29.5.09

el tiempo

En un sueño, se me apareció Bertrand Russel - aunque se parecía sobre todo al Dr. Bishop, de Fringe -, y me dijo:


I
El tiempo es una tragedia.
El tiempo es un accidente que le ocurrió al espacio.
El espacio antes del tiempo tenía la perfección de la inmovilidad.
Algo ocurrió, y el tiempo brotó de una explosión.
El tiempo es el movimiento de esa explosión: el estallido inicial, la cadencia de los restos volátiles, el declive de las particulas.
El universo se expande, y eventualmente, 
en algún punto, se comprimirá. 
Y volverá a su forma perfecta de cosa quieta e indivisa. 
El recorrido de un punto a otro es el tiempo.

II
No se trata de un recorrido pacífico. 
Ni lineal.
Es un pasillo complejo, con mil habitaciones, y desvíos.
La ilusión de circularidad parte de la fe del hombre, que busca sentido.
Pero en realidad se ramifica en espirales inconcebibles.
El tiempo es una rama de una planta
que no sabemos preveer.
El tiempo ondulará, 
pendulará, 
regresará, vibrará. A veces más rápido, a veces
más lento. 
Es la sustancia en la que transcurrimos.
Nosotros anidamos en la catastrofe del tiempo.
El espacio se curará del tiempo, y mucho antes
de nosotros. 


III
Vos y yo 
somos parte de ese evento bruto y desviado que es el tiempo  
- una parte minúscula, claro: como las hormigas
del suelo de Waterloo, indiferentes a las potencias que se dirimían - 
El tiempo es la brecha entre dos estados inmóviles, perfectos. 
Un flujo que disipa y reune. 
El espacio ha de pagar el costo del tiempo para regresar a su perfección. 
Las cosas que se mueven son llamadas a perecer. 
Todo este ajetreo sobre el espacio 
es el flujo del tiempo. El tiempo es una condición de imperfección. 
En algún momento, la gravedad corregirá al tiempo. 
Y el universo, que se expandía, se contraerá 
hasta regresar a ese punto de inmovilidad, 
y perfección. En el medio, 
se perderán las infinidades de combinaciones 
en las que se imbricaron las diversas piezas del universo 
(hierro, polvo, gases, particulas, bacterias, moléculas, átomos, oxigeno, hombres, peliculas, etc). 

IV
Un trecho de esa senda, sin embargo, queda documentada. 
El universo, aburrido de su indiferencia, se regala 
un ojo y una memoria. El hombre 
mira las cosas que se mueven, en la lejanía, y maravillado 
mitifica. 
No servirá de nada al final, 
pero nada sirve de nada. Es simplemente 
el pasaje de un estado a otro. 
Nosotros, hijos del tiempo, no tenemos lugar allí, 
en la perfecta quietud del espacio serenado. Todo lo que nos ocurre 
ha sido nada más que la inercia de un estallido 
hace muchísimo tiempo.

V
Tal vez, vuelva a ocurrir. Y los dados se echarán a rodar de vuelta. 
Me gustaría ver cómo caen las piezas esa vez.
Todo puede ser tan diferente. 
Pero solo me queda imaginarlo. La imaginación 
es el agujero negro. 
La producción de un universo que no es. Un reverso.
Arroja mundos en el mundo. 
Nuestro consuelo, 
nuestra religión. 

¿Qué será de ella cuando todo regrese a su quietud?


...

Yo no dije nada. Dejé que hablase. Después quedó en silencio un rato. ¿Qué le podría responder a Bertrand Russel? Yo tampoco entendí mucho, pero ¿qué? ¿le voy a pedir explicaciones a Bertrand Russel? Para futura referencia: si Bertrand Russel se te aparece en un sueño, dejalo hablar tranquilo. Es un sueño: no molestes con tu fetiche de sentido. Bertrand Russel se sacó la bata de científico, y debajo tenía un pijama con dibujitos de Disney. Abrió la ventana, y se arrojó por ella. Cuando me acerqué, vi que había caído a una pileta de gelatina, y nadaba feliz. Tres coreanos golpearon a mi puerta y me reclamaron que yo no era capaz de distinguirlos de los japoneses. Estaban muy ofendidos. Sacaron cuchillos enormes. Me dijeron que ahora iba a ver cómo se hacía un buen asado. De inmediato la parrillada estaba lista, y empezaron a llegar invitados. Todo esto me deprimió mucho, porque sabía que sería yo el que iba a tener que limpiar todo mañana. Opté por fingir un incendio. Con un magiclick, que me dio Gerardo Sofovich, ataqué las cortinas y los bigotes de los invitados. Tim Burton y Robert Smith, que estaban bailando juntos, se dieron cuenta, y me persiguieron. Tuve que mudarme a Honduras y ponerme un negocio de alquiler de mulas. No se vive nada mal, pero hay muchos mosquitos. Ocurrieron muchas cosas más en el sueño, pero ya les perdí el rastro.

2 comentarios:

jossss dijo...

buen poema, y rarísima resolución. me encantó ese delirio del final. una vertiente muy interesante

Debret Viana dijo...

se agradece, josss