualmente: el papel volado por el viento, abducido, hilvanado por el viento, corriendo con el viento, y cuando alguien lo vea, por la ventana de una casa, atravesar la calle de enfrente dirá: hay viento.


II
El tiempo, la lectura erosionarán estas palabras hasta que no quede nada. Parecerá el final, pero es apenas desintegración. Son diferentes las cosas que arriban a una conclusión de aquellas que son cercenadas. La progresión de este fenómeno puede constatarse en las páginas de este propio libro: lo escribí pensando que ascendía una montaña, me percaté tarde de que se trataba de una caída, a los tumbos, torpemente por la áspera rocosidad del paisaje, y lo abandoné antes de concluirlo, para evitar el advenimiento del suelo y de la decepción. Fui de la nouvelle al relato, del relato a la prosa, de la prosa al fragmento, del fragmento al balbuceo, del balbuceo al silencio. Cada vez más despojado, cada vez menos… Del lujo (ostentoso, burgués) de la literatura a la necesidad (primaria, desesperada) de la escritura. Lejos de ser un libro que crece, es un libro que declina: viaja de la voz hasta el murmullo. Lo que se fue perdiendo, inaccesible, transita en los vientos sutiles que transpiran las noches, se susurra en los intersticios de los grumos del silencio, se insinúa en las manchas de humedad de las ventanas de los colectivos cuando llueve en la ciudad, un martes.

III
Tan inaccesible ha sido que lo fue también para mí, que me previne del gasto de decorar sus despojos sabiéndolo ya de antemano perdido. Errará lo mismo por los desiertos y los delirios, porque es la ruina de una potencia irredenta: todas las cosas no realizadas deambulan espectrales por los pasillos del imaginario.
Perdido como estaba el libro, opté por su lenta inconclusión, su abandono. A medida que me adentraba las tempestades multiplicaban su vigor, y tuve que ver como cada vez más palabras se volaban o se desdoblaban, atomizadas sin remedio, exponencialmente. La persistencia de la mirada sobre la palabra es como una lima meticulosa. Casi imperceptiblemente la palabra en el tiempo cambia, enflaquece. Gana en ambigüedad lo que pierde en sentido. Y se vuelve para su autor algo ajeno, extraño.
(Cuando me asomo a releer lo que quedó, veo que las palabras están en otro lugar, levemente heridas o trastornadas, y ya no significan nada para mí, o muy poco, u otra cosa.)

IV
Avergonzado por persistir en la compulsión de la escritura después de haber agotado mi destreza en el género de novela breve, y luego en la tradición del cuento, entré en las escrituras del yo, trocando mis horas yermas por las palabras que las traicionaban, en un vulgar exhibicionismo. Entregué el libro a la editorial dos pasos antes de haber agotado toda posibilidad de enigma. Claro que tuve que seguir escribiendo. En las paredes, en las arenas del desierto, en los vidrios empañados, en el aire, en el paladar con los movimientos húmedos de la lengua, en mi imaginación. Este libro, tan inerme y tan sí mismo en tus manos, seguirá más allá de la palabra impresa, ya sin mí: inconcluso, inagotable. Esta misma palabra que lees ahora ya no es mía, no es tuya, ya no es nada: apenas el camafeo de un latido que expiró. Existen las tapas del libro, existe la muerte. Lo que no hay es el fin del texto.
*

Cuando de repente, mirando el techo de tu insomnio alguna noche, en un traspié del silencio, brote de la nada una palabra murmurada, una línea que no encalla en tu contexto, tal vez sea yo que contaminé el viento con tantos garabatos.

V
Estamos haciendo algo, y de repente, sin ningún motivo, miramos hacia una dirección – es casi un reflejo – y vemos que alguien nos mira: la mirada es un contacto, una opresión. La palabra no es inmune a la mirada así como la dentadura no lo es a los dulces. Con el tiempo la palabra se carea, se desfigura. Y termina siendo otra cosa. Hasta disgregarse en el polvo, con todo lo demás.
Basta con que se pierda una coma para que el texto se vuelva otra cosa. Todo esta destinado a la ambigüedad de los signos enloquecidos: es como un rompecabezas viejo, con las piezas mordidas, gastadas, incluso algunas rotas. De repente cualquier pieza encastra con cualquiera, se ensamblan sentidos impensados y el cuadro final es caótico, sin sentido o monstruoso o, simplemente una otra cosa completamente otra.
Hay una cierta belleza evanescente en el carácter efímero de una palabra dada.
Pero estas cosas ya pasaron, y aquel instante puro ya se extravió.
Este libro es la carne de una batalla perdida: documenta la desintegración de sí mismo. Tal vez, mientras declina, el lector adivine un espejo involuntario. No tuve la pretensión de una metáfora, pero tampoco la fuerza como para impedirla (the sea refuses no river). Sea como fuese, no se ha querido lastimar a nadie.

*

Postergar indefinidamente la cognición del objeto, enredar los hilos que conducen al origen, pactar con el extravío, la disolución y la ilusión1 la cercanía de cada sombra que entrevimos detrás de los velos que nunca escondieron nada, pero fueron solidarios con el sueño: ese es el destino silente que yace en todo: el culto a las apariencias diferidas. 
Cabe sufrirlo, o hacer de él una estética.


Debret
Abril, 2010 

23.7.10

y ahí está nomás el libro


*

Y finalmente ha salido el libro. Hoy me llegaron un par de ejemplares, y - un poco de casualidad - el primero lo tiene Alan Pauls, probablemente olvidado en un rincón marginal de su biblioteca. Aun no está en librerías (cuando esté, avisaré las coordenadas precisas). De momento, quien lo desee puede enviar un mail a la editorial, pedirlo por Feisbuc, o bien encargarmelo a mí vía mail, o lo que fuese. La infinita modestia de la editorial Deveret, permite que el precio del libro alcance la accesibilísima cifra de $25 (o sea, menos que un combo de McDonalds!). Bon appétit. 

Prometo ceder a las amenazas fraternales de amigos y familiares, y  mañana subir el prólogo.

i dreamt in a foreign language

I dreamt i woke and saw the breath of the dead.
Legions, they were, and were quiet and waiting with such patience
you would say there was no one there.

But the rare mist of their breathing, it waved
a vast ocean of dark stillness - so serene
you would sail willingly, you would wish to see the distant depths
 if you could ignore the fingers that  moved the tide
the cold hands in the fog as they lie, and wait,
the little steps of time craving you off.

I would not have believed that death had unmade so many.

19.7.10

moneda

El paraíso invisible y la rosa de Paracelso


cara
Su renombre como alquimista viene desde muy lejos. Había logrado torcer cualquier piedra en oro y eso no algo que los siglos - hechos de mercaderes y avaros - olviden senciilamente. Menos se lo conoce por su rosa. Podía, según se dice, quemar un rosa hasta volverla ceniza, tomar la ceniza en su mano, decir una palabra (que tal vez era el Verbo) u operar una alquimia secreta y la ceniza recobraba su forma de rosa. De la anécdota sólo quiero decir, como el Paracelso borgeano insiste, que la rosa nunca dejó de ser rosa. Que nada cesa en el mundo. Que respiramos el hedor del cuerpo muerto de Shakespeare y del César, que el polvo que se levanta en las tardes ventosas puede venir de las guerras de Troya, de Luxemburgo, del polvo que levantó el derrumbe de Cártago o Kosovo ; que el tiempo es un juego y un espejismo.

cruz
Ni siquiera de niño he sabido aferrarme a religiones clásicas. Dejando de lado la literatura, no tengo nada en qué creer. He simpatizado con ciertas doctrinas teológicas – como las de Swedenborg – pero atribuyo mi adhesión al bellísimo estilo en que esas ideas son expresadas. Mi devoción es estética.  
Sin periódicos de por medio, he visto estos días una pizca de la miseria del mundo. Me basta no hundirme en mis auriculares mientras camino por casi cualquier calle porteña. Y pensé que la Caída no fue la expulsión del paraíso. Fue otra cosa: fue ceguera; fue no saber ya cómo verlo. Después de todo, si aceptamos que la divinidad creó el mundo, y que la divinidad es perfecta, no pudo haber creado otra cosa que no fuera el paraíso. La condena del hombre es no saber verlo. Y es natural, entonces, que se comporte como si no existiera el paraíso, mancillando todo lo que toca y vulgarizando cada paso de su tiempo.  
Pero, está bien - al menos a modo de licencia poética - que Milton ignorara que todo lo que había era un cuerpo miope, condenado a desencontrarse eternamente con su dicha, resbalando entre los días sin lograr la savia de su luz.


texto hallado en una servilleta de un bar de palermo, allá por el 2007

7.7.10

actualización de sistema lista para ser instalada


Releyendo un libro que me han regalado recientemente (el mío, comprado allá por la temprana adolescencia en versión baratísima de calle Corrientes, ha de estar sepultado por otros libros en la desprolija biblioteca e inhallable) un poco recupero el goce inicial de la primeras lecturas - sólo un poco: ahora no tengo más remedio que leer con todo lo que he sido y pensado y perdido - pero luego, anclado en el sillón blanco de la habitación pienso en el tiempo, y cómo los imaginarios de cada época actualizan los temas que nosotros, porque somos breves, sentimos eternos. Lejos de tener el suficiente apetito como para esbozar un ensayo donde desarrollar mi modesta idea de entretiempo de España-Alemania, me contento con identificar un ejemplo, y dejar que él hable por mí. 

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Los beneficios de la luna

La luna, que es el capricho mismo, se asomó por la ventana mientras dormías en la cuna, y se dijo "Esa criatura me agrada".
Y bajó con suavidad por su escala de nubes y pasó silenciosa a través de los vidrios. Se acostó sobre ti con la ternura flexible de una madre, y ardió sus colores sobre tu rostro. Tus pupilas se pusieron verdes, y las mejillas extraordinariamente pálidas. Al contemplar a esta visitante tus ojos se agrandaron extrañamente, y ella te oprimió con tal delicadeza la garganta que te quedó para siempre el deseo de llorar.
Sin embargo, en la expansión de su gozo, la luna poblaba todo el cuarto como atmósfera fosforescente, como veneno fúlgido; y esta vívida luz pensaba y decía: "¡padecerás eternamente el influjo de mi beso. Serás bella a mi manera. Amarás lo que amo y lo que me ama: el agua informe y multiforme; el sitio donde no estés; el amante que no conocerás; las flores monstruosas; los perfumes que provocan delirio; los gatos desmayados sobre los pianos y que gimen como mujeres, con voz ronca y suave!".
"Y serás amada por mis amantes, cortejada por quienes me cortejen. Serás reina de los hombres de ojos verdes a quienes cerré asimismo la garganta con mis caricias nocturnas; de los que aman el mar, el mar vasto, tumultuoso y verde; el agua informe y multiforme, el sitio donde no están, la mujer que no conocen, las flores fúnebres que se parecen a los incensarios de una religión desconocida, los perfumes que turban la voluntad, y los animales salvajes y voluptuosos que son emblema de su locura".
Y por ello, maldita, querida niña consentida, estoy ahora tendido a tus pies, buscando en tu figura el reflejo de la terrible divinidad, de la fatídica madrina, de la nodriza envenenadora de todos los lunáticos.

Charles Baudelaire, 
en Pequeños poemas en prosa.

- y / o -


Lunática

Luna, satélite conchudo de la tierra
yo no sé para que mierda, tanta vuelta
 sos la puta blanca de la noche negra
sos el blanco de las pajas
que se clava el corazón en desventaja
sos la eterna compañera
que ilumina y no visita mi catrera.


Luna, inútil barrilete de la tierra
porque ya no dejás las aguas quietas
rompés las bolas de los pescadores
sos el blanco de las pajas
de los que ni manotearon las rebajas
sos la eterna compañera
que no coge, ni calienta, ni la prueba.


Luna, farola perdedora de la noche
que envejecés haciéndote reproches
pintabas para reina y hoy ya ni mostrás las piernas
sos el blanco de las pajas
de los que se conformaron con migajas
sos la eterna compañera
a los que todos la cagan con cualquiera.



A 384 mil kilómetros de mí
es difícil mandarte a la mierda
caliente de día, de noche muy fría
adelgaza y engorda, ilumina y se borra
yo sé, cual es tu tipo de mujer



No me pidas el Sol mi amor
porque quema, quema como loco
no me pidas el sol mi amor
la Poronga es el Helado de los Crotos
ademas hasta allá en que mierda voy
no me deja ni un transbordador




Luna, te inventaron mil romances con el sol
mirá si te va a dar pelota a vos
soltera, solterona, que te abandonó tu cola
sos el blanco de las pajas
de los que ven como la hora se les pasa
sos la eterna compañera
que cada día que pasa es más fulera.





Luna, te hablo siempre en representación
de las turras que se portan como vos
siempre rodeada de estrellas, pero muy lejos de ellas
sos el blanco de las pajas
de los que antes que al amor miran la caja
sos la eterna compañera
de a los que la tentación los sermonea.




Luna, decime que carajo te creíste
si nunca fuiste mucho más que un chiste
sin gracia, ni talento, apostabas a tu esfuerzo
sos el blanco de las pajas
de los que se fueron rápido a barajas
sos la eterna compañera
de los que nunca se enamoran de rameras.




A 384 mil kilómetros de mí
es difícil mandarte a la mierda
caliente de día, de noche muy fría
adelgaza y engorda, ilumina y se borra
yo sé, cual es tu tipo de mujer / 
que estoy cansado de querer.


Zambayonny
en La Pendeja Puta Que Todos Llevamos Dentro 


2.7.10

recorrido nocturno por los anaqueles poco visitados de la biblioteca

cláusulas


I
Las mujeres toman siempre la forma del sueño que las contiene.

II
Cada vez que el hombre y la mujer tratan de reconstruir el Arquetipo, componen un ser monstruoso: la pareja.

III
Soy un Adán que sueña en el paraíso, pero siempre despierto con las costillas intactas.

IV
Boletín de útlima hora: en la lucha con el ángel, he perdido por indecisión.

V
Toda belleza es formal.

Juan José Arreola
Confabulario